El equipo de transición del presidente electo de Irán, Hasán Ruhaní, se dedicó la semana pasada a sosegar las expectativas sobre una rápida recuperación económica, señalando que la situación es mucho peor de lo que se pensaba.
Al mismo tiempo, el gobierno saliente de Mahmoud Ahmadineyad le pintaba un cuadro optimista del futuro al líder supremo iraní, Alí Jamenei.
Dejando a un lado la política, es difícil imaginar mayores dificultades de las que afronta Ruhaní para recuperar la economía, especialmente si no se alivian las sanciones internacionales.
Los números
En 2008, la administración de Ahmadineyad dejó de publicar información sobre la renta nacional en el balance general del Banco Central, poniendo así en las sombras el indicador más importante: la tasa de crecimiento económico.
Los informes sobre la inflación y el desempleo se hicieron más regulares, pero perdieron credibilidad debido a que se volvieron más confusos y comenzaron a centrarse solo en los aspectos positivos.
La semana pasada, el Banco Central anunció una tasa de inflación de 35,9 por ciento para el mes del calendario iraní que terminó el 21 de junio, pero se trataba de la acumulada en los últimos dos años.
En realidad, el índice de precios al consumo creció 50 por ciento en los últimos 12 meses.
[related_articles]Informes del gobierno indican que el desempleo se mantiene firme, entre el 11 y 12 por ciento. Esto da una imagen de una situación laboral segura, aunque datos oficiales en realidad muestran lo contrario.
Los últimos dos censos en Irán, en 2006 y 2011, revelan un incremento de la tasa de desempleo en las personas económicamente activas de entre 20 y 54 años, pasando de 11,5 a 15,4 por ciento. Por obvias razones, estas cifras no fueron parte del informe del gobierno saliente al líder supremo.
Desafíos y oportunidades
Quizás la mayor sorpresa para el equipo de transición fue el presupuesto nacional, que heredará en dos semanas. El alto consejero de Ruhaní y jefe del equipo, Akbar Torkan, dijo que no identificó fuentes confiables de ingresos para cubrir 38 por ciento del gasto público.
Esto da una pauta del más grande desafío inmediato del gobierno entrante: controlar la inflación cuando las finanzas públicas están en aprietos.
Pero, si bien hereda una economía en profunda crisis, hay algunas cosas por las cuales Ruhaní se puede sentirse agradecido con su predecesor.
La primera es la reforma al sistema de subsidios. Hace tres años, Irán era el país con el uso menos eficiente de la energía, ya que tenía los precios más bajos del mundo.
Alrededor de cuatro millones de barriles de petróleo y el equivalente en gas eran distribuidos anualmente entre los consumidores locales (el doble de lo que se exportaba) gracias a altos subsidios.
Pero, en enero de 2011, el presidente Ahmadineyad se embarcó en una firme reforma para reducir drásticamente los subsidios a la energía y usar en cambio ese dinero en programas sociales de transferencia de efectivo.
A pesar de que los precios se mantienen congelados desde 2011, la reforma redujo el consumo de energía.
Pero lo más importante es que las transferencias de efectivo, que benefician a 97 por ciento de la población, han sido un suplemento clave para sostener la débil red de seguridad social del país y para aliviar el impacto que tienen en los pobres las sanciones internacionales.
Ruhaní podría mejorar el programa seleccionando mejor a los beneficiarios.
Por otra parte, en septiembre, la moneda iraní, el rial, colapsó luego de que se endurecieran las sanciones internacionales contra las exportaciones petroleras de Teherán.
Hace apenas dos semanas, el rial fue depreciado oficialmente en más de 100 por ciento, lo que permitirá a Ruhaní iniciar su gobierno con una tasa de cambio más realista.
Antes de la depreciación, las monedas extranjeras, más baratas, afectaban la producción local iraní, lo que a su vez impedía un aumento de la tasa de empleo.
Los productores iraníes ahora están en una mejor posición para competir, pero su limitado acceso a la economía global, debido a las sanciones, es un gran obstáculo.
Por tanto, lograr que las potencias occidentales alivien las sanciones, como prometió Ruhaní en su campaña, será esencial para la recuperación económica.
Ayuda a bancos insolventes
El año pasado, el gobierno de Ahmadineyad permitió que los bancos cobraran tasas de interés más altas de los límites antes fijados por la propia administración, de entre 12 y 14 por ciento.
Además, las bajas tasas de depósitos y la inflación eran la principal razón por la cual los depositantes apelaban a las monedas extranjeras, al oro y a los inmuebles para proteger sus ahorros.
Con tasas de interés más altas, los bancos iraníes podrán contar con más dinero y así brindar créditos al sector empresarial.
Ruhaní prometió un gobierno de “experiencia y esperanza”, que tenga “llaves para abrir puertas”. Hay razones para esperar mejoras en la economía iraní durante los primeros 100 días de la Presidencia, pero después no hay nada seguro.
La postura moderada de Ruhaní ya trajo beneficios en términos de menores expectativas de inflación, lo que ha estabilizado el mercado de divisas, permitiendo el gradual retorno de los ahorros privados a los bancos y por lo tanto aliviando la crisis de liquidez que inmovilizó al sector de negocios iraní.
Devolviendo esperanza
Se prevé que el equipo económico del presidente, que será anunciado la próxima semana o la siguiente, esté conformado por experimentados economistas, que fortalecerán la confianza entre los diversos actores del país.
Pero, para devolver la esperanza, Ruhaní debe hacer más: tiene que crear empleos.
Solo podrá haber más puestos de trabajo si los productores iraníes pueden exportar o invertir en bienes que sustituyan importaciones.
Sin embargo, su capacidad para lograrlo está seriamente limitada, si no anulada del todo, por las sanciones internacionales, que cierran las puertas a la economía mundial.
La llave para abrir esa puerta no está, lamentablemente, en las manos de Ruhaní, sino en las de las potencias de Occidente y en las del líder supremo Jamenei, quienes pueden decidir si habrá un acuerdo sobre el programa nuclear iraní.
Ruhaní tiene una pequeña ventana de menos de dos años para demostrarle a su pueblo que los moderados, dispuestos a dialogar con el mundo, pueden conducir mejor el barco que los radicales aislacionistas.
Tiene la oportunidad histórica de dar una lección que sería importante no solo para Irán, sino para todo Medio Oriente.
Pedir sanciones más severas contra Teherán, como hacen algunos en Occidente, pondría en riesgo esta oportunidad única.
Djavad Salehi-Isfahani es profesor de economía en Virginia Tech e investigador no residente de la Brookings Institution.