Delegados indígenas de América del Sur se suman a pie, en lanchas o autobús a la Caravana Kari-Oca, que los llevará a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, Río+20, donde esperan interpelar a los gobernantes del mundo.
"Representaremos a miles de comunidades aborígenes de América del Sur", dijo a Tierramérica el líder huaorani Moi Enomenga, justo antes de abordar en Quito el autobús que demorará nueve días en llegar a la brasileña ciudad de Río de Janeiro, sede de la cumbre Río+20. Otros dirigentes indígenas se le unirán en el camino.
Los huaoranis son un pueblo amazónico afincado en el este de Ecuador, en una zona de explotación petrolífera.
Río+20 se plantea como un ámbito intergubernamental para adoptar soluciones a la crisis mundial de sustentabilidad, que se manifiesta en el reiterado fracaso de la economía globalizada, la carestía de alimentos, los problemas energéticos y los males ambientales globales como el cambio climático y la pérdida de biodiversidad.
"Los indígenas hemos estado divididos durante años. Ahora vamos a unirnos", dijo Enomenga, quien nació en una comunidad no contactada por el mundo occidental, o en aislamiento voluntario, y actualmente preside la Asociación Quehueri'ono.
"No todos pueden oír la voz que llega de la Madre Tierra desde la selva, y queremos llevar esa voz a Río", señaló.
Desde el 14 hasta el 22 de este mes se celebrará la Cumbre Mundial de los Pueblos Indígenas sobre Territorios, Derechos y Desarrollo Sostenible en la aldea Kari-Oca II, especialmente construida por indígenas brasileños a cinco kilómetros de la sede de la conferencia oficial.
"Kari-Oca" es una voz tupí-guaraní que significa "casa de blanco". Así se referían los indígenas de la zona donde hoy se yergue Río de Janeiro a las primeras urbanizaciones de los colonizadores portugueses.
De allí proviene "carioca", gentilicio de los habitantes de Río. Dos décadas atrás, se celebró el encuentro en la primera aldea Kari-Oca, paralela a la Cumbre de la Tierra de 1992.
El Comité Intertribal de Brasil, organizador del encuentro, prevé la participación de unos 600 indígenas de todo el mundo, que elaborarán un mensaje y recomendaciones al encuentro de alto nivel de Río+20, que tendrá lugar del 20 al 22.
"Me preocupa la situación de los pueblos indígenas en el mundo", dijo Enomenga. En todas partes los gobiernos ignoran sus derechos. Y en todas partes, India, África, América del Sur, están a la caza del petróleo y de otros recursos, añadió.
Hortencia Hidalgo Cáceres, una aymara chilena que integra la Red de Mujeres Indígenas sobre Biodiversidad de América Latina y el Caribe, aseveró que "se necesita un cambio real".
"Queremos invitar al mundo a un futuro más brillante, basado en los valores y principios indígenas del buen vivir", dijo Cáceres a Tierramérica.
Opuesto a la idea occidental de "vivir mejor" el crecimiento económico entraña progreso y este lleva a eliminar la pobreza el buen vivir plantea el equilibrio y la cooperación entre las comunidades humanas y su integración con la naturaleza, de la que se extrae aquello necesario para una vida digna, sin afán de acumulación.
En cambio, la "economía verde" que muchas naciones quieren plasmar en el documento final de Río+20 representa una "falsa solución" a la crisis de degradación ambiental e injusticia social, afirmó Cáceres.
Para Casey Box, coordinador de programas de la organización no gubernamental Land Is Life (tierra es vida), "los pueblos indígenas tienen mucho que ofrecer a la comunidad internacional, que intenta abrirse paso hacia un desarrollo verdaderamente sostenible".
Land Is Life, con sede en Estados Unidos, es una coalición internacional de comunidades autóctonas que ha recaudado fondos y ayudado a coordinar la caravana y la cumbre.
"Será imposible lograr los objetivos de Río+20 sin los conocimientos tradicionales y las prácticas de manejo de recursos de los indígenas", planteó Box.
Se estima que a Río+20 concurrirán unas 50.000 personas, entre ellas 130 jefes de Estado y de gobierno. Su antecedente, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo de 1992, también conocida como Cumbre de la Tierra, alumbró tres de los principales tratados ambientales: las convenciones sobre cambio climático, biodiversidad y desertificación.
Más de 700 pueblos indígenas participaron en la primera cumbre Kari-Oca de 1992, que dio nacimiento a un movimiento internacional por los derechos de los pueblos indígenas y puso en evidencia el papel de esas comunidades en la conservación y el desarrollo sostenible.
"Nos emociona ir a Río porque hay un espacio para los pueblos indígenas donde podemos hablar sobre nuestras preocupaciones y compartir nuestros conocimientos y experiencia", dijo Cáceres.
Participantes procedentes de la austral Patagonia chilena necesitarán recorrer 60 horas de carretera hasta La Paz, Bolivia. Allí se reunirán con Enomenga y otros delegados que iniciaron el trayecto en Ecuador, pasando por Perú.
La caravana Kari-Oca demorará unos cinco días en recorrer el último tramo de los Andes y atravesar Bolivia, Paraguay y el sur de Brasil hasta llegar a Río, sobre el océano Atlántico.
Los indígenas están ansiosos por participar porque solo en esas reuniones internacionales tienen la oportunidad de ser escuchados por los gobernantes y por el público en general, explicó Cáceres. "Cuando volvemos a casa, esas puertas están cerradas".
Enomenga y los demás ecuatorianos esperan que los gobiernos cumplan mejor con el respeto de los derechos y puntos de vista de sus comunidades.
"Cerca de donde vivo existen dos comunidades no contactadas, pero están amenazadas por la exploración petrolera. Ellos no la quieren. Para ellos, sacar el petróleo del suelo es como sacar la sangre de sus cuerpos", dijo.
Los delegados esperan también denunciar iniciativas gubernamentales que consideran nocivas.
Gloria Ushigua, presidenta de la Asociación de Mujeres Záparas, señaló que el Programa Socio Bosque, que aplica el Ministerio de Ambiente de Ecuador para combatir la deforestación, ha causado muchos problemas a las comunidades locales.
La nación zápara se ubica en el este de la provincia de Pastaza, en el oriente amazónico ecuatoriano.
"Tengo la esperanza de compartir la historia de mi comunidad y de debatir sobre derechos territoriales", dijo Ushiga en un comunicado.
En la caravana viaja asimismo Celso Aranda, del pueblo kichwa de Sarayaku, otro territorio de Pastaza, quien presentará en la cumbre la propuesta "Kawsak Sacha" (selva viviente).
Esta será la respuesta del Sarayaku al cambio climático y la destrucción de la naturaleza, y detallará la forma en que las comunidades nativas pueden proteger los ecosistemas, manteniendo prácticas ancestrales de manejo de la tierra.
Vamos a seguir trabajando para fortalecer nuestras culturas y resistir la explotación de nuestros territorios, sintetizó Enomenga. "Tenemos un mensaje muy claro. Dejen todo bajo la tierra".
* Este artículo fue publicado originalmente el 9 de junio por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.