Estudio vincula la guerra en Siria con el cambio climático

Una granja afectada por la sequía en Siria, en diciembre de 2010. Crédito: Caterina Donattini/IPS
Una granja afectada por la sequía en Siria, en diciembre de 2010. Crédito: Caterina Donattini/IPS

¿Es posible que la guerra en Siria, que en sus cuatro años ya le costó la vida a más de 200.000 personas, se deba, al menos en parte, al cambio climático?

Un estudio realizado por el Observatorio de la Tierra Lamont-Doherty, de la estadounidense Universidad de Columbia, considera «probable que una sequía sin precedentes que asoló a Siria entre 2006 y 2010 fue avivada por el cambio climático provocado por la actividad humana, y que la sequía pueda haber ayudado a impulsar el levantamiento sirio de 2011».[pullquote]3[/pullquote]

Descrita como la peor registrada en la historia de la región, se dice que la sequía destruyó la agricultura en lo que se conoce como el granero de Siria, en el norte del país, y expulsó a los productores del área a las ciudades, donde la pobreza, la mala gestión del gobierno y otros factores provocaron el malestar social que estalló en marzo de 2011.

«No estamos diciendo que la sequía provocó la guerra», advirtió Richard Seager, científico especializado en el clima y coautor del estudio publicado el lunes 2.

«Decimos que, sumado a los demás factores de estrés, ayudó a que las cosas se pasaran de la raya hacia el conflicto abierto. Y una sequía de esa gravedad se hizo mucho más probable por la aridez actual de esa región, inducida por el hombre», explicó.

Doreen Stabinsky, profesora de política ambiental en la estadounidense Universidad del Atlántico, dijo a IPS que, evidentemente, la guerra en Siria es una situación compleja que no puede explicarse exclusivamente por la sequía y el colapso de los sistemas agrícolas.

«Sin embargo, sabemos que la producción agrícola será una de las primeras víctimas de la catástrofe climática que se está desarrollando», precisó.

De hecho, el cambio climático no es una amenaza lejana de consecuencias que se producirán en 2050 o 2100, añadió.

«Lo que demuestra esta investigación es que los efectos del clima sobre la agricultura están sucediendo ahora, con consecuencias devastadoras para aquellos cuyos medios de vida se basan en la agricultura”, afirmó.

«Podemos esperar, incluso en el corto plazo, más de este tipo de impactos en los sistemas agrícolas que conducirán a migraciones a gran escala, dentro de los países y entre los países,  con un costo humano, económico y ecológico importante», pronosticó Stabinsky.

Lo que esta investigación demuestra más que nada es que la comunidad mundial debe tomar la crisis climática, y sus repercusiones para la producción agrícola, mucho más en serio de lo que ha hecho hasta la fecha, recomendó.

Según el nuevo estudio de la Universidad de Columbia, el cambio climático también dio lugar a que se agravara la tensión militar en la zona denominada Creciente Fértil, que abarca a partes de Turquía, Siria e Iraq.

Según el estudio, un número creciente de investigaciones sugieren que los extremos climáticos, como son las temperaturas altas y las sequías, aumentan las posibilidades de violencia, que abarcan desde los ataques individuales a las guerras a gran escala.

Algunos investigadores proyectan que el calentamiento del planeta provocado por la actividad humana acentuará los conflictos futuros. Otros sostienen que eso ya está pasando.

Versiones periodísticas recientes y otros informes vincularon la guerra en Siria, Iraq y otros lugares, a problemas ambientales, especialmente a la falta de agua.

El estudio de la Universidad de Columbia, que combina datos climáticos, sociales y económicos, posiblemente sea el primero en investigar de forma pormenorizada y cuantitativamente estas cuestiones en relación con una guerra en curso.

La investigación también señala que la reciente sequía afectó a la región del Creciente Fértil, donde la agricultura y el pastoreo de animales habrían comenzado hace unos 12.000 años y que siempre experimentó vaivenes climáticos naturales.

Pero los autores, recurriendo a estudios existentes y su propia investigación, demostraron que desde 1900 la zona tuvo un calentamiento de  1,0 a 1,2 grados Celsius, y una reducción de 10 por ciento en sus precipitaciones.

«Demostraron que la tendencia coincide perfectamente con los modelos de calentamiento global influido por la actividad humana, y por tanto no pueden atribuirse a la variabilidad natural», según el estudio.

Añade que el calentamiento mundial tuvo dos consecuencias.

Primero, indirectamente habría debilitado los patrones del viento que traen aire cargado de lluvia desde el mar Mediterráneo, lo cual redujo las precipitaciones durante la temporada de lluvias, de noviembre a abril.

En segundo lugar, la elevación de las temperaturas aumentó la evaporación de la humedad de los suelos durante los veranos, generalmente cálidos.

La región experimentó sequías importantes en las décadas de 1950, 1980 y 1990. Sin embargo, la sequía de 2006 a 2010 fue la peor y más larga desde que comenzaron a mantenerse registros fiables.

Los investigadores concluyen que un episodio de esta severidad y duración habría sido improbable sin los cambios a largo plazo.

Otras investigaciones observaron una tendencia a largo plazo de la sequía en todo el Mediterráneo, atribuida al menos parcialmente al calentamiento mundial, como señala un estudio previo de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos.[related_articles]

El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático proyectó que la región de Medio Oriente se secará más en las próximas décadas a medida que avance el calentamiento inducido por la humanidad.

Los autores del estudio indicaron que Siria era especialmente vulnerable a causa de otros factores, como el drástico crecimiento demográfico, que pasó de una población de cuatro millones de personas en 1950 a 22 millones en los últimos años.

Además, los gobiernos de Hafez al Assad (1970-2000) y su hijo, el actual presidente Bashar al Assad, fomentaron el cultivo de productos de exportación que requieren un alto consumo de agua, como el algodón, explicaron.

La perforación ilegal de pozos de riego agotó las reservas de agua subterránea que podrían haber servido para los años de sequía, destacó Shahrzad Mohtadi, una de las autoras del estudio,  a cargo de los componentes económicos y sociales de la investigación.

Los efectos de la sequía fueron inmediatos. La producción agrícola, que en general constituye 25 por ciento del producto interno bruto del país, cayó en una tercera parte, según el estudio.

En la zona del noreste, el ganado prácticamente desapareció, el precio de los cereales se duplicó y crecieron drásticamente las enfermedades derivadas de la mala nutrición entre niños y niñas.

Aproximadamente 1,5 millones de personas huyeron de las zonas rurales a la periferia de las ciudades, de por sí resentidas por el ingreso de refugiados de la guerra en la vecina Iraq.

En estos suburbios, el gobierno de Assad no hizo mucho para mejorar el empleo o los servicios, según Mohtadi. El levantamiento de 2011 comenzó en gran parte en estas zonas.

«Los rápidos cambios demográficos fomentan la inestabilidad. Es imposible saber si se trató de un factor principal o sustancial, pero la sequía puede tener consecuencias devastadoras cuando se acompañan de una fuerte vulnerabilidad preexistente», advirtieron los autores.

Editado por Kitty Stapp / Traducido por Álvaro Queiruga

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