La primavera del pueblo tubu estalla en el desierto de Libia

Milicianos tubu en su base en la localidad de Murzuq, en el sur de Libia. Crédito: Karlos Zurutuza/IPS

“¿Hay algo más satisfactorio que enseñar a escribir a los tuyos en su propio idioma?”, exclama Abdel Salam Wahali. Es profesor de tubu, una lengua milenaria que experimenta un auténtico auge en la Libia posterior al régimen de Muammar Gadafi.

“Las clases son de 5:00 a 7:30 de la tarde porque los niños van al colegio por la mañana», explica Wahali a IPS en la escuela de Murzuq, una ciudad a unos 800 kilómetros al sur de Trípoli, capital del distrito del mismo nombre.

“Por el momento, la educación formal se imparte en árabe, pero todo llegará», matiza este maestro voluntario de 38 años.

Distribuidos por la inhóspita región donde confluyen las fronteras de Libia, Chad y Níger, los tubus fueron víctimas de brutales campañas de “arabización” bajo el régimen del asesinado Gadafi (1969-2011), que buscaban eliminar las culturas y lenguas originarias.

Asimismo, muchos tubus fueron despojados de sus documentos de identidad y eso los privó de atención médica, educación y trabajo.

“La nuestra es una carrera contra el reloj para la que no contamos con ninguna ayuda del gobierno libio. Aun así, estamos satisfechos con los resultados», apunta Wahali, quien también enseña francés.

La falta de ayuda de Trípoli que menciona el docente la detalló a IPS días antes Adam Rami Kerki, líder de la Asamblea Nacional Tubu, la principal organización política de este pueblo en Libia.[pullquote]3[/pullquote]

“Si bien hoy en día no sufrimos persecución, el actual gobierno insiste en identificar a Libia como país ‘árabe’, lo mismo que hacía Gadafi», denunció Kerki en su despacho en Trípoli.

“¿Qué determina que un individuo sea árabe: su color de piel, su religión, su lengua?”, se preguntó.

“Lo que está claro es que nosotros no somos árabes pero sí libios. De hecho, se han encontrado rastros humanos en nuestra región que datan desde hace más de 30.000 años», añadió tajante el líder tubu, al subrayar el estigma que todavía supone ser negro en Libia.

Lo cierto es que todo el país sufre de una inestabilidad permanente, acrecentada tras los sangrientos episodios de violencia desatados el 15 de este mes en Trípoli, que se saldaron con decenas de muertos y centenares de heridos.

Los tubus contemplan la trágica deriva de Libia desde cierta distancia, confiando en que su propia milicia sea capaz de responder ante una eventual agresión.

Saben que la estabilidad en su región es clave para poder subirse al tren del siglo XXI que, de momento, tiene paradas incluso en este desierto inmisericorde.

Una de ellas es el centro social de los “Hijos del Sahara”, la principal organización para el despertar cultural de este pueblo. En el lugar, voluntarios ofrecen clases de inglés, francés e Internet para todo aquel que disponga de tiempo.

Hasán Egi, uno de sus coordinadores, subraya la importancia que tiene el acceso a Internet para la que describe como “la región más inhóspita de uno de los países más aislados de la Tierra”.

“Los libios pensábamos que vivíamos en el mejor país del mundo hasta 1997, cuando llegó la televisión por satélite. El acceso a Internet es como una nueva revolución para nosotros”, describe a IPS este joven de 31 años mientras se pasea entre las 10 computadoras del centro.

Ante una de ellas se sienta Adam Kukin. A sus 14 años es capaz de guiar un rebaño de 100 camellos a través del desierto. Pero además, a diferencia de sus padres, sabe leer y escribir en su lengua e incluso domina las redes sociales.

“Gracias a Internet puedo saber lo que pasa fuera de aquí, y en cualquier parte del mundo», asegura el adolescente.

Un aliado imprescindible

Sea como fuere, la “primavera tubu” trasciende las cuatro paredes de las aulas y del centro cultural para extenderse por toda la región suroccidental libia de Fezán, o Zalaa en tubu. Iniciativas como el periódico Sodur Zalaa (El Eco de Zalaa) o la revista Labara Zalaa (Noticias de Zalaa) son vehículos para esa proyección.

La revista echó a andar justo cuando Gadafi perdía el control del sur del país, como casi todo lo relacionado con el auge de esta cultura.

“Empezamos con 500 ejemplares en agosto de 2011, hasta llegar a los 2.000 que imprimimos actualmente», explica a IPS su orgulloso impulsor y editor, Ahmed Kuki.[related_articles]

En su último número trae noticias, entrevistas, crucigramas, canciones e incluso un reportaje desde el actual centro neurálgico de la cultura tubu, las montañas Tibesti, mayormente localizadas en el norte de Chad.

“Le debemos mucho a Kandamai. Nada de esto habría sido posible sin su trabajo y la inyección de moral que nos ha dado», asegura Kuki.

Kandamai, “ambicioso” en lengua tubu, es el seudónimo con el que todos conocen a Mark Ortman, un lingüista estadounidense que se estableció en la región tubu de Chad hace ya 20 años. Su objetivo fue desarrollar un alfabeto que pusiera la lengua sobre el papel y contribuyese a la alfabetización de este pueblo.

“Opté por una adaptación del alfabeto latino, que ha de servir de puente entre la lengua tubu y la alfabetización en francés, la lengua oficial de Chad», explica Ortman a IPS por teléfono, desde su base en la región de Tibesti, en la que vive con su mujer y sus cinco hijos, el último de ellos nacido en Chad.

Ortman insiste en que el futuro de los tubus de Libia pasa por “seguir resistiendo la asimilación que llega desde el mundo árabe, para conservar así sus rasgos identitarios, históricos y culturales».

Por el momento, la determinación de este pueblo parece más que probada, en parte gracias a la altruista iniciativa de la familia Ortman, para la que el pueblo tubu es su apuesta vital.

“Nuestros hijos crecieron entre los tubus; formamos parte de esta comunidad, y cuanto más aprendo más consciente soy de que compartimos los mismos valores de libertad, secularidad y democracia, en el sentido de que cada uno es libre de escoger vivir como más le guste», explica Ortman.

Al ayudar a este pueblo a escribir su historia, Ortman, o Kandamai, quizás ya forme parte de ella.

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