UZBEKISTÁN-TAYIKISTÁN: Lazos familiares se rompen en la frontera

Este verano boreal, una música de 32 años con ciudadanía uzbeka pero radicada en Tayikistán realizó una simple visita a su madre en Samarkanda, Uzbekistán, y terminó convirtiéndose prácticamente en una prisionera, víctima de los ásperos vínculos entre los dos países, históricamente rivales.

La visita coincidió con la decisión de las autoridades uzbekas de volver a exigir visas de salida a los ciudadanos que viajen a Tayikistán, en cuya capital ha vivido la artista durante la última década con su esposo uzbeko y su hija de 10 años.

La mujer habló a condición de no revelar su identidad para no perjudicar a su madre, a quien intenta sacar de Uzbekistán.

Cuando volvía a Dusambé, «guardias fronterizos me dijeron que en mi pasaporte faltaba un sello con la visa de salida. Yo no tenía idea de qué era esto, pero tuve que obedecer y volver a Samarkanda», contó.

«Pasé los dos meses siguientes presentándome ante las fuerzas del orden, desde la comisaría distrital hasta el Ministerio del Interior y la Agencia Nacional de Seguridad. Me acosaban en todos lados. Un oficial me llamó ‘prostituta que desea trabajar en Tayikistán’. Otro se preguntó por qué mi pasaporte tenía tantos sellos fronterizos, sugiriendo que yo era una espía», dijo.
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La acusación de adulteración de pasaporte puede tener graves consecuencias en Uzbekistán, cuyo régimen es célebre por la opacidad de su sistema judicial. La mujer no tuvo más remedio que intentar tramitar una visa de salida para Tayikistán.

Pero, como los ciudadanos uzbekos no necesitan visa para viajar a Rusia, se le ocurrió comprar un pasaje aéreo a Moscú y volvió a Dusambé a través de la capital rusa.

Las relaciones entre Tayikistán y Uzbekistán han empeorado con los años. Cuando se disolvió la Unión Soviética, en 1991, cesaron las conexiones aéreas. En 2001, Uzbekistán empezó a requerir visa para que ciudadanos tayikos ingresaran a su territorio, y minó partes de la frontera, práctica que dejó cientos de muertos y mutilados.

Además, en los últimos años, Uzbekistán intensificó lo que su vecino más pobre llama «bloqueo», aumentando los aranceles a las mercaderías en tránsito y a menudo obstaculizando los envíos por tren.

En los dos últimos años, Uzbekistán cuatriplicó los aranceles al tránsito de vehículos de carga. De 16 cruces fronterizos, apenas dos permanecen abiertos.

La principal fuente del rencor bilateral es el agua. El presidente tayiko, Emomali Rahmon, quiere construir la central hidroeléctrica más alta del mundo, Rogun. Su par uzbeko, Islam Karimov, ha dicho que hará todo lo que sea necesario para detener el proyecto.

Karimov teme que la represa le dé a Rahmon la capacidad de regular los flujos hídricos, ejerciendo así cierto control sobre el sector agrícola de Uzbekistán, que incluye los lucrativos cultivos algodoneros.

A comienzos del mes pasado, Karimov dijo que los sueños hidroeléctricos de su vecino podrían incluso conducir a una guerra.

El 29 de septiembre, en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el ministro de Relaciones Exteriores de Tayikistán, Hamrokhon Zarifi, dijo que la escasez de electricidad que padece su país -y que se vio exacerbada desde que Uzbekistán se retiró de una red energética regional de la era soviética- no le dejó más opción a Dusambé que abocarse al proyecto de la represa.

El canciller uzbeko, Abdulaziz Kamilov, usó la misma plataforma para argumentar en contra de esa obra de infraestructura.

Mientras la rencilla se prolonga, son los ciudadanos comunes, como la música de Dusambé, quienes sufren.

En abril, siete de las ocho fuerzas políticas registradas en Tayikistán –todos menos el gubernamental Partido Democrático Popular – apelaron a los dos mandatarios, llamándolos a negociar.

La última vez que un presidente invitó al otro para una visita fue en 2001, cuando ambos se abrazaron y se declararon amigos eternos.

«Los intereses de la sociedad y de los pueblos deben estar por encima de los intereses personales y grupales y de los resentimientos personales», según el comunicado de los partidos. «Ambos presidentes deberían encontrarse a mitad de camino. Las grandes personalidades siempre han sido capaces de perdonar».

Se estima que un millón de uzbekos viven en Tayikistán, y que aún más tayikos residen en Uzbekistán, el país más poblado de Asia central.

Muchos, especialmente los que nacieron de matrimonios mixtos, crecieron en una sociedad soviética creyendo que la identidad étnica tenía poco significado. Pero actualmente hay reportes de acoso por parte de las autoridades a ambos lados de la frontera.

En 2003, el ecologista y periodista tayiko Hamid Atakhanov se mudó a la sureña ciudad uzbeka de Bukhara para cuidar a su esposa enferma. Allí, ambos habían vivido muchos años durante la era soviética y tenían familiares.

Ocho años más tarde, las autoridades locales lo acusaron repentinamente de incitar conflictos étnicos y lo deportaron a Tayikistán.

«Ni siquiera me dieron tiempo para decir ‘adiós’ a mi esposa y vecinos», dijo a EurasiaNet.org.

Mientras, la música de Dusambé busca maneras de hacer que su madre, una maestra escolar, se mude con ella.

Su madre sufre el constante acoso de las autoridades uzbekas por tener a una hija radicada en Taykistán. En las escuelas de Samarkanda, por ejemplo, los directores instruyen a niños y niñas que reporten ante la policía a cualquier persona procedente de Tayikistán, lo que las vuelve ambas automáticamente sospechosas.

«Es una locura: les piden a los niños que den información sobre sus familias y vecinos visitados por ‘extranjeros del país hostil’», señaló la música.

* Konstantin Parshin es un periodista independiente radicado en Tayikistán. Este artículo fue publicado originalmente en Eurasianet.org.

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