Nora Padilla, una de las seis ganadoras este año del Premio Ambiental Goldman, dedica sus días a fortalecer la organización de los recicladores de basura de la capital colombiana, cuyos ocho millones de habitantes apenas ahora comienzan, con reticencia, a hacer la selección de los residuos en la fuente.
En síntesis, los recicladores de residuos sólidos de Colombia son hoy al fin reconocidos por el Estado, tras 10 años de una batalla legal que encontró eco en la Corte Constitucional. Y no solo como sujetos de derechos, en uno de los países con mayor desigualdad social del mundo.
Así, por ahora los recicladores de Bogotá son los únicos reconocidos como proveedores de servicios públicos, trabajo por el cual reciben de la alcaldía desde marzo de 2013 el equivalente a unos 44 dólares por el transporte de cada tonelada de residuos sólidos recolectada y entregada.
Este ingreso se suma al tradicional que se recibe en este oficio por la venta por peso de material reciclable seleccionado a los bodegueros (intermediarios), su limpieza y procesamiento parcial, entre otras etapas de la recuperación.
Hasta ahora, solo los grandes consorcios privados recibían un pago por transportar la basura, en una industria que recolecta diariamente 7.700 toneladas de residuos.
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«Estamos muy contentos porque ese logro de los recicladores de Bogotá aplica en todo el país», dijo Padilla a IPS.
«Esta victoria -porque es una victoria que después de tantos años de lucha se reconozca y valore el trabajo de los recicladores, que se haga justicia social con la remuneración- es un logro que está siendo visto por el resto del mundo», agregó.
Padilla lidera la Asociación de Recicladores de Bogotá (ARB), organización pionera surgida en 1987 y que agrupa, en alianza de gremio, a unos 5.000 trabajadores del sector.
«Los recicladores en todos los continentes, en todos los países que conocemos, están diciendo: sí es posible, nosotros también queremos» conseguir el esquema que se comienza a aplicar en la capital colombiana, indicó.
«Este no es un logro solo de los recicladores de Bogotá, es de los recicladores del mundo», sentenció.
«Le damos las gracias a la ciudad, porque la ciudad empezó a reconocernos y a decir: los recicladores tienen derecho y preferimos a los recicladores», expresó en conversación telefónica desde la occidental ciudad estadounidense de San Francisco, a donde llegó para recibir el Premio Goldman, también conocido como el Nobel ambiental.
Los galardones fueron entregados el 15 de este mes en la célebre Opera House a los campeones de este año en Basura Cero, un movimiento global que busca reducir los residuos que llegan por billones de toneladas a vertederos e incineradores en todo el mundo.
Padilla se define como «una recicladora de base, lo cual significa que ofrezco un servicio público esencial». Calcula que la labor manual de las personas como ella reúne 100 veces más material reciclable que la industria formal en Bogotá.
El secreto es que el negocio de esta industria ha consistido, hasta ahora, en llevar la basura a un relleno sanitario gigantesco al sur de la ciudad, llamado Doña Juana, para lo cual les pagan por peso, de manera que separar los reciclables no es prioridad de estos consorcios.
El relleno se creó en 1988 y está al borde de su capacidad. En los últimos años han sido recurrentes las denuncias por el vertido de lixiviados (líquidos en descomposición) de Doña Juana al vecino río Tunjuelo, afluente del río Bogotá, que a su vez desemboca en el río Magdalena, el cual recorre el país de sur a norte.
En Estados Unidos, las latas de aluminio y acero, papel, material impreso, vidrio y plástico que no se reciclan equivalen a la energía anual de 15 centrales eléctricas medianas, según el Premio Ambiental Goldman. En Colombia esos cálculos no existen.
«Empecé desde muy niña a trabajar en reciclaje. A los siete u ocho años yo ya iba a los botaderos o a El Cartucho», un sector deprimido del centro bogotano, contó Padilla.
Padilla lo cuenta con orgullo: la primera decisión de la asociación fue garantizar que los hijos e hijas de los afiliados no tuvieran que salir a rebuscar basura. Para ello, entre todos pagaron el sueldo de varias mujeres integrantes de la ARB para que cuidaran a los niños mientras los adultos hacían su duro trabajo.
Se calcula que unas 25.000 personas en Bogotá viven de los elementos reciclables que encuentran en la basura para venderlos en alguno de los 1.361 lugares de acopio que existen, 93,9 por ciento de los cuales solo se dedican a seleccionar y clasificar.
El Censo de Recicladores Bogotá 2012, promovido por la alcaldía, contó 13.984 personas organizadas, 68,7 por ciento de las cuales son hombres. Más de la mitad del total tiene entre 26 y 50 años de edad, 10 por ciento más de 60 años, 5,2 por ciento son menores de 18 y 14,8 por ciento entre esa edad y 25 años.
Pero ese trabajo no contempló a la población flotante del sector, incluyendo habitantes de la calle y no asociados.
El 21 de marzo ocurrió un hecho histórico en Colombia, que llamó la atención del jurado del Premio Goldman: 790 recicladores recibieron, por primera vez, un pago por haber transportado durante dos meses 5.700 toneladas de basura reciclable hasta las bodegas. Días después se repitió lo mismo para otras cerca de 700 personas.
El nuevo esquema fue diseñado para acatar una sentencia de tutela de la Corte Constitucional en 2011, que ordenaba desarrollar acciones de inclusión a favor de la población recicladora de Bogotá.