En la última temporada monzónica, Sunadhar Ramaparia plantó variedades autóctonas de arroz, mijo y oleaginosas en su predio de las tierras altas del oriental estado indio de Orissa y soportó las inclemencias climáticas.
Luego vinieron las lluvias y estuvo 23 días sin trabajar. Con el calor abrasador, hasta los retoños de arroz híbrido de los agricultores de las tierras bajas se quemaron. Pero Ramaparia, un hombre de 65 años de la tribu bhumia, cosechó todo lo que había plantado.
La deforestación y el cambio climático están causando lluvias erráticas, que reducen los cuerpos de agua y degradan el suelo en el caserío de Ramaparia en Tentulipar, ubicado en la región de los Ghats orientales, provincia de Koraput, en Orissa. Muchos agricultores corren riesgo de pasar hambre.
[related_articles]Pero la tribu bhumia recurre a la sabiduría de su sistema agrícola de 3.000 años de antigüedad para asegurarse el suministro de alimentos de calidad todo el año.
Estos nativos emplean semillas originarias de los Ghats orientales, una cadena montañosa discontinua de gran diversidad biológica, que corre paralela a la bahía de Bengala en el este de India y que se eleva unos 900 metros sobre el nivel del mar.
El sistema agrícola de los bhumias se adaptó al terreno escabroso, se hizo resiliente a los cambios ambientales y desarrolló un mecanismo natural de control de plagas. Los agricultores siembran variedades resistentes en las tierras altas, y aquellas que requieren más agua, en las de mediana y baja altura.
El gobierno les ofreció arroz híbrido, con rendimientos de entre 3.700 y 4.800 kilogramos por hectárea, mientras las semillas tradicionales logran entre 2.400 y 3.300 kilogramos. Pero Ramaparia y su familia de 20 miembros no tienen intenciones de abandonar su sistema ancestral.
«El arroz del gobierno no solo no tiene gusto ni aroma, sino que requiere muchos medicamentos costosos (pesticidas y fertilizantes químicos), y enferman a quienes lo comen», dijo Ramaparia a IPS.
«Toda una vida comiendo nuestros granos hace que un viejo como yo esté fuerte; que cualquier joven trate de pelear conmigo», desafió divertido mientras miraba a la gente congregada a su alrededor.
Según la Encuesta Nacional de India, sobre la que se basa la Política Nacional para los Agricultores (de 2007) y los programas agrícolas del 11 Plan Quinquenal, 69 por ciento de los 1.200 millones de habitantes de este país viven en zonas rurales.
[pullquote]1[/pullquote]Las comunidades tribales constituyen 10 por ciento de la población rural, y de estas ocho por ciento recurren a métodos agrícolas tradicionales.
Además, 46 por ciento de los agricultores utilizan las semillas híbridas que ofrece el Estado y 47 por ciento usan las conservadas de sus propias cosechas.
Seguridad y diversidad
«El cultivo múltiple, en el que se mezclan seis productos distintos, ofrece una dieta variada», dijo a IPS el padre de la Revolución Verde en India, Saujanendra Swain, científico principal y presidente emérito de la Fundación de Investigación M. S. Swaminathan, con sede en la ciudad de Jeypore, la más importante de Koraput.
«Se producen más alimentos en una tierra limitada y con menor laboreo, y la cosecha escalonada reduce en gran medida el riesgo de perderlo todo, porque los diferentes cultivos maduran en distintos momentos», agregó.
Un estudio de la Fundación M. S. Swaminathan, realizado en siete aldeas tribales en 2009, concluyó que 80 por ciento de los entrevistados preferían combinar cultivos de mijo y legumbres resistentes que prometían un alto grado de seguridad alimentaria. La cosecha empieza en septiembre, con la maduración del primer mijo de dedo (o mijo africano), y termina en enero, con la del guandú o frijol de palo.
No se requiere laboreo intensivo. Al comienzo de la temporada monzónica se plantan las semillas en surcos poco profundos que se rellenan con estiércol de vaca y se dejan que se desarrollen solas. En las parcelas, las mujeres son el sostén de esta práctica.
Según Chandra Pradhani, agricultor de 46 años de la aldea de Nuaguda, las tres palabras clave que definen al sistema agrícola tradicional son: orgánico, reciclable y sostenible.
El cultivo para alimento y combustible se siembra en su ambiente natural, sin insumos artificiales y luego se recolecta a mano para su consumo. Se utilizan los desperdicios agrícolas para tratar los cultivos y controlar las plagas, y las semillas se conservan en «bancos genéticos» para la próxima generación.
Mientras caen las lluvias monzónicas, en julio y agosto (los más pobres en cuanto a disponibilidad de alimentos), los agricultores recolectan «verduras y hongos» en el bosque, dijo a IPS la campesina Gari Mathabaria mientras preparaba arroz inflado que luego intercambia en el mercado semanal por una medida de arroz con cáscara.
«Frutas y bayas de estación forman buena parte de nuestra dieta, aunque su cantidad disminuye con la reducción de los bosques», se lamentó.
Las legumbres, que constituyen una pequeña porción en la mesa local, se cultivan para venderlas. Las verduras se plantan en los huertos familiares, donde los frijoles son el sustento de muchas comunidades agrícolas.
Estas prácticas no tienen por qué ser exclusivas de los Ghats orientales. Según la Encuesta Nacional de India, 60 por ciento de las 140 millones de hectáreas cultivadas se riegan con lluvias, así que estos métodos u otros similares podrían extenderse.
FAO premia sistemas agrícolas tradicionales
Los Ghats orientales tienen una larga historia de zona de gran biodiversidad. Numerosas variedades de arroz se originaron en el valle de Jeypore, en Koraput, hace unos 3.000 años.
Pero la interferencia humana con este delicado ecosistema y la industrialización de la agricultura destruyeron gran parte de esa riqueza biológica.
Una encuesta realizada en 1950 por el Instituto Central de Investigación del Arroz constató 1.750 variedades locales. En 1990, solo 40 años después, la Fundación de Investigación M. S. Swaminathan apenas pudo registrar 324.
«Una estimación informada es que quizá haya 100 variedades disponibles», dijo Swain. La Fundación también registró ocho especies de mijos menores, nueve de legumbres, cinco de oleaginosas, tres de plantas fibrosas y siete de verduras.
Pero los expertos también temen que esas variedades vayan a desaparecer. «Hace solo 15 años registramos 25 variedades de frijoles locales, llamados simba, y hoy ya se redujeron a cuatro», indicó Swain, considerado el padre de la Revolución Verde en India. Pero la situación podría mejorar. En enero, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) concedió al método agrícola tradicional de Koraput el estatus de Sistema Ingenioso del Patrimonio Agrícola Mundial (Sipam).
Este estatus permite a los agricultores recibir ayuda para mantener y adaptar sus prácticas ancestrales al cambio climático y a la continua reducción de los predios para garantizar la seguridad alimentaria sin sucumbir a las técnicas modernas.
«Los sistemas de Koraput son sostenibles en lo ambiental y climáticamente inteligentes», aseveró Swain. «Su relevancia se ampliará con las alteraciones meteorológicas más frecuentes. Por eso es bueno que la FAO los haya reconocido como Sipam», añadió.