Encerrados en salones sofocados por el sol de la capital peruana, delegados de 195 países buscan el camino que permita al planeta llegar a la neutralidad climática durante la segunda mitad del siglo, el único mecanismo para evitar cambios irreversibles en la dinámica planetaria según instituciones científicas y especialistas.
La neutralidad climática implica la disminución de las emisiones anuales de gases causantes del efecto invernadero a un punto en el cual se pueda capturar o fijar la totalidad de estos gases liberados. Para esto es fundamental acelerar la transición de una economía basada en combustibles fósiles a otra fundamentada en energías renovables.
Cuando la 20 Conferencia de las Partes (COP 20) sobre cambio climático llega a su ecuador, aumentan los países del Sur en desarrollo que asumen la propuesta de fijar la meta para 2050 de la neutralidad climática, también conocida como cero neto.
“Los datos científicos cada vez son más alarmantes”, dijo a IPS la costarricense Giovanna Valverde, presidenta pro témpore de la Asociación Independiente de América Latina y el Caribe (AILAC), un grupo de gobiernos regionales de ingreso medio que negocian como bloque en la conferencia, que se realiza desde el lunes 1 y hasta el día 12.
“El coordinador del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) nos mostró los datos en la sesión plenaria que demuestran la urgencia en que estamos. Si ponemos el 2050 es para que todos se puedan sumar, pero los números son alarmantes y anticiparse”, añadió.
Informes del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), de la Agencia Internacional de la Energía y del IPCC coinciden en cómo alcanzar la neutralidad: invertir más en energías limpias, reducir el consumo de combustibles fósiles, mejorar las prácticas agrícolas, reforestar y potenciar la eficiencia energética.
La iniciativa de avanzar en ese camino mediante la neutralidad climática se convirtió en un debate estrella de la primera semana de la conferencia anual de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC), pero queda mucho para que cristalice en un compromiso de los países para garantizar la transición hacia una economía limpia.
Un informe del británico Overseas Development Institute concluyó que las potencias industriales y emergentes del Grupo de los 20 siguen invirtiendo cerca de 88.000 millones de dólares anuales en subsidios a los combustibles fósiles, en lugar de usar ese capital en impulsar energías renovables.
Además, en los espacios de la COP 20, el poder y el lobby de la industria de los hidrocarburos es palpable y no faltan en la agenda encuentros organizados por corporaciones transnacionales del sector, como la angloholandesa Shell, pautada para el lunes 8.
La costarricense Valverde aseguró que la clave es “que los países se comprometan seriamente con la información en los contribuciones en la reducción de emisiones para que los científicos tengan tiempo entre el 2015 y el 2020 para comparar metodologías de países, hacer la sumatoria matemática y definir cuánto falta por reducir”.
La Asociación de Pequeños Estados Insulares (AOSIS, en inglés) emitió un comunicado exhortando a los países industriales a hacer más “ambiciosas” estas contribuciones, reduciendo la dependencia a las energías sucias.
AOSIS llamó a que el planeta alcance el nivel de cero emisiones en 2100, lo que implica una total eliminación del uso de combustibles fósiles, tal como recomendó el IPCC en su último informe, del 2 de noviembre. Países como Polonia, una potencia en producción de carbón, anunciaron su rechazo a la medida.
Su oposición y la de otros países dependientes de combustibles fósiles entorpecen el avance de las energías limpias. La Unión Europea (UE), por ejemplo, no ha concordado una meta a largo plazo dentro del bloque y tampoco está segura si apoyará la neutralidad climática presentada por la CMNUCC e impulsada por los países en desarrollo.
“La meta es parte de las mitigaciones, es parte de la discusión”, dijo a IPS una de las conductoras de las negociaciones por la UE, Elina Bardram, para quien “es importante que cuando lleguemos a París tengamos una visión compartida”, en referencia a la COP 21, que debe celebrarse en la capital francesa en noviembre de 2015.
“Esto nos dirá cuál será la ambición para un futuro bajo en carbono. No tenemos clara todavía la meta de largo plazo, pero claro que tomaremos en cuenta la visión del IPCC y de otros cuerpos científicos”, aseguró.
En París debe establecerse un nuevo tratado climático, global y vinculante, que desde 2020 reemplace al Protocolo de Kyoto.
Pero antes, en Lima debe definirse la forma que tendrá lo que muchos consideran el corazón del nuevo acuerdo: las contribuciones naciones. En estas contribuciones se incluye a cuánta reducción se compromete cada nación y en cuánto tiempo. La sumatoria de estas contribuciones debe ser suficiente para evitar efectos irreversibles en la dinámica planetaria de la Tierra.
Para lograr esto, los países en desarrollo y la sociedad civil tanto del Sur como del Norte proponen una mezcla de reducción de los incentivos a las energías fósiles, reforestación y mejoras agrícolas y la inversión en energías renovables.
Aunque estas contribuciones deben informarse oficialmente entre marzo y junio próximos, algunos países han hecho ya anuncios al respecto.
El 12 de noviembre, en un anunció conjunto en Beijing, Estados Unidos prometió disminuir para el 2025 entre un 26 y 28 por ciento de sus emisiones con respecto al 2005 y China se comprometió a poner tope a sus emisiones en el 2030 y luego reducirlas.
Pero los estudios científicos alertan que se requieren pasos más ambiciosos y más rápidos.
Las acciones deben tomarse antes del 2020, según el “Informe sobre la disparidad en las emisiones 2014”, con el que PNUMA analiza anualmente la diferencia entre las acciones actuales de los países y las necesaria para no tener afectaciones graves a las dinámicas planetarias, publicado el 19 de noviembre.
“Este reporte deja claro que en cierto punto de la segunda mitad del siglo XXI tendremos que haber alcanzado la neutralidad climática, o como algunos le llaman cero neto, en términos de las emisiones globales”, dijo la secretaria ejecutiva de la CMNUCC, Christiana Figueres.
De acuerdo con este estudio, el pico de emisiones mundiales debe darse en los próximos 10 años, seguido por acciones para implementar más energías limpias y reducir el uso de combustibles fósiles.[related_articles]
Esto se conoce como la “agenda de reducción previa a 2020” y la entrada en vigor del nuevo tratado. Hasta ahora en Lima los delegados han postergado la revisión de estas reducciones pre-2020, enfrascados en luchas procedimentales.
Ahora, los países corren el riesgo de no acordar las acciones requeridas para reducir las emisiones de forma que la elevación de la temperatura no sobrepase los dos grados centígrados, e incluso hay voces que alertan que el aumento máximo debe ser menor, antes de que haya efectos irreversibles en el planeta.
“Nuestra posición es que el aumento de la temperatura no puede ser mayor de 1,5 grados centígrados pues más que eso sería demasiado nocivo”, dijo a IPS el nepalí Ram Prasad, coordinador del grupo de Países Más Vulnerables (LDC, en inglés).
La acción climática es urgente, pues cada año que pasa complica más la situación para los
países más vulnerables, que usualmente son las naciones más pobres del planeta, haciendo del cambio climático un problema profundo de inequidad, explicó.
El informe del PNUMA concluyó que para adaptarse al clima cambiante el mundo necesitará cerca de tres veces más que los entre 70 y 100.000 millones de dólares anuales que se estimaban hasta ahora.
Editado por Estrella Gutiérrez