Los oasis de México albergan una importante riqueza ambiental, cultural, social y económica que debe medirse y conservarse, alertan expertos.
De unos 200 oasis que tiene México, 184 están en Baja California Sur y el resto en Baja California Norte y Sonora, estados del extremo noroccidental de este país, según datos de la Secretaría (ministerio) de Medio Ambiente y Recursos Naturales.
"Su condición es de alta vulnerabilidad ante la modernidad. Todos están amenazados, no se les atiende porque no se les reconoció durante mucho tiempo su valor patrimonial y sus prácticas agrícolas", dijo a Tierramérica la investigadora Micheline Cariño, de la estatal Universidad Autónoma de Baja California Sur (UABCS).
"Son diversos entre ellos y sus problemas son distintos, por eso debe atendérseles con mucho cuidado", apuntó la experta.
Es que los oasis son complejos ecosistemas. Afloramientos de agua en zonas desérticas, con una variedad propia de flora y fauna, su factor distintivo es la presencia hídrica natural.
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Los oasis proporcionan refugio a especies animales de zonas norteñas y templadas tropicales, y son estaciones de abastecimiento de aves migratorias y puntos de atracción para toda la fauna cercana.
No suelen tener más de dos kilómetros cuadrados y en ellos se desarrollan cultivos de frutas y hortalizas dátiles, uvas, cítricos, tomate y lechuga, y crianza de vacas y cabras.
Contribuyen, además, a la captura de dióxido de carbono, uno de los gases responsables del aumento de la temperatura planetaria.
El oasis y sus servicios económicos y de supervivencia en zonas áridas están históricamente vinculados a las culturas árabe y amazigh (bereber). Como sitios físicos poblados, los oasis mexicanos fueron establecidos por misioneros jesuitas y "rancheros" (hacendados) que trajeron de España esa tradición a partir del siglo XVII.
Cariño es fundadora de la Red Interdisciplinaria para el Desarrollo Integral y Sostenible de los Oasis Sudcalifornianos (Ridisos), formada en 2006 por científicos de la UABCS, el Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste, la estadounidense University of San Diego y las españolas Universidad Miguel Hernández de Elche y Universidad de Granada para estudiar las aristas ambientales, culturales y sociales de esos sitios.
Un artículo publicado en 2003 en la revista Anales del Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), subrayó la importancia "de los oasis para las aves, tanto residentes (sic), pues estos representan sitios favorables para la permanencia de especies locales, como migratorias e invernantes".
El texto "Observaciones recientes de aves en el oasis de La Purísima, Baja California Sur, México", de investigadores de la UABCS, dio cuenta de la observación de 60 especies.
En Baja California Sur el gobierno federal invierte desde 2011 unos 45 millones de dólares en la protección de esa riqueza natural.
Pero son ecosistemas "poco identificados. Son reservorios de muchas especies y proveen de agua de calidad a las comunidades", dijo a Tierramérica el investigador Gerardo Rodríguez, del Instituto de Ecología de la estatal UNAM.
Cuando llueve en esas zonas, las áreas bajas se inundan. El agua, al retraerse, da pie a la aparición de oasis que crean comunidades vegetales llamadas retenes y propician la aparición de peces, crustáceos e invertebrados.
"Terminan siendo el único lugar donde se mantienen ciertas especies hasta la siguiente época de lluvias", explicó Rodríguez, dedicado a los ecosistemas que se forman en las tierras bajas de la Península de Yucatán, al sureste de la Ciudad de México.
Los oasis soportan diferentes amenazas. La población humana se marcha por falta de oportunidades productivas. Llegan las inversiones turísticas e inmobiliarias. El agua dulce se sobreexplota, se talan las especies forestales y se introducen especies invasoras de peces y plantas que acaban con las endémicas.
Según Rodríguez, "la amenaza principal es la poca planeación del uso del agua". Hay un "consumo desmedido" y no hay "ninguna iniciativa para recargas o tratamiento".
La Ridisos está concluyendo una investigación sobre el conocimiento, valoración y desarrollo sustentable de los oasis, centrada en el municipio de Comondú, uno de los humedales más amenazados de Baja California Sur.
Es uno de los 55 humedales inscriptos en la Convención sobre los Humedales de Importancia Internacional, conocida como Convención de Ramsar, y cuenta con siete especies de aves y 18 de reptiles bajo algún estatus de protección nacional.
La estrategia gubernamental de "intervenir aceleradamente no ha tenido el efecto más deseable para atender la problemática concisa y precisa de los oasis No se dieron el tiempo para hacer un diagnóstico sobre la problemática de cada oasis y definir la forma apropiada de intervenir en cada uno", dijo Cariño.
Los expertos proponen definir y tipificar los oasis y elaborar un inventario. Además, también quieren catalogar como patrimonio cultural y natural de México las regiones serranas de Baja California Sur.
* Este artículo fue publicado originalmente el 31 de marzo por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.