En su primera visita a Washington como presidenta de Brasil, Dilma Rousseff elogió junto a su par estadounidense Barack Obama las excelentes relaciones de los dos países. Pero el encuentro avanzó poco en los temas que interesan a la potencia sudamericana.
Los dos gobernantes anunciaron la instalación de un diálogo de cooperación en defensa que se llevará a cabo en Brasil en dos semanas y que se suma a una canasta de conversaciones presidenciales pactadas durante la visita de Obama a la potencia sudamericana, en marzo de 2011.
Según el comunicado de siete páginas publicado mientras los dos presidentes almorzaban este lunes 9, el nuevo diálogo "buscará oportunidades de colaboración en cuestiones de defensa en todo el planeta".
Obama y Rousseff anunciaron la firma de un acuerdo en materia de aviación civil y la apertura de dos nuevos consulados estadounidenses en las ciudades de Belo Horizonte y Porto Alegre, ubicadas respectivamente en el sudeste y el sur del territorio brasileño, para facilitar los viajes de empresarios y turistas de ese país a Estados Unidos.
De hecho, la mayor parte de la reunión, que precede a la VI Cumbre de las Américas a celebrarse el 14 y 15 de este mes en la ciudad colombiana de Cartagena de Indias, se dedicó a asuntos bilaterales que interesan a las dos naciones más pobladas del continente: el comercio, la energía y la educación.
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"Queremos ser socios en la promoción de un crecimiento sustentable, diversificado y dirigido por la innovación, que se traduzca en un progreso de largo aliento e inclusivo", dijo la secretaria de Estado (canciller) de Estados Unidos, Hillary Rodham Clinton, en un foro organizado por la Cámara de Comercio de este país al cual también estaba invitada Rousseff como oradora.
"Queremos trabajar juntos, Brasil y Estados Unidos, para crear oportunidades económicas y un sistema en el cual todos puedan competir por igual", agregó Clinton.
Si bien el acento estuvo puesto en los aspectos positivos, la cumbre no escapó del sentimiento recíproco de decepción acerca de la evolución de las relaciones bilaterales durante la Presidencia de Obama, iniciada en 2009.
Washington esperaba que, con Rousseff en el gobierno desde enero de 2011, Brasil se aproximara mucho más a sus posiciones en un amplio arco de problemas globales y regionales, respecto de las posturas de su antecesor, el carismático Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011).
El viaje de Obama a Brasilia apenas dos meses después de la investidura de Rousseff fue percibido como un intento de lograr ese apoyo, revirtiendo la costumbre de que los nuevos mandatarios brasileños eran los que peregrinaban a Washington en busca de su bendición.
Lula, quien poco antes de dejar el poder se quejó de que el gobierno de Obama "nada había cambiado" en las relaciones de Estados Unidos con América Latina, chocó abiertamente con su par estadounidense en varios temas, como el golpe de Estado de 2009 en Honduras, la persistencia del bloqueo económico a Cuba y los esfuerzos brasileños y turcos por lograr un acuerdo sobre el programa nuclear de Irán.
Lula y Rousseff pertenecen al mismo Partido de los Trabajadores, de cuño izquierdista.
Rousseff se ha dedicado mucho más a la política interna y ha mostrado menos interés que Lula en confrontar con Estados Unidos en cuestiones geoestratégicas. Por ejemplo, ha preferido ejercer la abstención, en lugar del voto contra Washington, en resoluciones sobre asuntos polémicos en la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Pero los cambios no fueron tantos ni tan notorios como el gobierno de Obama esperaba.
"Los brasileños creen que se redujeron las divergencias" entre los dos países, dijo el presidente emérito de Diálogo Interamericano,Peter Hakim, un grupo de estudios sobre asuntos continentales. "Pero la política exterior brasileña es en gran medida de continuidad".
Por su parte, los brasileños han expresado su desagrado en varios temas, en especial el no apoyo de Washington a la candidatura de Brasil para un lugar permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, como el que Obama manifestó a favor de India en noviembre de 2010.
La presencia del primer ministro de India, Manmohan Singh, fue entonces pactada como una visita de Estado, muy distinta al almuerzo con el que fue recibida este lunes Rousseff.
Esa diferencia no hace más que reforzar la sensación de que Brasil, pese a ser una superpotencia regional e integrar el grupo BRICS, junto con Rusia, India, China y Sudáfrica, todavía no es tomado seriamente como un jugador global.
"El hecho de que Brasil no sea una potencia nuclear, y de que América del Sur no sea una región de relevancia geoestratégica, debería contar a favor, y no en contra" de un asiento permanente, dijo en un artículo publicado en foreignpolicy.com el analista João Augusto de Castro Neves, del Eurasia Group.
En el comunicado de este lunes, Obama apenas "reafirmó su aprecio por la aspiración de Brasil de convertirse en miembro permanente del Consejo de Seguridad y reconoció su asunción de responsabilidades globales".
"Estados Unidos debe tratar a Brasil como lo hace con India y China", argumentó Castro Neves. El hecho de que Washington no reconozca la influencia internacional del país sudamericano "hace que la agenda bilateral sea mucho menos ambiciosa de lo que debería ser".
Ni Rousseff ni su ministro de Relaciones Exteriores, Antonio Patriota, se quejaron en forma abierta de esta actitud de Washington.
Pero el canciller subrayó en su discurso en la Cámara de Comercio que Brasil tiene "ventajas comparativas únicas en el nuevo orden mundial emergente, como país desprovisto de armas de destrucción masiva, amante de la paz y que cree en la diplomacia, el diálogo y la tolerancia".
En una breve aparición pública con Obama tras el almuerzo, Rousseff también se quejó de las políticas monetarias expansivas de Estados Unidos y la Unión Europea, concebidas para hacer más competitivas sus exportaciones, porque "afectan las perspectivas de crecimiento de países emergentes" como el suyo.
La mandataria ya había advertido que estas políticas causarán un "tsunami monetario" para países como Brasil, cuyas altas tasas de interés atraen a los capitales especulativos.
La balanza comercial brasileña con Estados Unidos se ha movido a la baja, de un saldo positivo de 6.400 millones de dólares en 2007 antes de la crisis económica mundial que estalló en 2008 a un déficit de 8.200 millones de dólares en 2011.
El intercambio bilateral crece 10 por ciento anual y llegó el año pasado al récord de 74.000 millones de dólares. Pero China desplazó a Estados Unidos como principal socio comercial de Brasil.
Washington accedió a varios reclamos brasileños en 2011, como el recorte de algunos subsidios a su producción doméstica de etanol de maíz y la reducción de los aranceles a las importaciones de etanol brasileño de caña de azúcar.
Pero el descubrimiento de enormes reservas de petróleo en aguas profundas de Brasil en el océano Atlántico desplazó del centro de la escena los problemas del comercio del agrocombustible.
Los dos gobernantes se refirieron al interés de cooperar en la extracción de ese crudo.
Washington también espera que Brasil compre una flota de aviones de guerra Boeing F-18 por valor de casi 4.000 millones de dólares, pero tal cosa no sucederá a menos que Estados Unidos reinicie un acuerdo suspendido para adquirir aviones de entrenamiento a la empresa brasileña Embraer, destinados a fundar la fuerza aérea de Afganistán.
Según analistas de la industria, el anuncio de que las dos empresas trabajan en un acuerdo de cooperación podría facilitar esas dos transacciones.
La llegada de Rousseff también fue acompañada por la protesta de unos 100 activistas de la ecologista Amazon Watch frente a la sede de la embajada de su país en Washington.
La protesta iba dirigida a los persistentes problemas de violencia en las disputas agrarias brasileñas, la lentitud de la reforma agraria, la construcción de la central hidroeléctrica de Belo Monte y el peligro de que se apruebe una reforma al Código Forestal que impulsaría la deforestación de la Amazonia.
Mientras tanto, el Center for American Progress (CAP), un centro de estudios cercano a la Casa Blanca, criticó la decisión de Rousseff de participar en el foro organizado por la Cámara de Comercio, que representa a sectores contrarios a Obama.
"Uno se pregunta quién recomienda a la presidenta visitar Washington en un año electoral y aparecer alineada con una organización que se opone con tal virulencia a Obama, y a ella misma y a la filosofía política de su partido", afirmaron miembros de CAP en un texto publicado en su sitio en Internet.