Shanta solo tiene cuatro años, pero ya le encanta la escuela. Todas las mañana, su madre la lleva al centro preescolar cerca de su casa en la aldea de Mohonpur, a unos 140 kilómetros de la capital de Bangladesh, y la deja al cuidado de una joven maestra que organiza las actividades.
Mosammet Laily Begum, la madre, se dedica a las tareas domésticas en su hogar. Ella y su marido, quien tira un “rickshaw” (un triciclo para transportar pasajeros) y gana el equivalente a 100 dólares al mes, viven en una choza con techo de paja. La familia cultiva verduras para mejorar sus ingresos y apenas si pueden alimentar y vestir a sus tres hijos.
La educación es un lujo, uno al que, en otro momento y lugar, habrían tenido que renunciar para cubrir sus necesidades vitales.[pullquote]3[/pullquote]
Pero la escuela preescolar que está cerca de su casa es gratis. Los hermanos mayores de Shanta (nombre ficticio) también ocuparon los mismos salones. Allí aprendieron a leer y escribir en inglés y bangladesí. Les fue muy bien en la escuela primaria. Su mamá atribuye el amor por el estudio a la base que obtuvieron en esta aldea de norteño municipio de Jamalpur.
Es una familia con suerte; a diferencia de la mayoría de la población rural de Bangladesh que no tienen posibilidades de ir a una escuela preescolar, ellos viven cerca de una de las varias miles de escuelas de la organización BRAC, que se dedica a la educación de niños y niñas de entre tres y cinco años.
Hay unos 3,3 millones de niños, niñas y adolescentes que no asisten a la escuela en Bangladesh. Hasta 2012, el gobierno no ofrecía alternativas a familias como la de Shanta, sin recursos para costear la enseñanza preescolar.
Eso supone que los alrededor de 45 millones de bangladesíes que subsisten con menos de 1,25 dólares al día apenas pueden preparar a sus hijos para la enseñanza básica.
Eso genera un círculo vicioso: los niños y niñas más pobres que no pudieron prepararse para la primaria quedan rezagados respecto de sus compañeros más privilegiados. Esta desigualdad se perpetúa en la enseñanza secundaria y terciaria.
Muchos de los jóvenes más desfavorecidos constituyen el grueso de las personas desempleadas en Bangladesh, quienes representan 4,5 por ciento de los 168 millones de habitantes.
Para nivelar un poco la situación, BRAC tiene 12.450 escuelas preescolares en el país, donde se educan unos 360.000 niños y niñas cada año. Su Programa de Educación Preescolar es la mayor iniciativa gratuita para ese sector de la población en este país.
En total son unos 5,2 millones de niñas y niños en edad preescolar que se beneficiaron del programa desde sus inicios en 1997.
Hacia la escuela primaria
Parada en medio de la pequeña caseta de hojalata que oficia de aula, Rowshanara Begum, de 27 años, está en su salsa. Tiene un grupo de 30 alumnos, 18 niñas y 12 varones, y sabe que su trabajo marca una diferencia. Una de las prioridades de BRAC es lograr una matrícula femenina de 50 por ciento.
Durante dos horas y media al día, seis días a la semana, la maestra se ocupa con esmero de enseñar el alfabeto ayudándose de dibujos, rimas y juegos. La estructura flexible e informal hace que las familias sigan llevando a sus hijos.
“Hay una gran presión de los padres para abrir otra escuela preescolar gratuita en la aldea de Mohonpur”, contó a IPS.
Las escuelas gratuitas no son una iniciativa menor en un país donde un estudiante promedio demora 8,6 años en terminar el ciclo de primaria de cinco años.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia atribuye la situación a los bajos estándares de la enseñanza pública y al hecho de que 24 por ciento de las maestras de las escuelas estatales o registradas por el gobierno no tienen capacitación.
Un trabajador de BRAC que no quiso dar su nombre remarcó que la organización obtuvo un logro “notable” en la transición de los preescolares a la escuela primaria, cerca de 99,14 por ciento. Y, sin embargo, no es más que la mitad de la batalla ganada.
Bangladesh logró avances enormes en materia de educación en las últimas dos décadas. Actualmente, tiene uno de los mayores sistemas de enseñanza primaria del mundo, con unos 20 millones de alumnos de entre seis y 10 años, y unos 365.000 educadores en 82.000 escuelas.[related_articles]
Desde 1990, aumentó la matrícula de 72 a 97 por ciento y su tasa de terminación pasó de 40 a 79 por ciento. El número de escuelas primarias que reciben libros de texto gratuitos se incrementó de 32 por ciento, en 2010, a más de 90 por ciento, en 2014.
Según la directora ejecutiva de la Campaña para la Educación Popular, Rasheda K Choudhury, una red integrada por 1.000 organizaciones que trabajan en educación, Bangladesh también disminuyó la tasa de deserción escolar de 33 por ciento, hace unos años, a 20 por ciento en 2014.
“La mejor capacitación profesional, una menor proporción entre estudiantes y maestras (actualmente 49 a 1, menos que 77 a 1 en 2005) y la entrega de un estipendio para los alumnos son algunas de las razones de los avances”, detalló en diálogo con IPS.
Pero aún quedan asuntos por atender. Numerosos especialistas coinciden en que para mejorar la situación hay que aumentar los recursos para la educación, del actual 2,5 por ciento del producto interno bruto a cuatro por ciento.
También hay que mejorar el acceso a la educación de las 71 por ciento de las personas que viven en zonas rurales, así como de las comunidades indígenas.
Según el director de país del Banco Mundial, Johannes Zutt, el gobierno atiende a los que quedaron fuera de la reforma educativa, “incluyendo a quienes residen en tugurios, menores trabajadores, indígenas y otros con discapacidades”.
Pero mientras programas como el de BRAC no se implementen a gran escala en todo el territorio, Bangladesh mantendrá un rendimiento desigual en materia educativa, y la meta de lograr la educación primaria universal, el segundo de los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio, seguirá siendo inalcanzable.
Editado por Kanya D’Almeida / Traducido por Verónica Firme