La Hermandad Musulmana concretó un sueño largamente acariciado cuando llegó al poder el año pasado. Había sido discriminada desde que Gamal Abdel Nasser asumió la presidencia, en 1956, hasta el fin de la era de Hosni Mubarak (1981-2011).
Anwar El Sadat, presidente asesinado en 1981, le dio cierta libertad a la agrupación luego de asumir las riendas del país, en 1970, pero esta medida tuvo un efecto bumerán: quienes lo mataron eran islamistas radicales.
La Hermandad Musulmana es el movimiento islámico organizado más antiguo y más grande de Egipto. Su ideología se basa en las enseñanzas de su fundador, el imán Hassan Al Banna, quien la creó en los años 20.
Influyó en movimientos islamistas de todo el mundo, con su modelo de activismo político combinado con tareas de caridad. Su trabajo se financia con contribuciones de sus miembros, a quienes se les requiere asignar a la causa una porción de sus ingresos.
“Se trata de participación, no de monopolización”, dijo Mohammad Badie, guía supremo de la Hermandad Musulmana, antes de las elecciones parlamentarias de 2011, en las que la agrupación obtuvo 356 de los 498 escaños.
“Pero pese al poder político de la Hermandad, esta prácticamente no ejerce ningún control”, dijo Jalid Ali, candidato presidencial en 2011, en entrevista con IPS. Él acusó al movimiento de excluir a otros grupos opositores y de concentrar la autoridad en sus manos.
Los islamistas, dijeron, están “sedientos de poder y llenos de temor”. La Hermandad Musulmana comparte la autoridad solo con sus aliados de grupos salafistas que tienen antecedentes como “yihadistas” (combatientes islámicos), dijo.
Los movimientos islamistas carecen de eficiencia administrativa y experiencia política, sostuvo. Confiarles la administración condujo a la desintegración del Estado, y a temores de un conflicto civil.
Mientras, muchos millones de egipcios adhirieron a la campaña del “Tamarrod” (rebelión), que reclama elecciones presidenciales anticipadas para el 30 de este mes, fecha del primer aniversario de Mohammad Morsi en el poder.
[related_articles]Jalid Ali, quien trabajaba como defensor de los derechos laborales, enfatizó que la Hermandad Musulmana puede evitar las manifestaciones planeadas para esa fecha anunciando serias reformas para todo el pueblo egipcio, y no solo para un grupo selecto. De no ser así, a Morsi le resultará difícil controlar la ira de la población, dijo.
Tras llegar al poder el 30 de junio de 2012, Morsi empezó a reemplazar a altos funcionarios por miembros de su agrupación. Muchos de sus críticos sostienen que esto dividió a Egipto en dos: egipcios e islamistas.
El 17 de este mes, Morsi designó a siete integrantes de la Hermandad Musulmana entre los 16 nuevos gobernadores. Según algunos críticos, el recambio fue apenas el ejemplo más reciente de los intentos del movimiento islamista por monopolizar el poder y excluir a otras fuerzas políticas del proceso de toma de decisiones.
Los nuevos nombramientos incluyeron la controvertida decisión de conceder la gobernación de Luxor a un miembro del grupo islamista de línea dura Al-Gamaa Al-Islamiya.
La medida desató la indignación pública, dado que se cree que este grupo fue el que en 1997 orquestó el ataque contra el Templo de Hatshepsut, en la ribera occidental del río Nilo, frente a Luxor, matando a 58 turistas extranjeros y a cuatro egipcios.
Las nuevas designaciones también generaron una ola de protestas en varias gobernaciones, así como enfrentamientos entre partidarios de la Hermandad Musulmana y sus opositores.
Esto se sumó al malestar general en todo el país. Previo a las manifestaciones previstas para el 30 de este mes, continúan estallando enfrentamientos en todo el territorio nacional entre partidarios de Morsi y activistas rebeldes.
Hubo más medidas para ocupar altos puestos con integrantes de la Hermandad Musulmana. Morsi pasó más de tres semanas buscando a su primer ministro, y luego nombró a Hisham Qandil, para terminar poniendo tanto la autoridad ejecutiva como la legislativa en manos del movimiento islamista.
Kamal El Helbawi, exdirigente de la Hermandad Musulmana, dijo a IPS que el hecho de que el presidente no cumpliera sus promesas y su mal desempeño son los factores más importantes que apuntalan la indignación pública, así como su deseo de derrocarlo el 30 de junio.
“Él no fue franco con el pueblo egipcio”, declaró. Los fracasos de Morsi empezaron tempranamente, sostuvo, y los aliados que lo habían apoyado lo abandonaron después de que se retractó de sus promesas.
“Ahora, el mayor problema es que el presidente cree que el rol no-islamista terminó al finalizar la revolución”, dijo El Helbawi a IPS.
Según él, Morsi olvidó que los enemigos de hoy fueron los aliados y los socios de ayer en la revolución.