Empresas indígenas aportan un cambio positivo en Australia

Roy Roger Gibson, un anciano kuku yalanji, tuvo que esperar 20 años para realizar su sueño de formar parte de una empresa de ecoturismo sostenible de propiedad indígena. Crédito: Neena Bhandari/IPS
Roy Roger Gibson, un anciano kuku yalanji, tuvo que esperar 20 años para realizar su sueño de formar parte de una empresa de ecoturismo sostenible de propiedad indígena. Crédito: Neena Bhandari/IPS

Roy Roger Gibson, un anciano kuku yalanji, observaba a los miles de turistas y vehículos que pisoteaban su tierra virgen mientras trabajaba en los cañaverales del norte del estado australiano de Queensland. Su pueblo sufría, su cultura se deterioraba y la fauna autóctona estaba desapareciendo.

Le llevó 20 años transformar esa situación, pero hoy el  Centro de la Quebrada Mossman es una próspera empresa de ecoturismo indígena en el Parque Nacional de Daintree, un sitio declarado patrimonio mundial en Queensland.[pullquote]3[/pullquote]

El turismo es una fuente de preservación de la cultura indígena, ya que brinda empleo, oportunidades de educación y formación y protección del medio ambiente, especialmente en lugares remotos, como la quebrada Mossman, el hogar ancestral del pueblo kuku yalanki en el extremo sur del Parque Nacional Daintree.

Roy y la comunidad aborigen de la quebrada Mossman trabajaron en colaboración con la Corporación de Tierras Indígenas (CDI, en inglés) para construir el centro, donde 90 por ciento de los trabajadores son indígenas, 61 de ellos empleados y 21 aprendices.

Roberta Stanley, de 18 años, comenzó como aprendiz. «Cada mañana, cuando salgo con el uniforme de trabajo, no paro de sonreír. Me ayudó a reconectarme con la historia, las leyendas, los idiomas, la música y las artes nuestras. Tengo una sensación de inmenso orgullo y la confianza para perseguir mi sueño de ser artista y bailarina», expresó.

Eso era algo que los jóvenes no podían hacer antes de que el centro comenzara a ofrecer cursos de turismo, hotelería, comercio y administración. Sus padres y su hermana también trabajan en el mismo lugar.

En 2011 había unas 207.600 personas indígenas en la fuerza laboral de Australia. Un 42 por ciento de las personas aborígenes mayores de 15 años tenían trabajo, en comparación con 61 por ciento de aquellas que no son indígenas.

Con escasas oportunidades de empleo, perseguir sus sueños no es algo que todos los indígenas australianos puedan hacer.

Pamela Salt, de 41 años, trabajaba como limpiadora y, en su tiempo libre, pintaba. Desde que comenzó a trabajar en el Centro de la Quebrada Mossman, tiene un sentido de pertenencia con el lugar.

Roberta Stanley, de 18 años, y cuatro integrantes de su familia trabajan en el Centro de la Quebrada Mossman. Crédito: Neena Bhandari/IPS
Roberta Stanley, de 18 años, y cuatro integrantes de su familia trabajan en el Centro de la Quebrada Mossman. Crédito: Neena Bhandari/IPS

«Física, mental y emocionalmente”, el Centro “le dio a nuestro pueblo la confianza de que podemos hacerlo. Una de mis hijas también trabaja aquí”, contó.

Pamela es una pintora autodidacta y hoy su obra se expone en la galería del Centro, donde visitantes nacionales y extranjeros pueden adquirirla.

Desde julio de 2014, más de 250.000 turistas, un 40 por ciento extranjeros, visitaron el Centro.

«El turismo indígena está cobrando impulso. Añade una profundidad cultural a las experiencias que los visitantes tienen en sus destinos. El pueblo kuku yalanji, igual que otras comunidades aborígenes, han cuidado del medio ambiente durante miles de años. Es su supermercado y su farmacia», afirmó el gerente general del Centro de la Quebrada Mossman, Greg Erwin.

En los próximos 10 a 15 años, la propiedad de la empresa será 100 por ciento aborigen. Esta realidad es muy lejana a la que vivió la llamada Generación Robada, compuesta por decenas de miles de niños y niñas que fueron separados por la fuerza de sus familias entre 1900 y 1970. Las políticas de asimilación del gobierno australiano de entonces pretendían erradicar la “sangre aborigen” y, supuestamente, darles a los niños una vida mejor.

Roy, de 58 años y perteneciente a esa Generación Robada, no quiere que su pueblo vuelva a experimentar ese trauma psicológico de nuevo.

«Este centro es un modelo a seguir para la generación más joven, que sueña con una vida mejor», destacó.[related_articles]

Él y otros guías indígenas llevan a los visitantes a dar «caminatas de ensueño”, en las que resaltan los matices de la selva tropical más antigua del mundo, con historias sobre su creación, las fuentes de alimentos , la flora y la fauna, las cuevas y Manjal Dimbi, una montaña con significado espiritual para los pueblos autóctonos.

«Ahora somos capaces de proteger nuestro ecosistema y, al mismo tiempo, ofrecer a los visitantes una visión de la vida, la cultura y las creencias de las personas kuku yalanji y su conexión con el entorno natural. Nuestro énfasis está en la sostenibilidad”, explicó Roy a IPS.

Un cambio positivo

Empresas indígenas sostenibles como el Centro de la Quebrada Mossman no solo ayudan a proteger y preservar el ecosistema, sino que sacan de la pobreza a sectores de población vulnerables que padecen abuso de alcohol, violencia de género, enfermedades crónicas, desempleo y altas tasas de suicidio.

Los adultos aborígenes tienen 15 veces más probabilidades de ir a la cárcel que el resto de los australianos. Aproximadamente la mitad de los jóvenes en los centros de detención del país son indígenas.

Las mujeres indígenas son hospitalizadas por violencia familiar 31 veces más que el resto de las australianas, según el informe anual oficial de 2014 sobre Justicia Social e Indígenas.

Edición de Kanya D’Almeida / Traducción de Álvaro Queiruga

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