La idea revulsiva del decrecimiento económico tiene escasa prensa en una región como América Latina. Pero hay quienes se suman desde Argentina al debate internacional sobre un modo de vida que no tenga como meta el aumento del producto interno bruto (PIB).
En este país, como en otros de la región, la mirada se diferencia de la que sostienen académicos y organizaciones sociales del mundo industrializado, según fuentes consultadas por Tierramérica.
El trance de una crisis mundial sistémica y con varias dimensiones ambiental, económica, energética se pondrá sobre la mesa en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible (Río+20), que se realizará del 20 al 22 de junio en la ciudad brasileña de Río de Janeiro.
Para los defensores del decrecimiento, no parece que el desarrollo sostenible "vaya a evitar el colapso ecológico ni a mejorar la justicia social", que eran las metas planteadas 20 años atrás, en la Cumbre de la Tierra de 1992, celebrada también en Río.
Se busca entonces avivar las discusiones en la conferencia internacional Decrecimiento en las Américas, que va a realizarse entre el 13 y el 19 de este mes en la sudoriental ciudad canadiense de Montreal y que será el tercer foro de este tipo, luego de las citas de París y Barcelona, en 2008 y 2010 respectivamente.
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Uno de los ideólogos de esta corriente, el filósofo y economista francés Serge Latouche, plantea que "la consigna del decrecimiento tiene como meta, sobre todo, insistir fuertemente en abandonar el objetivo del crecimiento por el crecimiento". En rigor, "convendría más hablar de 'acrecimiento', tal como hablamos de 'ateísmo'".
Sus partidarios proponen una disminución controlada y racional del consumo y la producción, permitiendo respetar el clima, los ecosistemas y a los propios seres humanos.
Sin embargo, Latouche aclara que no se trata de una alternativa concreta, sino de una "matriz que daría lugar a la eclosión de múltiples alternativas. Evidentemente, cualquier propuesta concreta o contrapropuesta es a la vez necesaria y problemática".
En Argentina "el decrecimiento no aparece en los medios periodísticos ni forma parte de los programas académicos de economía política. Pero existe, sobre todo ahora, de cara a la reunión de Río+20", dijo a Tierramérica el doctor en ciencias sociales Julio Gambina.
En América Latina, "donde el crecimiento económico fue endiosado en los años 90, el decrecimiento tiene mala prensa", agregó Gambina, profesor de economía política de la Universidad Nacional de Rosario y presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas. En su opinión, "lo que hay que discutir mejor es cómo se crece".
En esta región, varios países consiguen aumentar su PIB en base a "un modelo productivo extractivista" que crece en volumen, pero a costa del usufructo intensivo de recursos naturales que se van agotando, describió.
Por ejemplo, la producción minera a gran escala, que utiliza cianuro y causa un gran impacto ambiental, o la expansión del monocultivo de soja para exportación, a expensas de una producción rural diversa, dijo Gambina.
El sociólogo mencionó el caso de Brasil, donde movimientos afiliados a la red internacional La Vía Campesina cuestionan ese modelo y proponen recuperar la cultura productiva de los pueblos originarios, más amigable con los recursos naturales. Pero esos grupos "no son visibilizados", dijo.
En estos países, señaló, no hay un balance generalizado que se resista al crecimiento. Al contrario, "el decrecimiento es asociado mayoritariamente a economías que están en crisis", como las europeas.
La estadística María Elena Saludas, coordinadora nacional de la Asociación por una Tasa a las Transacciones Financieras Especulativas de Ayuda al Ciudadano (Attac), recordó que "el debate acerca de la imposibilidad de continuar con un crecimiento económico infinito en el marco de un planeta finito, viene de los años 60".
La concepción del desarrollo sustentable, que comenzó a promocionarse fuertemente en la Cumbre de la Tierra de 1992, no cuestiona la estructura de poder mundial ni el sistema capitalista cuyo leitmotiv es el lucro, dijo Saludas.
Tampoco lo hará, cree ella, la "economía verde", muy promocionada desde la Organización de las Naciones Unidas, convocante de Río+20.
"Lo que debemos debatir", señaló, "es que este modelo económico no se puede sustentar".
Saludas cuestiona la expansión de monocultivos y la gran dependencia de las economías latinoamericanas de la exportación de productos primarios. También señala los límites a la expansión de la industria automotriz, por ejemplo en Argentina y en Brasil. "Un auto para todos no parece sustentable, tenemos que ir a un transporte eficiente y colectivo", reflexionó.
En su opinión, el actual crecimiento del PIB latinoamericano genera "una extrema desigualdad" entre ricos y pobres. Los sectores que están en la base de la pirámide "apenas sobreviven". A ellos, alertó, "no podemos hablarles de que no tienen que crecer".
Ella prefiere destacar experiencias como la de Bolivia, donde un movimiento de pueblos originarios apela al Buen Vivir, en armonía con la Naturaleza y no a costa de los recursos naturales ni de la gente.
"La teoría (del decrecimiento) me entusiasma, pero no si se trata de una propuesta de cambio individual de comportamiento, sino de que cada comunidad encuentre la manera de experimentar esta forma de vida", sintetizó.
En cambio, Gambina puso reparos a un debate que, tal como está planteado, no logra sumar adeptos.
"Si la discusión por el decrecimiento va a adquirir mayor volumen, es algo que está por verse. Hay grupos que presionan por un desarrollo diferente, que cuestionan el modelo productivo imperante, pero no tienen un ambiente cultural favorable", dijo.
Gambina insiste en que la idea del crecimiento "subsiste como ideología de consenso, y por eso el debate del decrecimiento dista de ser un asunto hegemónico" en la región. A su juicio no se trata de "decrecer", sino de "crecer de otra manera".
"Hay que privilegiar la producción agrícola-familiar, producir y distribuir localmente" y también poner en cuestión la forma dominante de medir el desarrollo a través del PIB, dijo.
"El PIB solo cuenta lo que se crea, no resta lo que se destruye", señaló. "Quizás el PIB puede bajar, como en Cuba o Venezuela, pero mejora la calidad de vida o la distribución. No necesariamente la calidad social se compadece con el crecimiento económico", opinó.
* Este artículo fue publicado originalmente el 5 de mayo por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.