El campesino Rodolfo Razão obtuvo en 2010 el Derecho de Uso y Aprovechamiento de la Tierra (Duart) para 10 hectáreas, pero no puede cultivar más que siete. El resto lo ocupó una compañía sudafricana que produce soja, maíz y frijoles en unas 10.000 hectáreas en el noreste de Mozambique.
De nada sirvió quejarse a las autoridades del distrito de Monapo, donde vive, en la provincia de Nampula. A sus 78 años, no puede esperar mucho más.
Brígida Mohamad, viuda de 50 años, sufre por uno de sus siete hijos, cuya tierra también fue invadida por una empresa. “Mi hijo no tiene donde sembrar, no estamos vendiendo nuestras ‘machambas'» (granjas), protestó al recibir IPS en Nacololo, una localidad de Monapo en la que ha vivido siempre.
Estos son algunos ejemplos que explican el miedo con el que los campesinos imaginan el Programa de Cooperación Tripartita para el Desarrollo Agrícola de la Sabana Tropical en Mozambique, conocido como ProSavana, apoyado por las agencias de cooperación de Brasil (ABC) y de Japón (JICA).
Inspirado en la tecnología de agricultura tropical desarrollada en Brasil, ProSavana pretende aumentar la producción en el Corredor de Nacala, un área de 14,5 millones de hectáreas en el centro y norte de Mozambique, con un potencial agrícola similar al del Cerrado, la sabana brasileña.
De los 4,5 millones de habitantes de esta zona, 80 por ciento viven en la zona rural, una densidad muy grande comparada con la de Brasil y otros países, que ya despoblaron el campo modernizando la agricultura.
Pero en ciertos lugares del Corredor de Nacala se puede recorrer dos kilómetros sin ver una casa, ante la dispersión y el aislamiento de las familias que practican agricultura de subsistencia en terrenos que tienen en promedio 1,5 hectáreas.
La mandioca es la base de la alimentación aquí. También se cultiva maíz, calabaza, girasol y batata para el autoconsumo, y algodón, tabaco y acajú para la venta.
La perspectiva de convertir este Corredor en granero del país, incluso para la exportación facilitada por el puerto de Nacala, deberá intensificar los conflictos por la tierra, al atraer empresas volcadas a la producción en gran escala y alta productividad, en extensas haciendas que desplazan poblaciones tradicionales.
La llegada de esos grandes inversionistas es una desgracia, lamentó Mohamad, rechazando cambios que no se deben solo a ProSavana, pero que pueden acelerarse por su influencia.
Los campesinos no perderán sus tierras, el objetivo principal del programa es apoyar a los agricultores que ya están en el Corredor y mejorar sus técnicas productivas, aseguró a IPS el coordinador mozambiqueño de ProSavana, Calisto Bias.
Pero las comunidades locales sufrirán una ruptura en su modo de vida, porque los inversionistas traerán nuevas relaciones, de empleados y patrones, y los monocultivos jaquearán el hábito de “producir un poco de todo para su propia alimentación”, prevé Sheila Rafi, oficial de Recursos Naturales de la organización no gubernamental Livaningo.[pullquote]3[/pullquote]
Generar empleos por medio de inversiones y cadenas de valor constituye una de las “misiones” de ProSavana. Otra es modernizar y diversificar la agricultura con miras a aumentar la productividad y la producción, según el sitio web creado por el Ministerio de Agricultura.
Pero la amenaza más temida es la “usurpación” de tierras. Muchos buscan protegerlas tratando de conseguir el título del Duart, pero este no asegura nada, según los testimonios recogidos.
La ley mozambiqueña establece que toda la tierra es propiedad del Estado y no puede venderse o servir de fianza. Las personas físicas o jurídicas pueden solicitar el Duart al gobierno por un plazo de hasta 50 años.
Cerca de 250 campesinos de Nacololo se juntaron el 11 de diciembre frente a la residencia del jefe de puesto local, para exigir explicaciones sobre una alegada usurpación de cerca de 600 hectáreas por la empresa sudafricana Suni.
El distrito de Malema, a 232 kilómetros de la ciudad de Nampula, también vive días turbulentos. Allí operan grandes compañías agrícolas como la japonesa Nitori, algodonera que logró la concesión de unas 20.000 hectáreas, donde viven algunas familias que serán reasentadas.
Otra es Agromoz (Agribusiness de Moçambique SA), sociedad de capitales brasileños, mozambiqueños y portugueses, que produce soja en 10.000 hectáreas.
La falta de informaciones oficiales agrava las incertidumbres. “Solo escuchamos que hay un programa llamado ProSavana por los medios de comunicación y organizaciones de la sociedad civil, el gobierno aún no nos informó nada”, sostuvo Razão.
“No estamos en contra del desarrollo, pero queremos políticas que beneficien a los campesinos y que nos expliquen que lo que es ProSavana”, machacó Costa Estevão, presidente del Núcleo Provincial de Campesinos de Nampula.
El acuerdo triangular, de aparente complementariedad entre el mercado importador japonés, los conocimientos brasileños y las tierras de Mozambique, iniciado en 2011, ya reveló su fertilidad para las controversias.
Organizaciones sociales de los tres países se movilizaron para rechazar o reorientar ProSavana. Brasil quiere “exportar un modelo en conflicto”, según Fátima Mello, directora de relaciones internacionales de la organización brasileña FASE y activa participante de la Conferencia Triangular de los Pueblos frente al ProSavana, que tuvo lugar en Maputo en agosto.[related_articles]
Millones de campesinos sin tierra, un intenso éxodo rural, cruentas disputas de tierra, deforestación y consumo de agrotóxicos sin precedentes fueron el resultado de ese modelo que prioriza el agronegocio, el monocultivo para exportación y las grandes empresas, destacan los activistas, defendiendo la agricultura familiar como factor de seguridad alimentaria.
Un componente importante de ese modelo es el Programa de Cooperación Nipo-Brasileño para el Desarrollo de los Cerrados, iniciado en 1978 en el centro de Brasil y que ahora sirve de inspiración a ProSavana.
La tecnología que se transferirá a los agricultores del Corredor de Nacala proviene de Brasil. La Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria está capacitando a técnicos y gestores del Instituto de Investigación Agraria de Mozambique, en lo que constituye el primer proyecto de ProSavana, de 2011 a 2016.
Los demás componentes del programa, el plan director que evalúa las áreas y cultivos con buenas potencialidades en el Corredor y el Proyecto de Extensión y Modelos, también cuentan con participación brasileña decisiva.
Falta “un debate público profundo, amplio, transparente y democrático” con la sociedad, además de la evaluación del impacto ambiental exigida legalmente, protestaron 23 organizaciones y movimientos sociales mozambiqueños, apoyados por 42 entes internacionales, en una carta abierta a los gobernantes de Brasil, Japón y Mozambique, firmada en Maputo el 23 de mayo.
Los firmantes reclaman la suspensión inmediata de las acciones, la apertura de un diálogo oficial con todos los sectores sociales, la prioridad a la agricultura campesina y agroecológica y una política de soberanía alimentaria.
Todos los recursos destinados a ProSavana deben transferirse a la “definición y elaboración de un Plan Nacional de Apoyo a la Agricultura Familiar Sustentable”, concluyen.