La creciente resistencia a múltiples fármacos de pacientes con tuberculosis, una infección pulmonar que se registra principalmente en los países en desarrollo, generó una emergencia de salud pública en el estado insular de Papúa Nueva Guinea, alertaron fuentes oficiales.
Los esfuerzos para combatir la enfermedad obtuvieron resultados en todo el mundo y la mortalidad disminuyó 45 por ciento desde 1990. Pero en Papúa Nueva Guinea, la cifra anual de nuevas infecciones aumentó de 16.000 a 30.000 casos en los últimos cinco años.
Con motivo del Día Mundial de la Tuberculosis, que se celebra este martes 24, especialistas comentaron los desafíos que afrontan para frenar la enfermedad que se propaga en las comunidades aquejadas por varias dificultades, con escasa información y poco acceso a los servicios básicos.[pullquote]3[/pullquote]
“El mayor obstáculo, actualmente, son las creencias culturales relacionadas con las causas de la enfermedad”, dijo a IPS el especialista Louis Samiak, presidente de salud pública de la Facultad de Medicina y Servicios de Salud, de la Universidad de Papúa Nueva Guinea.
“La tuberculosis es una enfermedad de larga incubación y la primera ayuda a la que recurren los pacientes son los brujos y los remedios locales. Los pacientes llegan tarde a los centros de salud, con la enfermedad ya avanzada, es muy difícil atenderlos”, explicó.
Los síntomas del mal son fiebre, dolor en el pecho, pérdida de peso y tos, por lo general con esputo y sangre, lo que favorece la propagación de la bacteria.
El mal se propaga con rapidez en asentamientos pobres y hacinados. En Papúa Nueva Guinea, donde el saneamiento solo cubre a 19 por ciento de la población, y menos de la mitad tienen acceso a agua potable, la enfermedad es la principal causa de las muertes hospitalarias.
En los poblados rurales del distrito de Kikori, en la sureña provincia del Golfo, la incidencia de la tuberculosis alcanzó la alarmante tasa de 1.290 casos cada 100.000 personas, según datos del Instituto de Investigación Médica. La prevalencia nacional es de 541, aún muy por encima del promedio mundial de 126.
La campaña para contener la epidemia en esa provincia cuenta con apoyo de Médicos Sin Fronteras (MSF). Desde el pueblo de Kerema, la organización internacional diagnostica desde el año pasado unos 50 casos nuevos al mes, entre los que hubo pacientes de hasta 10 meses.
Personas de 15 a 24 años constituyen el principal grupo afectado por la enfermedad, pero los jóvenes representan hasta 28 por ciento de los casos en este país, y la tuberculosis pulmonar y meningitis tuberculosa contribuyen a la malnutrición y a la mortalidad infantil.
Una madre llevó a su hijo de seis años al Hospital General de Kerema, un periplo duro desde su aldea en la montaña pues debió estar tres horas en un barco y dos en un camión.
“Al principio no entendía qué era la tuberculosis, por qué el niño necesitaba un tratamiento diario por un período prolongado y por qué tenía que permanecer lejos de su aldea. Llevó dos meses que aceptara el tratamiento y se prepara para vivir lejos”, dijo a IPS un portavoz de MSF.
“Ahora el niño recibe tratamiento diario y muestra señales de mejoría”, apuntó.
La creciente resistencia a los fármacos de primera línea, isoniacida y rifampicina, pone en riesgo los esfuerzos para controlar la enfermedad. Es común que los pacientes interrumpan el tratamiento en cuanto se sienten mejor, convirtiéndose en la principal causa de la resistencia a múltiples fármacos en ese país, explicó a IPS la especialista Suparat Phuanukoonnon, del Instituto de Investigación Médica.
Cuando se interrumpe el tratamiento, la baja concentración de medicamentos no logra erradicar la bacteria en el cuerpo del paciente, donde se hace resistente.
En 2013, 4,5 por ciento de los casos de tuberculosis diagnosticados en este país eran resistentes, un aumento significativo respecto del 1,9 por ciento registrado en 2010. La tuberculosis multirresistente aumenta en las provincias Occidental y Golfo y en la capital, Port Moresby, donde más de la mitad de la población vive en asentamientos precarios.
El impacto de la enfermedad en el desarrollo es grave, pues afecta a 75 por ciento de la población económicamente activa.
“La tuberculosis puede afectar a una o todas las partes del cuerpo humano. Por lo tanto, perjudica a la persona reduciendo su capacidad de ser productiva para la sociedad y su comunidad”, explicó Samiak, de la Universidad de Papúa Nueva Guinea.
Los pacientes deben hacer frente al gasto en salud, pero su incapacidad para trabajar reduce sus ingresos. La pobreza se perpetúa a la siguiente generación cuando la enfermedad afecta a ambos padres, lo que obliga a los hijos a abandonar la escuela para cuidar y mantener a la familia.
Papúa Nueva Guinea es el país más poblado de los estados insulares del océano Pacífico, con siete millones de habitantes.
Además, contener la propagación de la enfermedad es un enorme desafío logístico, con más de 85 por ciento de la población ubicada en zonas rurales con escaso, cuando hay, acceso a caminos o a algún medio de transporte a las ciudades y centros de salud.
Otro obstáculo es la falta de profesionales con menos de un médico y poco más de cinco enfermeras cada 10.000 personas, así como una disminución en los servicios de salud desde 2002, según un informe del Instituto Nacional de Investigación de 2014.
También concluyó que la disposición de fármacos en las clínicas cayó 10 por ciento y las visitas de los médicos disminuyeron 42 por ciento en la pasada década. A pesar del rápido crecimiento poblacional, el número diario de pacientes que consulta un profesional se redujo 19 por ciento.
También es necesario destinar recursos a la educación de la población, pues una encuesta del Instituto de Investigación Médica en las provincias Central, Madang y Tierras Altas Orientales, mostró que la mayoría de las 1.034 personas consultadas no sabía qué era la tuberculosis, sus causas ni su tratamiento.[related_articles]
“Antes de la ayuda del Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria a Papúa Nueva Guinea en 2007, la tuberculosis era una enfermedad desatendida en términos de compromiso político y de adjudicación de fondos para programas de control”, recordó la especialista Phuanukoonnon.
Los limitados servicios de salud están exigidos al máximo y, pese a que la información sobre la tuberculosis está disponible en los centros de salud, el personal sobrecargado de trabajo no tiene mucho tiempo para generar conciencia sobre la enfermedad.
Todo enfoque educativo debe concentrarse en “cómo la población recibe y procesa la información y en que crea en ella como para tomar medidas”, lo que requiere que “la comunicación sobre salud sea relevante para los contextos locales”, prosiguió.
Los recursos para hacer frente a la enfermedad aumentaron. El Fondo Mundial anunció en febrero otros 18 millones de dólares para luchar contra la tuberculosis en Papúa Nueva Guinea para los próximos tres años.
Samiak opinó que los recursos económicos podrían destinarse a crear laboratorios y capacitar personal, así los análisis se harían con mayor eficiencia, y el seguimiento y el tratamiento de los pacientes será más expeditivo.
Editado por Kanya D’Almeida / Traducido por Verónica Firme