En la campaña electoral para los comicios de julio en México, los reflectores apuntan hacia el cumplimiento de la cuota de género en cargos federales. Pero los municipios no se benefician de la medida y allí la presencia femenina en el poder es tan importante como escasa.
Más mujeres en el bicameral Congreso legislativo es el «lado bonito de la democracia», pero es desde los cargos municipales que las mujeres enfrentan «cara a cara» los problemas de sus comunidades, dijo a IPS/ Cimac en una entrevista Dalia Barrera Bassols.
Para la especialista en la relación entre política y género es desde lo local que los partidos deben apoyar el acceso al poder de las mujeres, si de verdad quieren respaldar la presencia femenina en la política en condiciones de mayor igualdad.
Barrera, maestra en Economía y doctora en Sociología, considera que es precisamente en los municipios donde se ve con más claridad la persistencia de una cultura política que excluye a las mexicanas.
Es en el ámbito local donde las mujeres gobiernan cotidianamente y cargan a cuestas su papel de madres, esposas y ciudadanas, explica la también integrante del Grupo Interdisciplinario sobre Mujer, Trabajo y Pobreza (Gimtrap).
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Barrera critica que los partidos políticos alardeen sobre el cumplimiento de la cuota de género 60-40 en candidaturas a senadurías y diputaciones federales, cuando a nivel local no se asegura la participación femenina.
En el aspecto legal, la profesora-investigadora de la Escuela Nacional de Antropología e Historia alerta que si bien se han establecido cuotas de género para el Congreso federal y de los estados, para los municipios no hay claridad ni se obligan porcentajes mínimos de participación femenina.
El artículo 219 del Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales establece la cuota de al menos 40 por ciento de candidatas, pero únicamente para senadurías y diputaciones federales.
El 1 de julio los mexicanos elegirán presidente, diputados federales y senadores, además de alcaldes y otras autoridades de 583 municipios en 12 de los 31 estados del país, de acuerdo con el Instituto Federal de Elecciones. En total, en México, un país con 112 millones de personas, hay 2.441 municipios.
El Instituto Nacional de las Mujeres reporta que en 2009 había 21,9 por ciento de senadoras y 27 por ciento de diputadas federales. En contraste, en ese mismo año había sólo 5,3 por ciento de alcaldesas, 18,7 de síndicas (procuradoras municipales) y 32,6 por ciento de regidoras (concejalas), que son cargos de elección popular.
Barrera sostiene que es hora de que los partidos prioricen las candidaturas femeninas a nivel local, y pongan atención en los procesos que siguen las mujeres para competir por un cargo de elección y mantenerse en él una vez que triunfen en las urnas.
La especialista en política y género subraya que los cargos de presidenta municipal, jefa delegacional y síndica son los de mayor reto y confrontación para la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres.
De acuerdo con sus investigaciones, Barrera advierte que las mujeres llegan a cargos municipales por su trayectoria y trabajo político, pero también por nexos familiares, la invitación de un jefe político o en sustitución de un varón.
El rezago femenino en el acceso a espacios de toma de decisión tiene que ver con una serie de elementos culturales que se derivan del sistema de dominación masculina, señala.
En un artículo elaborado por Barrera y la socióloga Blanca Suárez San Román, se indica que a mayor jerarquía del cargo hay menor presencia femenina, tendencia que se confirma con la casi nula presencia de gobernadoras.
Esto significa que en los cargos menores hay más mujeres, pero las expertas acotan que son pocas quienes ocupan estos espacios, toda vez que también son de difícil acceso.
La importancia de los municipios, según Barrera, radica en que ahí los políticos se enfrentan unos contra otros, se vive la corrupción en carne viva, se llega al consenso, se crean complicidades, y se hace una política que involucra y afecta directamente a la ciudadanía.
Asegura que hay dos momentos que determinan la participación política de las mujeres en ese nivel: uno, llegar a un cargo de elección popular y dos, ejercerlo en medio de una «cultura política autoritaria y antidemocrática». Éste último quizás el mayor reto, indica.
Una vez sorteados los obstáculos y factores adversos, al ser electas en los municipios las mujeres enfrentan el momento más complicado, pero también el de más posibilidades, ya que pueden asumir una actitud pasiva ante el partido o cumplir con autoridad su función como gobernantes locales, destaca Barrera.
En opinión de la especialista, la participación política femenina en el ámbito municipal está en el olvido, a pesar de que México suscribió los Objetivos de Desarrollo del Milenio, establecidos por las Naciones Unidas en el año 2000, y cuyo número tres promueve la paridad de género y el empoderamiento de las mujres.
Entre esos acuerdos está la paridad entre los sexos en el acceso a cargos de decisión en los ámbitos de gobierno federal, estatal y municipal. Para Barrera Bassols, la presencia femenina en el nivel local no se toma en cuenta.
Otro elemento que resalta la especialista sobre el poder municipal es que en ese nivel los partidos políticos ejercen de manera más clara la violencia, la discriminación y el acoso para evitar que las mujeres ocupen cargos de toma de decisión
De manera sistemática, explica, los dirigentes varones recurren a mecanismos de exclusión como el acoso político y la violencia de género, con el fin de que las militantes no sean diputadas locales, alcaldesas, síndicas o regidoras.
Los líderes partidistas esparcen dudas sobre la capacidad de mando de las mujeres, las estigmatizan, desprestigian, e incluso hacen señalamientos negativos contra aquellas que logran espacios de poder, subraya Barrera.
En su más reciente investigación, «Mujeres en el cabildo. Síndicas y regidoras veracruzanas», publicada por el Gimtrap, y en un artículo posterior, Barrera recopila testimonios sobre los desafíos que afrontan las mujeres en los municipios para llegar y ejercer un cargo, todos bajo anonimato para evitarles represalias.
Una presidenta municipal (alcaldesa) habló sobre los obstáculos para formar parte de las listas de candidaturas: «Lo más difícil fue convencer a mi partido, la candidatura la peleé con uñas y dientes ( ). Mi propio presidente de partido me decía que estaba loca», afirmó.
También le insistían en que en su municipio «jamás aceptarían que una mujer fuera la candidata, pero además tenía en contra a los exalcaldes, quienes apostaron que no debía ser yo la candidata».
Otra alcaldesa dijo ser víctima de «calumnias, chismes y bloqueos». «Durante mi campaña también hubo habladurías: me acostaban con uno y con otro, ya mero con todo mi municipio. Son las vivencias que una mujer pasa en la política. Ésa es mi experiencia amarga, que nos acuestan con quien se les viene en gana», acusó.
*Una versión de este artículo fue publicado originalmente por la agencia de noticias mexicana Comunicación e Información de la Mujer AC, Cimac.