Millones de familias pobres de Angola no tienen certeza de llevarse algo a la boca tres veces al día, a causa de una prolongada sequía que destruyó cosechas y mató ganado en vastas áreas del país.
Se estima que unos 500.000 niños y niñas sufren desnutrición severa por culpa del colapso de la producción alimentaria a raíz de la sequía registrada en el primer trimestre del año. En las comunidades más afectadas se están instalando centros de alimentación de emergencia.
Las centrales provincias de Huambo, Bie y Benguela, y la norteña Zaire, son las más perjudicadas, pero en todo el territorio nacional están sufriendo tanto los pequeños como los grandes agricultores. Los rendimientos agrícolas bajaron hasta en 70 por ciento en varios lugares.
Según algunos reportes, hay agricultores de subsistencia que abandonan sus predios para buscar empleo en poblados y ciudades y alimentar a sus familias. Además, los grandes establecimientos rurales comerciales despiden empleados porque ya no hay cosechas que recolectar.
Pese a la enorme riqueza petrolera de Angola y al pronóstico del Fondo Monetario Internacional (FMI), que prevé una expansión de 9,7 por ciento del producto interno bruto este año, casi dos tercios de los hogares rurales viven con menos de 1,75 dólares diarios.
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Más de cuatro décadas de guerra (1961-2002) dejaron al país con uno de los índices de mortalidad infantil más altos del mundo: 20 por ciento de niños y niñas mueren antes de cumplir cinco años.
La dieta de mala calidad es un factor crucial de esa mortalidad y, según la última Encuesta Nacional de Nutrición, llevada a cabo en 2007, casi 30 por ciento de los menores de cinco años padecen alguna atrofia, más de ocho por ciento sufren emaciación, y cerca de 16 por ciento tienen bajo peso.
Koen Vanormelingen, representante del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) en Angola, explicó que la mala cosecha de este año ya se ha cobrado sus víctimas entre los niños más vulnerables.
"Esta población ya vivía al límite y hacía un gran esfuerzo por sobrevivir, pero mientras antes tenía una dieta variada de tres comidas al día, ahora toma una sola, tal vez dos, y restringida a una muy pobre selección de mandioca y bananas", dijo.
"Es una situación muy seria y estamos muy preocupados porque vemos un aumento significativo de la desnutrición y de la mortalidad por desnutrición", agregó.
El gobierno asignó 43 millones de dólares a una campaña de emergencia, que incluirá la distribución de alimentos, agua, semillas y otros insumos agrícolas para ayudar a los agricultores a salvar sus siembras.
Además, se importó un cargamento de 40 toneladas de un alimento reforzado a base de maní, con apoyo de la Fundación Clinton. Ya está listo para enviarlo a los centros de alimentación de emergencia que se están instalando en todo el país.
"Esto no es una hambruna, pero sí inseguridad alimentaria", explicó Vanormelingen.
"Hay comida disponible. El problema es que, como la gente no está produciendo tantos alimentos, debe comprar más", dijo.
"Puesto que su producción se ha reducido, sus ingresos también, y entonces no tienen dinero para comprar alimentos. Y como la oferta cae y la demanda aumenta, los precios están subiendo, en algunos casos hasta 100 por ciento", añadió.
Este colapso del agro es un importante revés para Angola, que ha intentado desesperadamente insuflar nuevos bríos a su otrora pujante sector agrícola, destruido por décadas de guerra.
Para estimular la producción, el año pasado el gobierno lanzó un programa de microcréditos por 150 millones de dólares, dirigidos a que los pequeños agricultores puedan comprar semillas y fertilizantes.
Pero ahora que los rendimientos son tan bajos, muchas familias luchan para poder pagar las deudas contraídas.
La Unión Nacional de Asociaciones de Campesinos Angoleños, que agrupa a las cooperativas agrícolas, señaló que el gobierno ayudará a solventar los pagos con los bancos comerciales que concedieron los préstamos.
Pero Belarmino Jelembi, director de Acción para el Desarrollo Rural y el Ambiente, advirtió: "El gobierno tiene que ser extremadamente cuidadoso en cómo maneja esto, porque, si no lo hace bien, todo el programa pueda fracasar".
"Tenemos que hacer más para apoyar a los pequeños agricultores con herramientas básicas de riego, así no dependen tanto de las lluvias", agregó.
Abrantes Carlos, director provincial del Ministerio de Agricultura en Benguela, donde unas 100.000 familias están en inseguridad alimentaria, coincidió en que se necesitan más sistemas de irrigación sustentable.
"En la provincia tenemos grandes ríos, pero no estamos administrando nuestros suministros y no tenemos datos precisos sobre cuánta agua hay disponible", dijo a IPS.
Según Carlos, la falta de agua en la provincia, donde muchos ríos se han secado, fue la peor del área en 30 años, y por primera vez desde el fin de la guerra, en 2002, se planificó la ayuda alimentaria a las familias.
"En este momento la población todavía tiene alimentos, pero es probable que en los próximos tres meses la situación empeore", declaró.
El gobierno ayuda a perforar nuevos pozos para hallar agua, y también distribuye semillas para cultivos que pueden crecer en los meses más fríos, como forma de mejorar la perspectiva de la próxima cosecha, agregó.
Jelembi saludó el compromiso de las autoridades en materia de ayuda, pero dijo: "Hemos visto muchos anuncios sobre lo que el gobierno va a hacer para ayudar a la población afectada, pero en la práctica no se ve gran cosa".