Remesas al rescate de zonas conflictivas de Pakistán

Sherdil Shah, de 59 años, residente de Waziristán del Sur, semillero de combatientes islámicos en las norteñas Áreas Tribales Administradas Federalmente (FATA), de Pakistán, tuvo una pequeña tienda de granos con la que mantenía a su familia, compuesta de 10 personas.

Al menos así fue hasta 2006, cuando una operación del ejército pakistaní contra el movimiento islamista Talibán destruyó su negocio y devastó la tierra en la que cultivaba los granos.

Después "no pudimos usarla más", dijo Shah a IPS. Debió vender su propiedad por una cifra irrisoria y, en un acto de desesperación, envió a sus hijos a trabajar al extranjero, una decisión que terminó por cambiarle la vida definitivamente.

Sus dos hijos, residentes en Dubai, uno de los Emiratos Árabes Unidos, le hacen llegar 1.500 dólares al mes, con lo que la familia vive con comodidad.

Cinco años después de que los jóvenes emigraran al Golfo "compré una casa en el distrito vecino de Dera Ismail Khan y comencé un nuevo negocio", contó por teléfono.
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La historia de Shah no es nada rara en Pakistán.

Insurgencia sinónimo de emigración

Unos 5,5 millones de residentes de FATA vivieron experiencias similares por el conflicto desatado en 2001, cuando fuerzas encabezadas por Estados Unidos derrocaron al gobierno del Talibán en Kabul y los fugitivos se refugiaron a lo largo de los porosos 2.400 kilómetros de frontera de este país con Afganistán.

FATA se llenó de células del Talibán. Como Pakistán se convirtió en el escenario de lucha de la "guerra contra el terrorismo", lanzada por Washington, las Fuerzas Armadas pakistaníes lanzaron en 2005 una ofensiva a gran escala en las áreas tribales para desterrar a los talibanes.

La ofensiva del ejército y la resistencia del Talibán hicieron imposible la vida cotidiana para la población civil.

Ahora, por primera vez en años, personas como Shah por fin ven mejoras en su vida gracias a las remesas de los jóvenes que emigraron en busca de un empleo en el extranjero.

Usman Wali es originario de la Agencia Orakzai, uno de los siete distritos de FATA, golpeado por la interminable violencia. La vida era dura, la mayoría de las familias quedaron recluidas dentro de sus casas debido a la actividad del Talibán y el toque de queda dispuesto por el ejército.

"Perdimos todo lo que teníamos", dijo Wali a IPS. Incluso conseguir los suministros básicos era una lucha por la falta de dinero y de movilidad.

"Un día decidimos abandonar nuestra aldea ancestral y refugiarnos en un campamento del gobierno en el distrito de Hangu, en la (vecina) provincia de Khyber Pakhtunkhwa" (KP), relató.

Pero la vida en ese lugar era el infierno en la tierra, y pronto la familia de 13 personas supo que no tenía más remedio que partir. "Una empresa local se llevó a mis dos hijos y a un hermano a Arabia Saudita, y nos cambió la vida", añadió.

Gracias a las remesas, Wali se mudó al distrito vecino de Hangu y puso un próspero comercio de ropa.

"Ahora tenemos una hermosa casa y un negocio sólido", añadió.

El jornalero Ghaffar Khan, de la atribulada Agencia Mohmand, dijo que la radicalización de FATA y la escalada de violencia, irónicamente, le trajeron beneficios.

"En 2005 ganaba cinco dólares al día, y ahora hago 120", relató Khan, quien vino de Sharjah, otro de los Emiratos Árabes Unidos, de visita.

Su casa de Mohmand está intacta, pese a que su familia, ahora de siete personas, vive en el distrito vecino de Charssada, en la provincia de KP, por el deterioro de la seguridad en su aldea natal.

Khan viene de vacaciones un mes una vez al año.

Abu Zar, funcionario de la secretaría de FATA, dijo a IPS que la militarización de la región dejó en la miseria a muchos de sus residentes y generó una ola de emigración hacia los países del Golfo como Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita y Omán, lo que permite que la gente se recupere.

"Hay más de 400.000 personas de FATA viviendo y trabajando en el extranjero", muchos más que los 100.000 que había antes de 2005, indicó.

"Los jóvenes se van al extranjero en masa por la prolongada insurgencia" y para escapar del drástico deterioro del comercio y de las oportunidades de ingresos en FATA, añadió.

Akhunzada Mohammad Chittan, legislador de la Agencia Bajaur, dijo que los inmigrantes de FATA tienen fama de ser "muy trabajadores. Una vez que están en el extranjero ganan mucho porque son honestos y aplicados en sus labores", indicó.

Alrededor de 95 por ciento de las personas originarias de las áreas tribales que están en el extranjero carecían de capacitación, pero ahora se desempeñan bien en sus nuevos trabajos, apuntó Chittan.

"Conozco por lo menos a 500 personas que se formaron en distintas actividades como conducción de vehículos, confección y carpintería antes de emigrar, lo que muestra su dedicación" para comenzar de nuevo, añadió.

Adnan Ali, gerente de una agencia de recursos humanos en el extranjero, con sede en Peshawar, capital de KP, dijo que la demanda de trabajadores de FATA en el Golfo crece de forma exponencial.

"El mes pasado mandamos 100 hombres jóvenes de diferentes partes de FATA a Emiratos Árabes Unidos, a Dubai concretamente. Todos estaban muy contentos", dijo a IPS.

Según Najamuddin Khan, gerente de empleo en el extranjero, explicó: "Ponemos avisos en los diarios sobre vacantes en el exterior".

"La mayoría de los que responden son jóvenes de FATA que están desesperados por encontrar trabajo", dijo a IPS, en Peshawar.

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