La sospecha de que en el avión del presidente de Bolivia, Evo Morales, volaba el excontratista de inteligencia estadounidense Edward Snowden, nuevo enemigo público número uno de Washington, creó un incidente internacional sin precedentes.
Cuatro países europeos, Francia, Italia, España y Portugal, negaron ingreso a su espacio aéreo al avión presidencial de Morales, que viajaba de regreso desde Moscú a La Paz.
Precisamente en el aeropuerto moscovita de Sheremétievo, Snowden permanece en tránsito y como apátrida tras revelar una gigantesca operación mundial de espionaje de telecomunicaciones a cargo de la Agencia Nacional de Inteligencia de su país (NSA, por sus siglas en inglés).[related_articles]
El avión de Morales debió aterrizar obligado en Austria, donde quedó varado 14 horas. Los gobiernos involucrados se escudaron en cuestiones técnicas y, tras horas de febriles negociaciones, le permitieron retomar vuelo.
Al parecer, durante esas horas se habría efectuado algún tipo de inspección de la aeronave y de los pasajeros, cuyo alcance no está claro. Pero al cabo, el vicecanciller austríaco, Michael Spindelegger, aseveró que en el avión solo había «ciudadanos bolivianos».
En todo caso, el incidente viola disposiciones del derecho internacional que aseguran inmunidad a los viajes oficiales de dignatarios. Diplomáticos bolivianos denunciaron ante la Organización de las Naciones Unidas un intento de «secuestro» de Morales, y las iras se extendieron por las capitales sudamericanas.
Para este jueves 4 está anunciada una cumbre extraordinaria de la Unión de Naciones Suramericanas en la ciudad boliviana de Cochabamba, como «desagravio» al humillado presidente.[pullquote]3[/pullquote]
Morales, que coincidió con otros mandatarios de la región en una reunión sobre petróleo y gas en Rusia, había expresado simpatía por la situación de Snowden. Este viene efectuando desesperados intentos de obtener asilo en algún país, desde que el suyo le canceló el pasaporte y lo acusó de espionaje.
En los últimos días, Snowden envió cartas a 21 gobiernos solicitando asilo, pero ninguna ha sido contestada favorablemente.
Washington no ocultó sus gestiones para bloquear cualquier intento de asilar al joven informático de 30 años.
Pero la portavoz del Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos, Jen Psaki, evitó responder este miércoles 3 la pregunta de si las comunicaciones entre la Casa Blanca y los países europeos involucrados habían conducido al desvío del avión de Morales. «Pregúntenle a ellos», fue su respuesta.
Psaki se limitó a reconocer que hubo contactos con «una gran cantidad de países» sobre la situación de Snowden.
Es evidente que algunos de esos contactos dieron sus frutos. Tras recibir una llamada del vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, el mandatario de Ecuador, Rafael Correa, desautorizó a un cónsul de su gobierno que había emitido un salvoconducto para que Snowden abandonara Moscú.
El cónsul está destacado en la embajada de Ecuador en Gran Bretaña, donde permanece alojado desde junio de 2012 el director de Wikileaks, el australiano Julian Assange. El gobierno ecuatoriano le concedió asilo en agosto del mismo año.
Aunque no se sabe con exactitud el papel que jugó Washington en el incidente con Morales, «cuesta creer que no ejerciera presión para confirmar si Snowden estaba en el avión, como al parecer se sospechaba», dijo a IPS la analista Coletta Younger, de la no gubernamental Oficina en Washington para América Latina.
«Fue un enorme error táctico y una violación del protocolo diplomático», añadió. Pero «constituye un potente mensaje: cualquiera que acepte a Snowden afrontará serias repercusiones desde Estados Unidos».
Para Younger, el incidente podría inclusive «ser contraproducente», pues «los latinoamericanos están tan indignados, que podría facilitar la decisión de refugiar a Snowden», opinó.
Para Michael Shifter, presidente de Diálogo Interamericano, un centro de análisis dedicado a las relaciones continentales, o «Estados Unidos tuvo algo que ver con la decisión (de negar el espacio aéreo) o esta se tomó por solidaridad» con Washington.
«Es posible que tomaran la medida solos, por mero reconocimiento de cuán serio es este asunto para Estados Unidos», añadió.
Por lo general, una medida tan drástica podría constituir una «declaración de guerra», pero este «no parece el caso», dijo Shifter.
Lo cierto es que se trató de una «exageración extrema» y, sea lo que sea «que se opine de Snowden o de Morales, fue irrespetuosa del derecho internacional», agregó.
El incidente «es terrible en términos políticos y desproporcionado», juzgó Shifter. Además, «refleja la mentalidad paternalista de países más poderosos» que se sienten habilitados a «acosar a los más débiles».
Shifter no coincidió con Younger acerca de que este episodio pueda desembocar en que Snowden obtenga refugio en América Latina.
«En definitiva esto muestra cuán seriamente se toma Estados Unidos este asunto», opinó.
«Puede ser tentador aceptar a Snowden para molestar a Washington, pero en una decisión de ese tipo se han de evaluar las consecuencias. Estados Unidos, con todas sus debilidades, sigue siendo Estados Unidos».