«Cada vez que alguien estornuda en Perú, hay alguien en Brasil que tiene gripe. Cada vez que se produce un barril de petróleo en Ecuador, hay un país vecino que terminará comprándolo», asegura la célebre ecologista Yolanda Kakabadse.
Lo que pasa en los países de América Latina está muy relacionado, como si se tratara de órganos vitales de un mismo cuerpo, sostiene Kakabadse, exministra del Ambiente de Ecuador y actual directora para América Latina y el Caribe de la Alianza Clima y Desarrollo (CDKN, por sus siglas en inglés).
Por eso CDKN impulsa una iniciativa para que Brasil, Colombia, Perú, Ecuador y Bolivia evalúen evidencia científica mediante los riesgos, impactos y amenazas del cambio climático que comparte la región amazónica.
No se trata solo de medir impactos que ya se evidencian, sino proyectar los daños a mediano y largo plazo. ¿Qué implicancias tendrá en la vida de las personas más vulnerables que la temperatura de la Tierra se incremente en dos grados a 2025?, ejemplificó para Tierramérica Carolina Navarrete, del Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT), que también impulsa esta iniciativa.
Para dar una idea, el aumento "de la temperatura en dos grados podría ocasionar que los cultivos de café tengan que desplazarse 300 metros más arriba y lo mismo sucederá con otras siembras. ¿Cómo prepararnos frente a esta situación sin que se ejerza presión sobre zonas sensibles, como las áreas naturales protegidas, por ejemplo?", cuestionó.
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La intención es que las autoridades puedan responder con hechos a estas interrogantes cruciales para la supervivencia de la población, aseguraron Kakabadse y Navarrete a periodistas de estos cinco países reunidos en Puerto Maldonado, capital de la región amazónica peruana de Madre de Dios.
Kakabadse anunció que el ministro del Ambiente de Perú, Manuel Pulgar Vidal, sería el encargado de convocar a sus pares de los demás países en los próximos días, con el propósito de lograr que, entre enero y febrero, se definan medidas a adoptar. Y en abril o mayo se debe arribar a un compromiso formal.
Pero el Ministerio del Ambiente evitó pronunciarse al respecto, pues "aún se está trabajando con otros sectores y entidades vinculadas al tema ambiental", según una comunicación entregada a Tierramérica al cierre de esta edición.
"Hay que trascender los gobiernos de turno, porque los impactos no solo se están evidenciando ahora, hay mucho que hacer en el mediano y largo plazo", dijo Kakabadse a Tierramérica.
Como primer paso, un equipo científico acaba de elaborar un informe preliminar que evidencia la vulnerabilidad de la Amazonia en un escenario de cambio climático.
Para el informe conducido por Global Canopy Programme y el CIAT y financiado por CDKN, los especialistas revisaron más de 500 publicaciones de los últimos 15 años y consultaron sitios web y plataformas de datos sobre deforestación y modelamiento hidrológico.
El documento hace énfasis en las amenazas sobre los recursos hídricos, los alimentos y la energía y cómo se relacionan entre sí. Sin seguridad hídrica en la región, la seguridad alimentaria, energética y sanitaria no será posible, plantea.
El mayor impacto será en la calidad del agua, por la deforestación, la extracción de energía, la minería y el uso de fertilizantes, entre otras actividades que amenazan la selva y su riqueza natural, indica el informe.
En la última década, dos sequías sin precedentes afectaron la Amazonia en 2005 y 2010, mientras las inundaciones arrasaron con miles de hectáreas de cultivos. Según el británico Met Office Hadley Centre para la predicción e investigación del clima, los eventos extremos se intensificarán y pueden producirse cada dos años hacia 2025.
En este escenario, la competencia por el agua irá en aumento. Los usuarios más poderosos podrán tener mayor control sobre el recurso, mientras las poblaciones locales, casi siempre las más pobres, tendrán acceso a agua de menor calidad y en menor cantidad, alerta el documento.
La generación de energía también depende en buena medida de la Amazonia. En Perú la selva proporciona 73 por ciento de la producción total de petróleo y gas natural. Las centrales hidroeléctricas amazónicas suministran por su parte más de la tercera parte de la electricidad en Ecuador y Bolivia.
Además, el apetito por las grandes reservas probadas de petróleo en la Amazonia ejerce presión sobre la protección de los ecosistemas frágiles en un contexto en que la energía generada por las hidroeléctricas puede verse afectada por el cambio del comportamiento de los ríos.
La amenaza está al alcance de la mano. El total de la energía hidroeléctrica de la Amazonia de Brasil se estima en 116 gigavatios (GW), de los cuales solo se explotan 16 GW. Del resto de ese potencial, 25 por ciento afectaría territorios indígenas y 16 por ciento se encuentra en áreas naturales protegidas, señala el informe.
En forma simultánea, crece la exportación de alimentos que provee la Amazonia, un territorio en el que paradójicamente uno de cada tres habitantes pasa hambre.
La aparición de vectores de enfermedades en zonas antes no imaginadas como la malaria de climas cálidos en el frío lago Titicaca, también exige enfrentar el problema en bloque, advierten los expertos.
Todos estos impactos y proyecciones revelan que "la planificación del largo plazo es importante, al igual que la gestión del riesgo en el presente", dijo Navarrete.
Kakabadse señaló que, en cualquier caso, no debe perderse de vista la enorme importancia que tiene la conservación de la Amazonia y sus áreas naturales protegidas. Son "la caja de ahorro" que debemos preservar para tiempos aún más difíciles que se avecinan, alertó.
* Este artículo fue publicado originalmente el 21 de diciembre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.