Las acusaciones de que un miembro de la agencia sucesora de la KGB en Kirguistán organizó la brutal violación de su esposa enfurecieron a las feministas de Bishkek, y desencadenaron una inusual reacción en la víctima, quien presentó cargos.
Nazgul Akmatbek kyzy hizo la denuncia pese a la enorme presión de las autoridades para que desistiera, dijo.
La mayoría de las mujeres en Kirguistán, como en muchas partes del mundo, tienen miedo o vergüenza de hablar sobre los delitos sexuales.
En un país con normas patriarcales y un sistema judicial disfuncional, pocos hombres son acusados -especialmente los esposos- por ataques sexuales, aunque las estadísticas oficiales indican que 92 por ciento de las violaciones son cometidas por parejas o exparejas.
Además, los expertos en temas legales sostienen que a veces la policía intenta clasificar a la violación que se perpetra dentro de la familia como un delito administrativo, que acarrea la misma multa que quemar basura en la calle: unos 20 dólares.
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En el caso de Akmatbek kyzy, las acusaciones se plantean en términos de «él dijo/ella dijo». Según el relato de la mujer, el 18 de junio de 2011 su entonces esposo, el exoficial del Servicio Nacional de Seguridad de Kirguistán, Azamat Bekboev, y su chofer, Arzybek Tuuganbaev, la llevaron a los suburbios de Bishkek y ambos la violaron y golpearon reiteradamente.
Bekboev negó todos los cargos. En su defensa, dijo que su entonces esposa era amante del chofer.
Un tribunal militar absolvió a los dos hombres el 24 de mayo, coincidiendo con Bekboev en que Akmatbek kyzy era amante del chofer. Entonces ella apeló ante un tribunal militar superior, que prohibió a Bekboev salir de Bishkek y ordenó que el chofer fuera a prisión. Este segundo juicio se inició a comienzos de este mes.
La falta de evidencias forenses pone de relieve un problema adicional a la hora de llevar a la justicia los casos de violación: los hospitales no almacenan pruebas sobre estos delitos, según las activistas por los derechos femeninos.
En una entrevista con EurasiaNet.org, Bekboev insistió en su inocencia. «Imagínese, soy un oficial. Tengo cuatro hijos. Viví con ella durante 14 años. ¿Cómo podría violar a una mujer con la que viví 14 años? Si hubiera hecho esto, ¿cómo podría mirar a mis hijos a los ojos? Me mataría», dijo.
Al ser presionado para que diera detalles sobre aquella noche, primero Bekboev se negó a hablar del tema, luego dijo que no había salido de la ciudad y más tarde dijo que sí.
Pero insistió en que su esposa lo engañaba y aseguró que él nunca la obligó a mantener relaciones sexuales y que nunca la golpeó.
Akmatbek kyzy, una pequeña mujer de 36 años, dijo que era común que Bekboev la golpeara delante de sus hijos, y que a menudo la violaba. Presentó cargos urgida por sus hermanas, porque luego de la violación quiso suicidarse, relató en una entrevista que, entre lágrimas, concedió a EurasiaNet.org.
«Si no tuviera hijos no estaría sentada aquí ahora. Si no tuviera hijos no querría vivir», expresó.
«En el juicio él se rió de mí y me llamó prostituta», dijo Akmatbek kyzy.
«Es muy doloroso que hayamos vivido 14 años juntos, que tengamos cuatro hijos juntos, y que me esté culpando, diciendo que yo lo engañaba. Yo nunca lo engañé», aseguró.
Los tribunales tienen la actitud de que «la violación de una esposa es un juego sexual», dijo Elena Tkacheva, terapeuta de Akmatbek kyzy y directora del Centro de Crisis «Shans», intentando explicar por qué tan pocas mujeres están dispuestas a reportar las violaciones que se producen dentro del matrimonio.
«Nazgul tuvo que contar su historia 30 veces en el tribunal. Eso es humillación pública. Luego la defensa halló discrepancias menores y las usó para desacreditarla», explicó Tkacheva.
Sus vecinos y la familia de su exesposo «la ven como una traidora, porque habló sobre algo de lo que jamás se habla. Cuando la violencia ocurre dentro de la familia, las sobrevivientes no piden ayuda», añadió.
Las que hablan abiertamente sobre los abusos sexuales en sus familias enfrentan el riesgo de un doble estigma: como «mujeres caídas», que fueron deshonradas y mancilladas, y como traidoras de los suyos.
Tkacheva y Akmatbek kyzy también están decepcionadas de cómo algunos medios de comunicación locales informaron sobre el juicio.
«Los informes de prensa dijeron que ella era estúpida, que simplemente tendría que haberse relajado y disfrutado de la experiencia», dijo Tkacheva.
Algunos observadores locales creen que ese tipo de actitudes reflejan la laxitud de los funcionarios a la hora de juzgar los abusos sexuales.
«Los prejuicios de los investigadores envían un mensaje a la sociedad», dijo Dmitry Kabak, destacado activista y director de la Open Viewpoint Foundation.
«Si en cambio las instituciones encargadas de hacer cumplir la ley investigaran activamente los delitos sexuales, eso podría ayudar a frenar la violencia cotidiana que algunas personas ya consideran una tradición», agregó.
Según observadores internacionales, en Kirguistán las mujeres han sido particularmente perjudicadas por la pobreza, que fue aumentando en esta nación centroasiática desde el colapso de la Unión Soviética, de la que formaba parte.
En 2010, la relatora especial de las Naciones Unidas sobre la Violencia contra la Mujer dijo que la pobreza estaba fomentando la desigualdad de género en Kirguistán, lo que causaba «un regreso al tradicionalismo y al patriarcado, donde las mujeres ven a y dependen de la familia como el centro de sus vidas y adoptan una posición de obediencia y sumisión».
Tkacheva dijo que en 20 años de trabajar con mujeres maltratadas no vio un solo caso de violación marital que fuera juzgado como un delito. «Nadie, ni jueces, ni oficiales de policía, ni funcionarios del gobierno, ni psiquiatras ni (otros) médicos, lo reconocen como tal», señaló.
No hay estadísticas confiables sobre la cantidad de víctimas de las violaciones que cometen los esposos. Un representante del Departamento de Estadísticas Judiciales en la Suprema Corte dijo a EurasiaNet.org que para obtener datos estadísticos concretos era necesario enviar una solicitud escrita por correo con un mes de antelación.
Sin embargo, el abuso doméstico se considera algo común. Un estudio de 2008 del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) concluyó que una de cada cuatro mujeres habían sufrido violencia en sus hogares.
Tal vez no sea mera coincidencia, entonces, que el mismo informe del UNFPA hallara que 70 por ciento de las mujeres condenadas por asesinar a sus esposos u otros familiares eran víctimas de abusos domésticos.
*Nota del editor: David Trilling es editor de EurasiaNet en Asia central. Este artículo fue originalmente publicado en EurasiaNet.org.