TAYIKISTÁN: Pobreza lleva a mujeres a matrimonios tempranos

Cuando Kibriyo Khaitova tenía 16 años, sus padres le dijeron que, si no se casaba, se convertiría en una solterona. Así que, como muchas jóvenes de Tayikistán, contrajo matrimonio con un hombre sugerido por su familia. Ahora, tiene 20 años, dos hijos a cargo, y su esposo la abandonó.

«Mis padres me dijeron que ya tenía edad y que necesitaba casarme», contó la joven, quien vive en el valle de Ferghana, zona de Asia central donde siguen fuertemente arraigadas costumbres sociales conservadoras.

«Yo les dije que quería seguir estudiando, pero me respondieron que a los hombres no les gusta las jóvenes educadas y que no se necesita estudiar para ser una buena esposa. La primera vez que vi a mi esposo fue en la boda. Tenía mucho miedo, pero mi abuela me dijo que todo saldría bien», recordó.

La propagada pobreza en Tayikistán es una de las principales causas de los matrimonios tempranos, según un informe de la Fundación Eurasia. En las familias rurales, los hijos varones se convierten en el sostén del hogar, y las niñas son por lo general consideradas una carga financiera.

Este jueves 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer, como una jornada para destacar la lucha de ellas por sus derechos y la persistente discriminación en su contra. Este año, las Naciones Unidas han puesto uno de los focos del día en el impacto de esa discriminación en las mujeres pobres.
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«Algunos padres creen que sus hijas pueden ser mejor mantenidas por un esposo, y casarlas a una edad temprana es una forma de conservar sus limitados recursos», explicó a EurasiaNet.org la autora del estudio, Azita Ranjbar.

Las familias también instan a los hijos varones a casarse con adolescentes. Cuando las jóvenes tayikas contraen matrimonio, se convierten en «kelins» (nueras) y por lo general pasan a vivir con la familia de su esposo.

De estas se espera que «sean obedientes, asistan a sus suegras con las tareas domésticas y, en algunas zonas del país, también con la agricultura de subsistencia», explicó Ranjbar.

Solo las mujeres que pueden estudiar se hallan en condiciones de desafiar el rol sumiso que se les adjudica.

Desde julio de 2010, la ley tayika establece los 18 años como edad mínima para el casamiento, tanto en hombres como mujeres. Pero, en la práctica, el matrimonio precoz es todavía común.

De hecho, la ley ha tenido un efecto no intencionado. Cuando una pareja no puede casarse porque una de las partes es menor de 18 años, se acude a un líder religioso local para que celebre la boda. Más tarde, sin certificado de matrimonio civil, la esposa tiene pocos derechos frente a la justicia.

«Se necesitan severos castigos para reducir la incidencia de matrimonios de menores», sostuvo Azim Bayzoev, profesor de estudios de género en la Universidad Nacional Tayika. «Pero, aumentando los castigos, también se provoca una reducción de los registros» civiles, reconoció.

«Para ser efectiva, la ley debe ser aplicada en forma estricta, pero hay una falta de capacidad y de voluntad de los gobiernos locales para hacerlo», señaló.

En Tayikistán crece la dependencia del Islam para cumplir funciones que el Estado ya no puede realizar. En muchas zonas rurales, donde las autoridades locales no tienen poder ni motivación ni apoyo, son los líderes religiosos quienes brindan soluciones a problemas diarios.

«La ley islámica apoya el matrimonio temprano, pues ofrece a las familias una salida al problema de tener que mantener a sus hijas», indicó Bayzoev.

La mayoría de los clérigos musulmanes están dispuestos a celebrar una ceremonia religiosa sin importar que la pareja no se haya registrado en una oficina civil.

«El Corán no define una edad mínima para el matrimonio», dijo EurasiaNet.org un imán de Dusambé, la capital tayika, y quien prefirió mantener el anonimato. Por el contrario, «el Islam estimula a las mujeres a casarse a una edad temprana. Eso significa que pueden tener hijos, lo cual es su deber», añadió.

Las mujeres que ingresan a matrimonios polígamos, avalados por el Islam pero prohibidos por las leyes tayikas, tampoco pueden registrarse. Cuando Dilnoza Rahimova tenía 15 años, su familia la obligó a casarse con un hombre que le doblaba en edad.

Rahimova pasó a ser la tercera esposa de su cónyuge, y era hostigada por la primera, que se sentía amenazada por ella.

«Una noche vino a casa borracho y me forzó» a tener relaciones sexuales, contó a EurasiaNet.org. «Le dije que no quería, y que me estaba lastimando, pero no se detuvo», dijo.

La madre de Rahimova le dijo que ese tipo de abusos eran parte normal del matrimonio.

La violación marital no es algo inusual en Tayikistán. Un informe de 2009 de Amnistía Internacional reveló que, aunque solo 11,1 por ciento de los hombres admitían haber forzado a sus esposas a tener sexo, 42,5 por ciento de las mujeres dijeron haber sido violadas por sus esposos.

El divorcio es muchas veces el último recurso. Pero, «sin un matrimonio registrado, es extremadamente difícil para la esposa reclamar los derechos sobre bienes adquiridos en conjunto, así como pensiones para sus hijos», señaló Ranjbar, de la Fundación Eurasia.

No hay estadísticas oficiales sobre matrimonios de menores. Bayzoev, de la Universidad Nacional, dijo que la práctica se hizo más común durante la guerra civil que sufrió este país entre 1992 y 1997, cuando «las niñas eran obligadas a casarse para evitar que fueran víctimas de violaciones o que perdieran su honor».

Pero la práctica era también común cuando Tayikistán integraba la Unión Soviética.

Hoy, un aumento de los matrimonios tempranos significa más divorcios, añadió Bayzoev. «La inmadurez de las parejas jóvenes y la naturaleza forzada de muchos casamientos sin duda han contribuido al creciente número de divorcios en el país», explicó.

Poco después de haberse casado, el esposo Khaitova se unió a las legiones de jóvenes tayikos que emigran a Rusia en busca de trabajo. Luego de tres años, regresó con una nueva esposa.

«Me dijo que quería el divorcio y que tenía dos días para irme», contó ella a EurasiaNet.org.

«¿A dónde puedo ir? Tengo dos hijos, no tengo educación, fui obligada a vivir de la caridad de mis familiares. Gano 100 somonis (unos 21 dólares) al mes reparando ropa, pero no puedo mantener a mis hijos», se lamentó.

* Este artículo fue publicado originalmente en EurasiaNet.org.

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