Siembra de nubes, solución incierta para sequía mexicana

Mientras una dura sequía azota la mitad del territorio de México, la técnica de sembrar nubes aparece como opción para provocar lluvia, si bien no está reglamentada en este país latinoamericano.

México soporta su peor sequía en siete décadas. Crédito: Mauricio Ramos/IPS
México soporta su peor sequía en siete décadas. Crédito: Mauricio Ramos/IPS
Esta tecnología es fuente de polémica. Hay quienes defienden sus beneficios, y sus detractores argumentan que no presenta resultados sólidos y que no está estudiado el efecto de los productos químicos utilizados en el aire, el agua y el suelo.

"No está probada la metodología; la inversión que se hace no da ningún resultado que demuestre que la siembra da más precipitación", dijo a Tierramérica la académica Graciela Binimelis, del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la estatal Universidad Nacional Autónoma de México.

Doctora en ciencias atmosféricas por la estatal University of Washington, Binimelis ha estudiado la física de las nubes por más de dos décadas.

La técnica consiste en localizar un tipo de nubes y bombardearlas con yoduro de plata desde una avioneta, desde el suelo, por medio de generadores o con cohetes, para que el agua se cristalice y mude en copos de nieve que crecen hasta llegar al peso necesario para que se precipiten en forma de lluvia a altitudes menores.
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Una exposición intensa o continua al yoduro de plata puede causar daños residuales en humanos y otros mamíferos, pero no secuelas crónicas.

La siembra de nubes se emplea en la franja fronteriza del sur de Estados Unidos con México, en Argentina, Chile, España y China, la nación que más uso le da.

"Si se lleva a cabo ininterrumpidamente, con los apoyos logí¬sticos necesarios, el personal especializado y las aeronaves adaptadas antes de la temporada de lluvia, los resultados serán positivos", dijo a Tierramérica el capitán de aviación Gustavo Dietz, quien piloteó aviones dedicados a estas operaciones en estados del norte mexicano.

"Las nubes sembradas en forma correcta duran más y tienen mayor cobertura aérea", explicó a Tierramérica el especialista Gary Walker, de la empresa Just Clouds, con sede en el sureño estado estadounidense de Texas, dedicada a esta técnica y a la investigación atmosférica.

La técnica no se considera parte de la geoingeniería, un concepto que define cualquier esfuerzo humano a gran escala para adaptar los sistemas planetarios al cambio climático.

Y por eso está libre de la suspensión mundial que la Organización de las Naciones Unidas dispuso en 2010 para los experimentos de geoingeniería, por su potencial peligro para la biodiversidad.

Hay dos terrenos de investigaciones en geoingeniería; el control de la radiación solar y la absorción del dióxido de carbono de la atmósfera, para reducir la concentración de este gas de efecto invernadero.

"Hay al menos 25 razones por las que la geoingeniería puede ser una mala idea", dijo a Tierramérica el profesor Alan Robock, del Departamento de Ciencias Ambientales de la estadounidense Rutgers University.

Por ejemplo, "las perturbaciones de los vientos monzones veraniegos asiáticos y africanos, la reducción de la precipitación para la producción de alimentos de millones de personas, el agotamiento del ozono, la reducción de la energía solar y un rápido calentamiento global", mencionó.

Para Robock, la perspectiva de la "geoingeniería podría reducir la tendencia actual hacia la reducción de emisiones de gases invernadero, y también hay preocupaciones sobre el control comercial o militar" de esas tecnologías, apuntó.

México, donde operan al menos nueve empresas que prestan el servicio de siembra de nubes, especialmente en el norte del país, soporta su peor sequía en siete décadas, con la mitad de su territorio afectado por la ausencia de lluvias, que amenaza la producción de alimentos y el empleo agrícola.

Entre 1996 y 1999, un período sin lluvias en el nororiental estado de Coahuila, dio pie al experimento Program for the Augmentation of Rainfall in Coahuila (Programa para el Aumento de la Lluvia en Coahuila), auspiciado por el gobierno estadual, la siderúrgica Altos Hornos de México y el estadounidense Centro Nacional de Investigaciones Atmosféricas (NCAR).

El experimento siguió 94 casos, 51 de nubes naturales y 43 sembradas, sometidas a una mezcla de sodio y cloruros de magnesio y de calcio, que atrajo y absorbió el vapor de agua circundante para crear más rápidamente gotas grandes y lo suficientemente pesadas para que cayeran en forma de lluvia.

"Los análisis preliminares sugieren que la siembra tuvo un efecto positivo sobre la cantidad de lluvia producida por las tormentas", afirma la investigación "Statistical evaluation of a cloud seeding experiment in Coahuila, Mexico" (Evaluación estadística de un experimento de siembra de nubes en Coahuila, México).

El estudio, publicado en 2001 en el boletín de la estadounidense American Meteorological Society, corrió a cargo de tres científicos de la NCAR y fue administrado por la Corporación Universitaria para la Investigación Atmosférica, que reúne a más de 65 universidades.

El área de lluvia fue más grande y la precipitación de las nubes sembradas duró más y fue mayor –en algunos casos, el doble– que la de nubes no bombardeadas con productos químicos, señaló el estudio.

Una vez superada la sequía, el programa fue cancelado.

En 2003, un artículo del consultor estadounidense Bernard Silverman, también publicado por el boletín de la American Meteorological Society, concluyó que, hasta entonces, experimentos en México, India, Tailandia y Sudáfrica no habían brindado "las evidencias estadísticas ni físicas requeridas para demostrar que la siembra higroscópica de nubes convectivas aumenta las precipitaciones".

Los análisis no se ocuparon de los efectos de la lluvia así producida en el suelo. Los experimentos deben durar al menos cinco años para arrojar resultados válidos, según los expertos.

"No se conocen impactos positivos o negativos sobre el ambiente. Lo que se ha visto a lo largo de décadas es que hay un cambio en cómo llueve, hacia lluvias más intensas y más cortas, pero la cantidad de lluvia que cae no ha cambiado tanto", indicó Binimelis.

* El autor es corresponsal de IPS. Este artículo fue publicado originalmente el 4 de febrero por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.

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