Cuando una bala perdida, disparada por un integrante del movimiento extremista Talibán, se alojó en su columna el 22 de agosto, la pakistaní Shakira Bibi, de 22 años, abandonó toda esperanza de poder llevar algún día una vida normal.
Su familia la trasladó de apuro al Complejo Médico de Hayatabad, en Peshawar, capital de la noroccidental provincia de Jyber Pajtunjwa, pero los médicos le dijeron que quedaría postrada de por vida.
Bibi sufrió una fuerte depresión, convencida de que su familia la rechazaría por su discapacidad. Incluso pensó que no podría ocuparse de su hija, en especial dado que su esposo se enfermó de tuberculosis en 2012 y ella se convirtió en el único sostén de la familia. Pero sus temores eran infundados.
Actualmente, Bibi, quien reside en la atribulada Agencia de Waziristán del Norte, en las Áreas Tribales bajo Administración Federal (FATA), fronterizas con Afganistán, es una exitosa costurera y bordadora, y se hace cargo a la perfección de su pequeña familia.
Todo fue gracias al Centro para Parapléjicos de Peshawar (PPC, en inglés), el único de su tipo en Pakistán, donde Bibi realiza un tratamiento intensivo de fisioterapia. Además, ya muestra señales de recuperación. Pero eso no es lo único que la hace feliz.
“Su verdadera alegría es el oficio que aprendió en el centro”, contó su madre, Zar Lajta, a IPS. “Ya no nos preocupa su futuro”, acotó.
Según el director ejecutivo del PPC, Syed Muhammad Ilyas, la mayoría de las personas que sufren una lesión en la columna vertebral pierden la movilidad para siempre.
“A diferencia de otros huesos, la columna no solo mantiene derecho nuestro cuerpo sino que protege el tejido nervioso llamado médula espinal, que conecta al cuerpo con el cerebro”, explicó Ilyas a IPS.
Si se corta ese conexión, una persona puede volverse literalmente prisionera de su propio cuerpo, perder el control de esfínteres, así como el uso de las piernas. El aspecto físico de ese tipo de lesión basta para hundir al paciente en una profunda desesperación.
“Aunque no lo crean, 80 por ciento de nuestros pacientes son el sostén de sus familias”, indicó Ilyas. “Más de 90 por ciento son pobres” o viven con menos de dos dólares al día, explicó.
Por ello, es tan importante encontrar empleo a estos pacientes como someterlos a un tratamiento de fisioterapia que les permita recuperar el control de sus miembros.
La mayoría de las familias se desplazan entre 100 y 400 kilómetros para llegar al PPC, un esfuerzo siempre recompensado. Además del tratamiento y la capacitación, el centro ofrece atención psicológica grupal e individual como forma de ayudar al paciente a recuperar su dignidad y autoestima.
Ese fue el caso de Muhammad Shahid, de 40 años, quien sufrió una lesión en la columna en el distrito de Swat, en la provincia de Jyber Pajtunjwa en 2008.
“Tras una operación en un hospital estatal, me mandaron al CPP, donde aprendí a bordar”, contó a IPS. “Ahora trabajo en mi casa y gano unos 300 dólares al mes, con los cuales puedo educar a mis dos hijos y a mi hija”, relató.
El PPC fue creado en 1979 por el Comité Internacional de la Cruz Roja para ofrecer tratamiento gratuito a las personas heridas durante la intervención soviética en Afganistán, de 1979 a 1989. Luego, el gobierno pasó a administrar el centro y abrió clínicas en las áreas tribales.
El centro resultó una bendición para las miles de personas heridas en enfrentamientos armados entre insurgentes y las fuerzas del gobierno, las que desde 2001 luchan para controlar la región montañosa de Pakistán en la frontera con Afganistán.
El director general de los servicios de salud de Jyber Pajtunjwa, Wahid Burki, dijo a IPS que más de 40.000 personas, entre ellas 5.000 funcionarios de seguridad y 3.500 civiles, perdieron la vida desde 2005. Otras 10.000 resultaron heridas.
Además, alrededor de 90 por ciento de las personas que se atienden en el PPC resultaron heridas en conflictos.
“La mayoría de los pacientes tienen entre 20 y 30 años, es decir que forman parte del sector ‘más productivo’ de la población económicamente activa”, dijo Jan.[related_articles]
La mayoría de los jóvenes llegan al centro temiendo lo peor. Pero todos salen sintiéndose integrantes productivos de la sociedad, dotados de capacidades para ganarse la vida, pese a estar en silla de ruedas.
“Alrededor de 3.000 pacientes están prosperando”, indicó el funcionario. “De ellos, alrededor de 2.000 son mujeres” apuntó.
En un país donde el ingreso anual promedia los 1.250 dólares, según cifras oficiales, el costo del tratamiento de lesiones de médula supera ampliamente las posibilidades de la mayoría de las familias. En lugares como Estados Unidos o Europa, la rehabilitación de un paciente con este tipo de mal puede ascender a un millón de dólares.
Al ofrecer servicios de forma gratuita y desarrollar equipo y tecnología de bajo costo, el PPC cierra una enorme brecha en salud en un país muy desigual.
Ziaur Rehman, administrador del centro, dijo a IPS que hay planes de que el PPC se convierta en un “Centro de excelencia” para pacientes con lesiones de médula espinal de todas partes del mundo en los próximos cinco años.
Se espera crear un efecto multiplicador, que quienes reciban tratamiento en el PPC compartan lo aprendido con sus respectivas comunidades.
Un ejemplo de ese anhelo es Shahin Begum, de 24 años, quien ahora dirige su propio centro de bordado en el distrito de Hangu, en Jyber Pajtunjwa. Inmovilizada por una lesión de columna en 2011, recibió un tratamiento riguroso, al tiempo que aprendió computación y pintura de telas.
“Ahora enseño las técnicas a otras mujeres de mi barrio y mis hijos van a una buena escuela”, contó con satisfacción.
Editado por Kanya D’Almeida / Traducido por Verónica Firme