Empañados por el polémico uso que Estados Unidos les da en su «guerra al terrorismo», los «drones» (vehículos aéreos no tripulados) tienen un potencial casi ilimitado de usos en investigación científica. La palabra inglesa "drones" se refiere a aviones teledirigidos, los mismos que Estados Unidos emplea, fuertemente armados, para asesinar a presuntos terroristas y que han causado muchas muertes civiles en Afganistán, Pakistán, Somalia y Yemen.
Más de 40 países despliegan o fabrican estos dispositivos, según diversos informes consultados para un artículo publicado por IPS.
Pero con estos aviones y helicópteros autónomos se pueden trazar mapas, inspeccionar el fondo marino, medir la temperatura o los niveles de contaminación, monitorear fenómenos climáticos y vigilar zonas de alto riesgo o sitios arqueológicos.
El mes pasado, la agencia espacial estadounidense NASA envió drones a inspeccionar la composición química de la fumarola del volcán Turrialba en Costa Rica.
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"La tecnología está surgiendo, apenas se dan las primeras aplicaciones. La misma sociedad ha aprendido a aceptar los drones más allá de los usos militares, pues se han visto sus diferentes usos. Solo es cuestión de tiempo" para que adquieran mayor desarrollo, dijo a Tierramérica el mexicano Jordi Muñoz, fundador de la empresa 3D Robotics, pionera en la fabricación de esos artefactos en México.
Su historia es un parangón del surgimiento de esos aparatos, que empezó a producir con 500 dólares aportados por el físico estadounidense Chris Anderson en 2007.
"Me los dio de pura confianza. Son los 500 dólares mejor invertidos de mi vida. Se me ocurrió construir un drone; desarrollaba el piloto automático y 'googleaba' buscando información cuando encontré un foro, me metí, me registré y vi que ponían cosas de drones hechos en casa", recordó Muñoz, quien está por graduarse de ingeniero en computación en la estatal Universidad de California en Berkeley.
Anderson creó en 2007 el blog DIY (siglas inglesas de "hazlo tú mismo") Drones, un foro para que aficionados intercambiaran experiencias, códigos electrónicos y mapas de componentes.
"Empecé a poner videos, escribir códigos, documentaba y publicaba lo que hacía", relató Muñoz, cuyo trabajo captó la atención de Anderson, hasta enero editor jefe de la revista estadounidense Wired y ahora su socio en 3D Robotics.
La empresa no vende aparatos para uso militar. Los diseños se hacen en la ciudad de San Diego, sudoeste de Estados Unidos, y el ensamblaje en Tijuana, norte de México. Recibe entre 100 y 150 pedidos diarios de clientes en Estados Unidos, Brasil, Gran Bretaña, Australia, Alemania, Israel y Japón.
3D Robotics emplea a 60 personas y aspira a cerrar el año con 100. Desde su fundación, en 2009, ha vendido unos 10 millones de dólares y captó otros cinco millones de tres fondos estadounidenses que financian empresas tecnológicas.
"En 2013 queremos profesionalizar todos los productos; ha habido avances enormes, ya todo es muy simplificado, queremos hacer del drone el objeto más fácil de usar. Pero necesitamos ingenieros para escribir códigos, para manufactura", anticipó Muñoz.
Al trabajar con el esquema de licencias abiertas, se construyó una red de ingenieros por todo el mundo que mejoran los códigos y así generan productos avanzados.
Muñoz fue seleccionado en 2012 entre los 10 mejores innovadores menores de 35 años de edad de México por la revista estadounidense Technology Review del Instituto Tecnológico de Massachusetts.
Un drone consta de un procesador rápido, una batería, un receptor del sistema de posicionamiento global (GPS), una brújula y sensores, como un acelerómetro y un giróscopo. Un avión puede volar por tres horas y un helicóptero, media hora. Conectado a un módem, puede tener un alcance de hasta 60 kilómetros, transmitiendo datos en tiempo real.
En México no hay normas sobre el uso de drones, aunque el gobierno los emplea para combatir el narcotráfico, algunas empresas para supervisar construcciones y las universidades, para pruebas científicas.
En el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional, tres investigadores se arman prototipos para vigilancia y seguridad, con miras a darles escala comercial.
"Perdimos un poco de tiempo, si lo hubiéramos hecho hace cinco años, estaríamos a la par de otros países. No se le dio tanta importancia, no había investigación. Tenemos muchas posibilidades, el punto principal es que los estudiantes que formamos partan de una conciencia más avanzada", dijo a Tierramérica el investigador en mecatrónica del Centro, Hugo Rodríguez.
"Los modelos van a ir mejorando, vamos a adquirir experiencia resolviendo nuevos problemas. En poco tiempo podríamos tener un prototipo para comercializarlo, con formación de recursos humanos", adelantó Rodríguez, doctorado en automatización y tratamiento de señal por la francesa Universidad de París XI.
"Cuando esto vaya evolucionando, puede surgir una aplicación tecnológica que puede comercializarse. Ha habido acercamientos de empresas, pero aún no teníamos un prototipo listo", indicó Rodríguez.
Siete estudiantes de maestría en mecatrónica egresaron desde 2007 y actualmente trabajan en la iniciativa dos candidatos a maestros y dos a doctorado.
Desde 2007 estos especialistas han diseñado un avión cuatrimotor, dos aeronaves de alas fijas y dos helicópteros y han experimentado con sus controles automáticos.
Aunque en Estados Unidos está vetado el uso comercial de drones solo se permite su utilización científica o para esparcimiento, el gobierno proyecta integrarlos a su espacio aéreo en 2015, y la Administración Federal de Aviación estima que para finales de esta década habrá unos 30.000 vehículos volando para múltiples aplicaciones.
El estudio "The Economic Impact of Unmanned Aircraft Systems Integration in the United States" (El impacto económico de la integración de vehículos aéreos no tripulados en Estados Unidos), estima que en los primeros tres años, se podrían crear más de 70.000 empleos.
El informe, publicado en marzo por AUVSI, la asociación internacional de estos sistemas, prevé que entre 2015 y 2017 su impacto económico supere los 13.000 millones de dólares y que llegue a 82.000 millones entre 2015 y 2025, incluyendo venta de nuevos productos, impuestos, ingresos para los fabricantes, las comunidades y las tiendas locales.
* Este artículo fue publicado originalmente el 6 de abril por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.