El activista keniano por los derechos aborígenes Peter Kitelo se dirigía a la mayor cumbre internacional sobre ambiente de la década, en la ciudad brasileña de Río de Janeiro, cuando un aviso gubernamental llamó su atención.
La publicidad convocaba a inversionistas internacionales a volcar fondos en el "desarrollo de los bosques". Kitelo no pudo dejar de ver un peligro allí.
El activista, quien participó de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, conocida como Río+20, que finalizó este viernes 22 en esta ciudad, vio claramente la amenaza de otro ataque a la subsistencia de las comunidades indígenas.
"El desarrollo sostenible no está realmente sosteniendo a mi pueblo", dijo Kitelo a TerraViva en Río de Janeiro.
Añadió que las comunidades forestales como la suya y de otras de países de África oriental, como Uganda y Tanzania, son discriminadas por los gobiernos centrales y los políticos, que deciden sobre el futuro de sus tierras nativas.
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"Estamos quedando al margen. Nadie habla de los derechos de nuestras comunidades", dijo.
Cuando se trazan planes para el desarrollo de las tierras, se publican avisos en periódicos y otros medios, a los que las tribus nativas difícilmente tienen acceso.
Solo cuando los planes alcanzan su etapa final, los funcionarios de gobierno realizan reuniones en las aldeas, pero esto es más bien un esfuerzo para cumplir con los requisitos de los donantes, y no un genuino intento de darles participación a las comunidades, señaló Kitelo.
"Entonces, antes incluso de que lo sepamos, nuestra tierra ya no es nuestra", añadió.
Kitelo criticó el desarrollo forestal con fines turísticos, impulsado como una forma preservar los bosques, pero que, en los hechos, impide que sus habitantes los gestionen.
"Todo el concepto de conservación de bosques impide la interacción humana, y eso es lo que mi pueblo ha estado haciendo por generaciones", afirmó.
La experiencia de Kenia no es la única. En todo el mundo, las comunidades indígenas se quejan de ser marginadas en el proceso de toma de decisiones sobre su propia tierra.
Laura George, de la Asociación de Pueblos Amerindios de Guyana, dijo a TerraViva que cuando se introdujeron en su país nuevas leyes sobre tierras, en junio de 2009, no se consultó en absoluto a los pueblos aborígenes.
Funcionarios de gobierno que participan en la conferencia de Río de Janeiro celebraron un encuentro paralelo en el que aseguraron que las poblaciones indígenas estaban siendo consultadas.
"Cuando les informé que no era así, los funcionarios no quedaron muy contentos, pero era verdad", dijo George a TerraViva.
Este tipo de marginación puede hacer que comunidades aborígenes pierdan por completo su tradicional estilo de vida.
"Mientras los delegados se dedicaron en la cita oficial a hablar sobre desarrollo sostenible, en mi país, Perú, la presión crece día a día con políticas del gobierno nacional que buscan abrir los territorios forestales remotos a firmas trasnacionales a través de proyectos de infraestructura vial", dijo Roberto Guimaraes Vásquez, líder del pueblo indígena Shipibo, en la Amazonia peruana.
Activistas dijeron que, incluso en Río+20, grupos indígenas sufrieron discriminación, ya que la logística del encuentro les impedía estar juntos.
"Un grupo está aquí, otro está a 40 kilómetros de distancia. ¿Cómo podemos formar un frente común? Estamos muy distanciados aquí", dijo George.
De todas formas, conferencias como la de Río+20 ofrecen al menos vías para que los grupos indígenas transmitan sus inquietudes a audiencias más amplias e influyentes.
Tanto George como Kitelo dijeron a TerraViva que, si los gobiernos seguían ignorando sus preocupaciones, apelarían a organizaciones internacionales. "Ese podría ser nuestro último recurso", dijo George.