Sabios andinos de Perú quieren descifrar variabilidad climática

El recalentamiento global tiene una respuesta singular desde áreas campesinas de Perú. Una red de comuneros sabios trabaja en la predicción de la variabilidad climática y sus nuevos desafíos, a la par que implementa medidas para asegurar cosechas.

"Antes todo era a su tiempo. Están pasando cosas raras con el clima", se escucha en decenas de comunidades en los departamentos de Puno, Cusco y Apurímac, en el sur de este país andino.

En las zonas rurales crece la preocupación por los cambios meteorológicos súbitos que afectan cultivos tradicionales como la papa, el maíz o la quinua.

"Se dan cuenta con claridad que las lluvias se adelantan o se retrasan, que los pozos se secan pronto, que las heladas aparecen en cualquier momento, que los suelos se compactan más con el calor y que el agua ya no penetra igual en el suelo", dijo a IPS el sociólogo Ricardo Claverías, del Centro de Investigación, Educación y Desarrollo, que trabaja desde la década del 80 en el rescate de saberes campesinos en una veintena de comunidades de Puno.

En Apurímac, se repiten estas percepciones.
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"Sabemos que el clima está cambiando al mirar la naturaleza. Por ejemplo aquel 'apu', o cerro, como ustedes lo llaman, hasta hace 10 años tenía nieve todo el año", contó Valentín Ccahuana, líder de la comunidad apurimeña de Ccasacancha, al Programa Conjunto de las Naciones Unidas frente al Cambio Climático, que tiene su base en Cusco.

Pero esta incertidumbre convive con un arsenal de conocimientos ancestrales que los campesinos han desarrollado mediante observación de bioindicadores, como el comportamiento de plantas y animales.

"Por esta experiencia que han acumulado, tienen mayores posibilidades de afrontar los desafíos que hoy plantea el cambio climático", dijo a IPS el responsable de la Subgerencia de Gestión del Medio Ambiente del gobierno regional de Cusco, Edwin Mansilla.

Pero no cualquiera puede pronosticar el clima. Cada comunero desarrolla una especialidad. En Puno, estos sabios tienen edades de entre 60 y 75 años, según la investigación de Claverías.

En Cusco, los comuneros de mayor edad también suelen ejercer estas funciones, aunque hay gente de 30 años. "Si la comunidad los elige, los jóvenes también participan", dijo a IPS la dirigente campesina Flora Salas, de la cusqueña Huañaccahua.

A estos conocedores se los llama "arariwa", guardián del campo o protector de los cultivos y el ganado, en quechua.

En una comunidad puneña de 100 a 150 familias puede haber 20 arariwas, según Claverías. Estos comparten información con sus compañeros de otras comunidades y así "va creciendo la red".

El intercambio de información traspasa los Andes. Claverías asegura que los campesinos que trabajan de temporeros en la agricultura de la costa sobre el océano Pacífico también se obligan a regresar a sus comunidades para compartir los datos que han constatado.

Estos sabios se reúnen y dejan constancia en actas comunales de sus predicciones y recomendaciones sobre los cultivos que se podrán plantar en los próximos meses. A partir de estas observaciones, la comunidad se organiza y toma decisiones que deben ser acatadas por todos.

Para el arariwa, las señales están en la naturaleza.

Si una planta silvestre como el sancayo (una especie de cactus de fruto comestible) tiene una floración abundante en agosto, es señal de que habrá buena cosecha de papa. Si la población de la planta qanlla es densa en noviembre, habrá mucha quinua y cañihua (un grano rico en proteínas y aminoácidos) en abril o mayo.

Si ciertas aves construyen sus nidos en la parte alta del totoral del lago Titicaca (compartido con Bolivia), habrá mucha lluvia, pero si el nido se ubica en las partes bajas, vendrá la sequía. Si se escucha el chillido de las gaviotas, se aproxima una tormenta y los campesinos correrán a protegerse.

En su estudio "Conocimientos de los campesinos andinos sobre los predictores climáticos: Elementos para su verificación", Claverías expuso los indicadores empleados por comuneros de Puno para predecir el clima de las temporadas agrícolas de 1989-1990, afectada por una dura sequía, y de 1997-1998, cuando se hizo sentir el fenómeno de El Niño.

Luego comparó el margen de error de esas predicciones con las de científicos y organismos oficiales. El fin fue rescatar y sistematizar conocimientos que "se están perdiendo", reconocer su importancia e "identificar vacíos, debilidades e inconsistencias", dando un paso para que sean "validados, mejorados y desarrollados por la ciencia moderna".

Aunque se menciona este factor en la estrategia nacional de cambio climático de Perú, el gobierno no tiene una política específica. En cambio, sí trabajan con los campesinos las autoridades de algunas regiones y sobre todo de municipios, dijeron varias fuentes a IPS.

Claverías comprobó en su estudio que, en la mayoría de los casos, los comuneros acertaron las predicciones.

Sin embargo, advirtió, los "conocimientos se están debilitando en su grado de precisión" por una serie de razones, Una de ellas es el propio cambio climático y otras modificaciones ambientales, que ocasionan a su vez transformaciones "en el comportamiento de la fauna y la flora silvestres, y esos cambios sinérgicos aún no pueden ser interpretados por los campesinos".

Algo similar se está detectando en comunidades indígenas de otros países, como Colombia.

Además, la pobreza de estas comunidades las obliga a desenvolverse en diferentes actividades de subsistencia –trabajos urbanos, migraciones para labores temporales de agricultura en otras zonas– que las alejan de la observación de la naturaleza. Y sus predicciones no "pasan de ser interpretaciones para una sola ecorregión que no pueden generalizarse a un ámbito mayor".

En respuesta a estas limitaciones, "varios de estos expertos están afinando la observación y detectando que hay nuevos bioindicadores a tomar en cuenta", así como medidas de prevención, señaló el funcionario del gobierno de Cusco, Mansilla.

Los comuneros desarrollan medidas de adaptación, como adelantar o atrasar la temporada de cultivos al ritmo de los nuevos periodos de lluvia de los últimos años, cultivar en varios pisos ecológicos para probar la resistencia de las especies, y diversificar las siembras.

"Muchos técnicos pedíamos a los campesinos que practicaran el monocultivo, pero ahora les estamos dando la razón y creemos que lo más conveniente es apostar por las variedades, para tener una mejor gestión de los riesgos", dijo Mansilla a IPS.

En la comunidad de Salas, Huañaccahua, se decidió plantar papa en dos temporadas, siguiendo el comportamiento de las lluvias en los últimos tres años. "Y nos ha funcionado bien", dijo a IPS esta campesina de 39 años.

En viajes por esas zonas rurales, IPS comprobó que los campesinos atribuyen el cambio climático a la pérdida de prácticas culturales como el pago a la tierra (Pachamama), o al daño ambiental que provoca el mismo ser humano a la naturaleza. "Los jóvenes de ahora ya no respetan a la Pachamama, ya no le agradecen por todo lo que nos da. Es momento de reflexionar cómo ayudar a la Tierra y cómo ayudarnos a seguir viviendo en armonía con la naturaleza", afirmó el campesino Ccahuana en su testimonio.

Pero aunque se añoren las tradiciones, los campesinos se están insertando en el mercado con producción y mejora de cultivos o elaboración de lácteos, para que el alimento de sus familias no solo dependa de lo que obtienen sus parcelas, indicó Claverías.

En su estudio, recomendó " unir ambas culturas (la ciencia y el conocimiento ancestral) para predecir el clima con mayor precisión" y "lograr propuestas de desarrollo rural más consistentes y precisas".

"El cambio climático es un desafío y una oportunidad a la vez", concluyó.

* Este artículo es parte de una serie apoyada por la Alianza Clima y Desarrollo (CDKN).

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