La decisión de la coalición gobernante en Túnez de prohibir manifestaciones en el centro de la capital desató una serie de enfrentamientos en los últimos días que dejaron expuestas profundas divisiones sociales en este país del norte de África.
El argumento esgrimido por la coalición, liderada por el partido islámico moderado Ennahda, fue "mantener el orden" en vísperas del inicio de la temporada turística del verano boreal, de gran importancia económica para Túnez.
Pero la oposición de centroizquierda consideró la medida como un ataque flagrante a las libertades políticas.
Con motivo de la celebración del Día de los Mártires a principios de la semana pasada, partidos políticos, sindicatos y grupos de derechos humanos organizaron una manifestación en protesta contra la prohibición, que fue violentamente reprimida por la policía, generándose un caos.
Esto hizo que crecieran las dudas sobre las credenciales democráticas del gobierno y sobre su capacidad de mantener el orden en el centro de la capital.
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Todo comenzó con una pequeña protesta contra el desempleo que fue reprimida con violencia por la policía el sábado 7 de este mes, tras lo cual la oposición llamó a manifestaciones masivas en protesta contra la prohibición y contra el gobierno.
El lunes 9 se convocó una concentración que casi de inmediato fue reprimida por policías con porras y gases lacrimógenos. Los uniformados contaron con el apoyo de hombres enmascarados vestidos de civil, conocidos en Túnez como la "milicia", quienes agredieron a manifestantes y periodistas con palos y piedras.
Varios cientos de manifestantes construyeron barricadas y lanzaron piedras contra las fuerzas de seguridad. Una veintena de personas, incluida la periodista francesa Julie Schneider, terminaron hospitalizadas.
El excesivo uso de gases lacrimógenos, la participación de la milicia y la agresión intencional contra periodistas y transeúntes con cámaras recordó los peores excesos del régimen de mano dura del expresidente Zine el Abidine Ben Ali (1987-2011). Además, resultó un desastre en materia de relaciones públicas para la coalición gobernante. La fuerte oposición contra la prohibición llevó a las autoridades a revocar la medida.
Las últimas encuestas de opinión indican que el gobierno sigue siendo popular, pero debe hacer frente a desafíos cada vez mayores.
Según datos de la Asociación Nacional de Estadística, el desempleo aumentó 0,6 puntos porcentuales entre el tercer trimestre de 2011 y el primero de este año, pasando de 18,3 a 18,9 por ciento en febrero. Pero la tasa para los recién graduados es peor: pasó de 29,2 a 30,5 en el mismo periodo.
Los persistentes problemas económicos de este país socavan el apoyo de Ennahda, que también ha quedado envuelto en un conflicto cultural entre salafistas (movimiento integrista sunita), por un lado, y activistas de izquierda, por otro. Los primeros pretenden abolir la Constitución y reemplazarla por la shariá (ley islámica), en tanto los segundos quieren preservar las tradiciones sociales liberales y mejorar la protección de mujeres y minorías.
La ideología oficial de Ennahda apunta a una democracia parlamentaria inclusiva, conducida por principios islámicos moderados. En la campaña electoral, esta apertura le permitió reunir el apoyo de vastos sectores de la sociedad tunecina, desde salafistas hasta musulmanes no practicantes.
Pero ahora debe lidiar con esa diversidad.
A principios de este mes, el gobierno habló positivamente de la decisión de un juez provincial de condenar a dos jóvenes a siete años de prisión por insultar al profeta Mahoma en sus cuentas de la red social Facebook. Esto fue visto por críticos como una estrategia para seducir a los más conservadores.
En los últimos meses, patrullas ciudadanas salafistas han atacado a personas que consideran "no islámicas". Los salafistas no tienen apoyo oficial del gobierno, pero la izquierda acusa a las autoridades de mirar para otro lado.
Saif Bjaoui es un joven activista gay que participó en la manifestación del lunes 9 con el fin de expresar su oposición a Ennahda y a sus políticas de intolerancia, según dijo a IPS.
"Le temo a Ennahda porque trata de sacarnos derechos. Samir Dilou (ministro de Derechos Humanos y miembro de ese partido) dijo el mes pasado que los gays son enfermos", señaló Bjaoui.
El joven activista no es optimista respecto de los derechos de las minorías y cree que "las cosas empeorarán antes de mejorar".
Dos días después de las manifestaciones, Rached Cherif, miembro de la Liga de Humanistas, dijo a IPS que las acciones del gobierno de Ennahda ponen en peligro a ciertos segmentos de la sociedad tunecina.
"El gobierno es tolerante con el activismo salafista, que apunta directamente contra las minorías, como cristianos, judíos y gays", señaló.
"Actúa de forma amigable con los salafistas, pero reprime brutalmente manifestaciones pacíficas de izquierda", se lamentó.
Hay una cantidad significativa de ciudadanos que apoyan a los partidos de izquierda y defienden los derechos de las minorías religiosas y sexuales, pero es claro que también son muchos los que están a favor de las políticas conservadoras de Ennahda.
Según Cherif, muchos tunecinos son francamente "intolerantes" al liberalismo social, lo que atentará contra las posibilidades de supervivencia de la democracia.
"Una democracia sin derechos para las minorías no es democracia", añadió Bjaoui.
El martes 10, los manifestantes volvieron a la calle principal del centro de Túnez acompañados de un grupo de legisladores de la oposición. Muchos de los participantes llevaban vendajes cubriendo las heridas sufridas el día anterior. Pero en esa oportunidad, activistas y policías se contuvieron, y la concentración fue ruidosa pero pacífica.
Al día siguiente, el gobierno restauró la legalidad de las protestas en el centro de Túnez. La crisis causada por la prohibición parece haberse aplacado.
Pero la sociedad tunecina sigue profundamente dividida sobre diversas cuestiones sociales y plagada de problemas económicos. Si la nueva democracia ha de sobrevivir, deberán tomarse medidas tendientes a la reconciliación.