Con el objetivo de mantener el superávit comercial, Argentina persiste en un control discrecional de sus compras externas que, si bien resulta virtuoso para la industria nacional, es cuestionado por importadores, socios del Mercosur y los países ricos.
“Lo que hay en Argentina hoy es una guerra para proteger el trabajo, de ahí la necesidad de administrar el comercio”, dijo el empresario textil Marco Meloni en conversación telefónica con IPS desde Italia, a donde viajó para vender sus camisas “Premium”.
“No es que no importemos, sino todo lo contrario. Somos mucho mejores clientes para el mundo que hace 10 años. Pero hay que tener cuidado con la superproducción mundial de Asia”, advirtió en alusión a los sobrantes que genera la persistente crisis de la Unión Europea (UE) y de Estados Unidos.
Al salir al exterior a vender sus productos, encuentra camisas confeccionadas en Asia a muy bajo precio.
“Mis camisas son competitivas en Estados Unidos, Canadá, México, Brasil, Portugal y España”, enumeró. Pero en muchos de esos países no compite con la industria local sino con la permeabilidad de sus fronteras frente a mercaderías de China o Bangladesh.
“La camisa hecha con trabajo esclavo cuesta menos de la mitad”, denunció.
El empresario, presidente de la Fundación Pro Tejer, añadió que el salario de un operario textil en Argentina equivale a unos 1.400 dólares mensuales, y con las cargas correspondientes le cuestan a la empresa 1.800. En otros países puede ser 40 veces menor, aseguró.
La falta de acceso al financiamiento internacional y la pérdida de reservas monetarias llevaron al gobierno centroizquierdista de Cristina Fernández a decidir medidas para mantener una balanza comercial favorable.
[pullquote]3[/pullquote]Las reservas de Argentina bajaron de 52.654 millones de dólares el 26 de enero de 2011, cuando alcanzó el monto mayor en la historia del país, a poco más de 36.000 millones en la actualidad, según datos del Banco Central. El presidente Néstor Kirchner, esposo y antecesor de Fernández fallecido en 2010, inició su mandato en mayo de 2003 con menos de 12.000 millones de dólares.
Hasta ahora Fernández ha logrado el equilibrio comercial a fuerza de restringir las compras externas y la venta de divisas.
El superávit comercial de Argentina alcanzó los 5.000 millones de dólares en el primer semestre de este año, según datos de la Cámara Argentina de Comercio. Pero se alerta que ese resultado positivo es 26 por ciento más bajo que en igual período de 2012.
Para algunos importadores, la alternativa que aceptan las autoridades es compensar compras con ventas externas. Así crecieron los acuerdos entre productores para, por ejemplo, exportar vinos a cambio de importar partes de motocicletas.
La puja por mantener el equilibrio entre exportaciones e importaciones en Argentina provoca protestas de la UE, cuyo órgano ejecutivo emitió el 2 de este mes un informe que coloca a este país en el primer lugar de las economías emergentes que aplican más medidas proteccionistas. También motiva quejas desde Estados Unidos y de socios en el Mercosur (Mercado Común del Sur), especialmente de Uruguay y Brasil.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe, en su último Panorama de la Inserción Internacional, también señaló que Argentina atraviesa “su período más activo en términos de litigios” comerciales con Estados Unidos, la UE y Japón.
Pero a estos reclamos, Argentina responde con denuncias similares respecto de barreras para la venta de carne y limones a Estados Unidos y trabas a sus exportaciones de biodiésel a la UE.
Argentina aumentó fuertemente sus exportaciones en la última década, al igual que las importaciones pese a las regulaciones. En 2003 se compraba por 13.850 millones de dólares y en 2012 ese rubro había crecido a 68.507 millones.
Pero la política de administración del comercio causa malestar externo e interno. Para los importadores resulta engorroso y arbitrario depender de declaraciones juradas anticipadas de sus compras, que pueden ser aprobadas o no por el Estado.
“Sin acceso al crédito externo y sin un flujo importante de inversiones extranjeras, Argentina requiere de un fuerte superávit comercial y eso se traduce en un estricto control de importaciones”, explicó a IPS el economista Mauricio Claveri, coordinador de comercio exterior de la consultora Abeceb.
Hasta hace un tiempo la administración del comercio apuntaba a sectores sensibles, a fin de lograr la reindustrialización, pero ahora esa política tiene “un doble rol”, señaló.
Por un lado proteger a ciertas industrias, pero sobre todo regular importaciones. Este país debe pagar deudas en dólares y tiene vedado endeudarse en bonos por el cese de pagos que decretó a fines de 2001.
Las regulaciones sirven a empresas que producen para el mercado interno, pero no atraen inversiones de firmas multinacionales, que temen no poder importar insumos, explicó Claveri.
Esta política, que la propia Secretaría de Comercio considera transitoria por los compromisos ante la Organización Mundial del Comercio, genera incertidumbre. “Se piensa mucho antes de aumentar la escala productiva”, alertó.
Sin embargo, también beneficia provisoriamente a sectores que quedan a salvo de los saldos exportables del exterior, como las industrias de juguetes, calzado, textil, maquinarias y herramientas, admitió.
Meloni admitió dificultades para comprar máquinas en el extranjero y que los exportadores están obligados a compensar esas adquisiciones con ventas externas. Pero destacó que su empresa textil tenía 30 empleados en 2002 y ahora tiene 120.
[related_articles]El economista Ariel Schale, asesor de la Fundación Pro Tejer, explicó a IPS que, gracias a la administración del comercio, la industria textil argentina multiplicó por cuatro sus compras al exterior en los últimos 10 años.
Schale remarcó que la producción del sector se duplicó en los últimos 10 años y que la cantidad de personal empleado pasó de 240.000 en 2002 a 400.000 en la actualidad. “Y lo hacemos importando telas y máquinas, pues no se obtura el ingreso de mercaderías”, afirmó.
Otro sector que creció en estas condiciones es el de las motocicletas. En 2002 se vendían en Argentina unas 30.000 unidades, muchas de ellas importadas, y este año se prevé que lleguen a 800.000 y todas fabricadas en el país.
“Se arman en el país aunque tienen solo 30 por ciento de partes nacionales”, declaró a IPS el director ejecutivo de la Cámara Industrial de la Moto, Daniel Tigani, otro que defiende las protecciones.
Tigani aseguró que los empresarios se reúnen cada tres meses con autoridades de la Secretaría de Comercio para establecer qué se importa y también intervienen en esa decisión otros organismos del Estado que controlan que no se disparen los precios internos.
“La importación no genera empleo, mientras que la producción local sí. Y eso no significa que no se importe, porque el componente principal de las motocicletas se compra en el exterior. En 2012 se vendieron más de 650.000 y este año se crecerá 20 por ciento”, subrayó.
Tigani agregó que en 2003 casi no había industria local de bicicletas. Entonces se adoptaron normas de seguridad técnica similares a las que se aplican en países desarrollados, que no pueden ser objetadas como trabas comerciales.
“Eso fue la resurrección”, destacó. “Hoy se venden un millón de bicicletas y apenas dos por ciento son importadas”, dijo.
Se crearon 3.000 empleos directos en el sector de las bicicletas y, si se incluye el mercado de reposición, los beneficios llegan a unas 15.000 familias, todos pequeños empresarios, afirmó.