Por primera vez, los donantes internacionales atan la ayuda financiera a Afganistán a sus progresos en materia de economía y gobernanza.
"Sabemos que la seguridad de Afganistán no puede medirse solamente por la ausencia de guerra", dijo la secretaria de Estado (canciller) de Estados Unidos, Hillary Rodham Clinton, el domingo 9 en Tokio, donde más de 70 donantes se reunieron para definir un nuevo marco a la asistencia que se preste a ese país de Asia central a partir de 2014, cuando se retiren las fuerzas militares que lo ocupan desde 2001.
"Hay que medirla con relación a si la gente tiene empleos y oportunidades económicas, a si creen que su gobierno atiende sus necesidades, a si tiene éxito la reconciliación política", agregó Clinton.
Si bien estos temas se han mencionado una y otra vez desde que Estados Unidos expulsó en 2001 a la milicia extremista islámica Talibán del poder, las cumbres sobre Afganistán, cuatro solamente en el último año, se han dedicado invariablemente a la seguridad, en especial al traspaso de control militar a partir de 2014.
Afganistán ha sellado acuerdos militares bilaterales con varios gobiernos en las últimas semanas. Kabul y Washington firmaron uno apenas la semana pasada, en el que Estados Unidos calificó a su socio como su "aliado principal" fuera del esquema de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
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Logrados los acuerdos militares más importantes, los donantes pudieron dedicarse en Tokio a pensar en cómo financiar actividades ajenas al tema. La seguridad del país seguirá dependiendo de la ayuda extranjera, que ya responde por 95 por ciento del presupuesto del gobierno.
Según una estimación de Kabul y del Banco Mundial, los donantes tendrían que aportar unos 4.000 millones de dólares por año. En la conferencia, Japón confirmó que aportará unos 16.000 millones 4.000 por año hasta 2015 y luego una asistencia "en niveles iguales o similares a los de la última década", hasta 2017.
Pero lo acordado indica, sin embargo, que el dinero vendrá con nuevas condiciones destinadas a reducir la corrupción y asegurar avances en cuestiones económicas y de institucionalidad, así como una firme adhesión a las normas internacionales en materia de derechos humanos, tal como están consagrados en la nueva Constitución nacional.
El Marco de Rendición de Cuentas Recíproco de Tokio, un anexo de la declaración divulgada luego de la conferencia, habla de un "cambio de paradigma" en la naturaleza de la asociación entre el gobierno afgano y la comunidad internacional. "La conferencia de Tokio es un punto de inflexión para redefinir nuestra relación", señala.
Los donantes prometieron incrementar en 10 por ciento la ayuda entregada a través del Fideicomiso para la Reconstrucción de Afganistán, o por otras vías solicitadas por las autoridades, con el compromiso de elevarla a 20 por ciento para 2025, luego de que se adopten medidas anticorrupción y de buena gobernanza.
El acuerdo también reafirma compromisos anteriores de canalizar al menos la mitad de la futura ayuda al desarrollo en el presupuesto nacional y por lo menos 80 por ciento para programas considerados prioritarios por Kabul.
Un aspecto inherente de los cambios anunciados en Japón es el reconocimiento de que "la entrega de asistencia no puede continuar como hasta ahora", según el texto. Como principal responsable de los aspectos militares y desarrollo de la última década, buena parte de esas advertencias se dirigen a Estados Unidos.
"Hoy es muy difícil encontrar alguien que defienda la ayuda estadounidense a Afganistán de los últimos años. Hay una coincidencia universal en que las cosas se salieron de madre y hay necesidad de cambiar", dijo a IPS el investigador asociado del Centro para el Desarrollo Mundial (CGD por sus siglas en inglés), Justin Sandefur, luego de retornar de un viaje a ese país.
Pero todo esto parece suceder con el acuerdo de Washington.
"Hay que recordar que es repentina la comprensión de que Estados Unidos debe retirarse en 2014; debemos entregar la posta a alguien más", dijo un colega de Sandefur, Danny Cutherell, analista político del CGD quien también estuvo hace poco en Afganistán. Washington "necesitaba mostrar al resto del mundo que esto se hará racionalmente".
Una notable señal de cambio es que la Agencia Estadounidense de Ayuda Internacional (Usaid) participa de estos compromisos conjuntos, poniendo dinero en el presupuesto del gobierno, algo que había evitado en el pasado.
Si los objetivos de lo pactado en Tokio se cumplen, "Estados Unidos se apartaría de su tradición de utilizar contratistas privados para la fase de estabilización, y dedicará realmente los esfuerzos a la construcción del Estado afgano". Como suele suceder en este tipo de conferencias, la de Tokio fue mucho más fuerte en aspiraciones y promesas que en detalles.
El acuerdo es "un paso bienvenido, pero la prueba es la implementación", dijo Louise Hancock, jefa de política y activismo de la filial de Oxfam en Afganistán.
"También es clave el apoyo a la sociedad civil para que supervise el gasto y exija rendición de cuentas a las autoridades", dijo Hancock a IPS.
"Las organizaciones afganas pueden aportar observando cómo se emplea la asistencia extranjera, señalando los casos de malgasto y ayudando a la población, a los donantes y a sus contribuyentes a obtener más valor por su dinero".