Los avisos de propiedades en alquiler están por todos lados en la capital de Ghana. Pero en cada letrero hay una advertencia: cuídese de los agentes corruptos.
Con una población cada vez mayor y falta de vivienda para satisfacer la demanda, el mercado de alquileres en Accra carece de reglas claras.
Elvina Quaison es una gerenta de mercadeo que en 2011 llegó a esta nación del occidente africano desde Londres, con la esperanza de iniciar su propia empresa. Con 32 años en ese entonces, sabía que no quería vivir con familiares, pero no imaginó cuán caro podía ser residir en Accra.
Cuando llegó se instaló con una amiga, y luego de un par de meses empezó su búsqueda. “Muy rápidamente, mi presupuesto pasó de 200 dólares por mes a 400”, relató a IPS.
El jornal mínimo en Ghana es de 2,50 dólares, es decir unos 87 dólares por mes, y el salario promedio ronda los 400 mensuales.
Nana Osei, un joven de 25 años que acaba de graduarse, vive actualmente con su tía y busca un lugar para independizarse.
“Los alquileres son demasiado altos”, dijo a IPS, agregando que él gana apenas 75 dólares por mes.
El alquiler de un apartamento de dos dormitorios, por ejemplo, cerca del centro de la ciudad, puede partir de 200 dólares y llegar hasta incluso 2.000 en áreas más cotizadas. Esas propiedades suelen estar reservadas para trabajadores extranjeros cuyas empresas les pagan la renta.
“Las familias que tienen empleos regulares pueden obtener adelantos (para alquiler) de sus salarios. Y sobreviven con presupuestos ínfimos… a expensas de dar una buena educación a sus hijos y comidas decentes a sus familias”, dijo a IPS el líder de la minoría en el parlamento del Nuevo Partido Patriótico, Osei Kyei-Mensah-Bonsu.
Según el Servicio Estadístico de Ghana, la población en el área metropolitana de Accra aumentó de 2,9 millones en 2000 a cuatro millones en 2010, porque mucha gente se trasladó a la capital en busca de mejores perspectivas laborales. Sin embargo, se estima que la cantidad real de personas que viven en la ciudad es de por lo menos ocho millones.
El país tiene un déficit de vivienda de entre 1,5 y 1,7 millones de unidades, y el mercado está dominado por los dueños de las pocas viviendas decentes y disponibles para alquiler.
[related_articles]A la gente común le resulta cada vez más difícil poder pagarse el techo. Con una economía de rápido crecimiento –el producto interno bruto aumentó 15 por ciento en 2011–, los precios se incrementan a un ritmo más veloz que los salarios.
En julio se eliminaron los subsidios a los combustibles, y en octubre aumentaron los precios de los servicios públicos. La electricidad subió 78,9 por ciento y el agua 52 por ciento. En noviembre, el impuesto al valor agregado ascendió a 15 por ciento.
“Cada año solo podemos entregarle al mercado unas 40.000” unidades habitacionales, dijo Kyei-Mensah-Bonsu. “Por año se necesitan alrededor de 110.000, así que siempre hay un déficit de entre 60.000 y 70.000 anuales”.
En este contexto, “la demanda sin duda supera a la oferta. Y según una regla básica de la economía, cada vez que esto ocurre el precio del bien se dispara”, agregó Kyei-Mensah-Bonsu, quien también es urbanista.
En 1963 se aprobó una ley de control de alquileres para proteger a los inquilinos de desalojos injustos y precios excesivos. En julio de este año, parlamentarios propusieron enmendar esa norma, contemplando el actual clima en materia de vivienda.
Esto ocurrió luego de que Salifu Ameen, parlamentario por el distrito de Wa Este, urgió al gobierno que implementara la política nacional de vivienda, cuyo borrador fue elaborado hace siete años y que está destinada a abordar el déficit y a brindar una variedad de unidades habitacionales en todo el país, así como a regular los precios.
La nueva clase profesional ghanesa se encuentra en una situación incómoda, “porque ahora puede tener ese nuevo empleo de oficina y ese automóvil con aire acondicionado, pero no pagar el lujo de vivir a menos de 35 o 40 minutos del trabajo”, señaló Quaison.
“Hay que mudarse más lejos porque el alquiler y el costo de vida no son coherentes con el salario”, agregó.
Los precios de los alquileres están desregulados en los hechos. Es común que los inquilinos tengan que pagar el alquiler de uno y dos años por adelantado.
La familia de Johnet Darpoh posee unidades de menor costo en los suburbios de Accra, y las alquila desde hace unos 40 años. Según ella, los propietarios de cualquier lugar forman una asociación y deciden entre ellos qué precios fijar.
Kyei-Mensah-Bonsu también observó que los agentes evalúan el movimiento de los precios en un área dada y en base a eso determinan el valor, que incluye su comisión.
Mientras, Quaison continúa su búsqueda, solo que esta vez con un presupuesto mayor, pues ya sabe cuán rápidamente pueden acumularse los gastos. El deficiente servicio de agua implica que hay que comprar un tanque de respaldo y, si se puede, también un generador para cuando falla el suministro eléctrico.
“De repente, (vivir en) un barrio cerrado (que incluye el pago por servicios) pareció una idea realmente atractiva”, dijo Quaison.
Pero quienes no pueden darse ese lujo de pagar quedan en desventaja.
Darpoh señaló a IPS que “algunos se van a vivir con amigos o en una casa de familia, con muchas personas en una misma habitación”.
Hay lugares en los que “la gente duerme afuera, con sus hijos en el piso. Sería mejor si el gobierno pudiera ayudarlos”, añadió.
Hasta entonces, más gente pobre saldrá perdiendo y no podrá encontrar una vivienda decente.
“Quienes tienen ingresos muy bajos viven principalmente en edificios en construcción o que no tienen agua, electricidad o inodoros”, dijo Osei.