Arraigada en diferencias religiosas y económicas históricas, la animosidad de Georgia hacia su vecina Turquía, el quinto inversor de este país, parece aumentar en la República Autónoma de Ayaria, sobre el mar Negro.
Dirigentes políticos llevaron ese sentimiento a un punto delicado en su afán por convocar adhesiones con vistas a las elecciones parlamentarias del 1 de octubre.
En los primeros meses de 2012, casi se triplicó la cantidad de ciudadanos turcos que ingresaron a Georgia, unas 658.000 personas, una cifra muy por encima de las 252.000 que lo hicieron en igual periodo de 2011, de acuerdo con el consulado de Turquía en la ciudad de Batumi, sobre el mar Negro, y capital de Ayaria.
En los primeros seis meses de este año, 658.000 turcos que ingresaron a Georgia, mientras que 252.000 lo hicieron en igual periodo de 2011, según el consulado de Turquía en la ciudad de Batumi, sobre el mar Negro, y capital de Ayaria.
Para muchos visitantes, Batumi, con 125.000 habitantes, es su primer puerto de llegada.
Las familias turcas se pasean en grupos por el pintoresco bulevar costero o compran en boutiques de moda del distrito histórico, mientras los apostadores se agolpan en los casinos.
Pero para algunos dirigentes políticos y ciudadanos de a pie, su presencia no es siempre bienvenida.
En las últimas semanas, dirigentes vinculados a la coalición opositora Sueños Georgianos, del multimillonario Bidzina Ivanishvili, avivaron el malestar de muchas personas en Batumi con acusaciones sobre que el gobernante Movimiento Unido Nacional, del presidente Mijeíl Saakashvili, permitía el «expansionismo turco», que amenaza la cultura y el empleo local, y hasta la soberanía nacional. También arguyeron que recibir a turistas e inversores turcos de brazos abiertos arruinaba Batumi, pues aumenta la prostitución y el «olor a donar (kebabs)», ofrecidos por vendedores ambulantes.
Ivanishvili reiteró en varias oportunidades no apoyar la xenofobia, pero algunos georgianos consideran a Turquía como un enemigo común «aceptable», comentó Beka Mindiashvili, especialista de la Oficina del Defensor Público del Centro para la Tolerancia.
La oposición «no puede decir que el (enemigo) es Occidente o en particular Estados Unidos», explicó, pues la mayoría de los georgianos están deseosos de ser amigos de esas potencias.
«Tiene que conectarse con opiniones de la sociedad, y nuestra historia con Turquía está signada por la guerra», añadió.
El Imperio Otomano controló el oeste de Georgia desde fines del siglo XVI hasta 1878, cuando Ayaria, entre otros territorios, fue cedido a Rusia.
Turquía trató de recuperar Ayaria en 1918, hacia fines de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), pero fue repelida. Otro intento fallido ocurrió cuando el Ejército Rojo invadió a la República Democrática de Georgia en 1921.
Recuerdos de esos episodios históricos, a menudo aderezados con recelos hacia el Islam y cierta cautela hacia los extranjeros, tienen fuerte incidencia en la población local. La retórica antiturca «no viene de la nada», explicó Mindiashvili.
Muy pocos residentes de Batumi se mostraron dispuestos a hacer declaraciones sobre sus sentimientos hacia los visitantes turcos, pero algunos dijeron que los turcos la estaban agotando la tradicional buena disposición con que los georgianos reciben a los visitantes.
«No deberían venir tantos turcos a Batumi, no tienen ningún respeto por nuestra cultura», se quejó Giorgi Tkemaladze, un conductor de 57 años, molesto por la abierta forma en que los turcos cortejan a las prostitutas.
«Cuando son buenos y agradables, que vengan», apuntó.
Observadores locales dudan de que esos sentimiento se traduzcan «en agresión» contra los visitantes turcos, pero «hay una tendencia que puede volverse más agresiva», comentó Parmen Jalagonia, director de la oficina de la Asociación de Jóvenes Abogados Georgianos en Batumi.
«Las tensiones en Batumi por la relación entre Georgia y Turquía comenzaron a aumentar el año pasado, cuando el gobierno anunció su plan de reconstruir una mezquita histórica cerca de un cementerio donde yacen georgianos que murieron tratando de poner fin a una breve ocupación turca de esa ciudad en 1921», indicó Jalagonia.
La iniciativa se enmarca en un acuerdo con Ankara para también restaurar iglesias ortodoxas georgianas medievales en el noreste de Turquía.
Aún no comenzaron las obras de la mezquita, pues el proyecto todavía se está negociando.
Antes de la primera reacción pública, que incluyó protestas, las «declaraciones xenófobas» fueron «calmas» y la mayoría de las críticas eran hacia el gobierno local por «vender propiedades a inversores turcos a un precio simbólico», señaló Jalagonia.
Las acusaciones sobre la venta de terrenos no pudieron ser confirmadas de forma independiente. Pero la influencia económica de Turquía es como mejor conocen los georgianos a ese país, pues los supermercados y los bazares locales están repletos de productos turcos.
Las inversiones turcas ascendieron a 43 millones de dólares en los dos primeros trimestres de 2012, casi la mitad de los 75 millones del año anterior.
Según el consultado de Turquía en Batumi, las empresas turcas crearon unos 6.000 puestos de trabajo para la población local, solo en Ayaria. No hay cifras oficiales de Georgia disponibles.
Turquía, al igual que Rusia, son los principales destinos de los trabajadores georgianos que emigran.
Los ciudadanos de este país no necesitan visa para ingresar a Turquía, pero ahora, al igual que otras nacionalidades, afrontan mayores restricciones para estadías de largo plazo, una medida que pretende frenar la inmigración ilegal.
La deportación de 142 emigrantes georgianos en agosto avivó el resentimiento popular contra Turquía por ser «injusta».
Pero Mindiashvili estima que el flujo de ciudadanos turcos con dinero para gastar significa que la «turcofobia primitiva» no se arraigará en Batumi ni Ayaria, donde, según cifras no oficiales, el desempleo afecta a 18 por ciento de la población económicamente activa.
La Oficina del Defensor Público no registró ningún acto de violencia contra inversores o visitantes turcos, añadió.
«Ese tipo de xenofobia no será aceptada porque la gente vive mejor que antes», arguyó. «Los vínculos comerciales abiertos no han hecho más que mejorar la economía de los georgianos», añadió.
El consulado de Turquía en Batumi tampoco tiene registrado episodios de violencia contra ciudadanos turcos. El cónsul, Engin Arikan, consideró que la retórica antiturca «no es buena», pero subrayó que se limita a un «grupo marginal».
* Molly Corso, periodista independiente y editora de Investor.ge, una publicación mensual de la Cámara de Comercio Estadounidense en Georgia. Paul Rimple, periodista independiente residente de Tiflis. Este artículo fue originalmente publicado por EurasiaNet.org.