Miles, quizá decenas de miles de barriles de crudo se derramaron desde una tubería en el nordeste de Venezuela, avanzaron sobre una extensión de 40 hectáreas, alcanzaron el río Guarapiche y dejaron sin agua potable a medio millón de habitantes de Maturín, la capital regional.
El volumen de petróleo derramado posiblemente nunca se conozca, porque el reventón se produjo el 4 de este mes, el crudo corrió sin control durante muchas horas y, 12 días después, la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA), responsable de la operación, no entregaba información ni estimados.
Tampoco lo ha hecho el Ministerio de Energía, cuyo titular, Rafael Ramírez, también preside el consorcio estatal.
"Debieron derramarse más de 60.000 barriles (unos 10 millones de litros), aunque técnicos nos dieron estimados de hasta 150.000 barriles", dijo a IPS, después de un sobrevuelo en la zona afectada, el diputado opositor Juan Pablo García, de la Comisión de Energía de la unicameral Asamblea Nacional legislativa.
José Bodas, secretario general de la Federación de Trabajadores Petroleros, dijo a IPS que "obreros sobre el terreno han calculado la pérdida de unos 80.000 barriles de petróleo", aunque el presidente de esa central sindical, Wills Rangel, consideró la cifra exagerada y pidió esperar informes oficiales acerca del crudo derramado.
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El derrame afectó cultivos, amenaza fincas que explotan la ganadería y ha creado largas manchas en las orillas y en el curso del Guarapiche, afluente del río San Juan, que en una zona de ciénagas y manglares desemboca en el golfo de Paria, con ricos bancos camaroneros que explotan pescadores de Venezuela y la vecina Trinidad y Tobago.
Otro factor para considerar la magnitud del derrame es que PDVSA emplea 2.000 trabajadores, unos 800 de su nómina y 1.200 temporales, para las labores de recolección del crudo en las ennegrecidas aguas del Guarapiche.
El ministro del Ambiente, Alejandro Hitcher, aseguró que "las labores de recolección de crudo bajo personal experto en derrames ya avanzaron en 90 por ciento, con material absorbente -mantos oleofílicos- y equipos desnatadores de extracción por succión".
"Sólo trazas de petróleo han llegado hasta el río San Juan. No hay ningún desastre ecológico", aseguró Hitcher.
Pero, como precaución, el acueducto que lleva agua del Guarapiche a Maturín, capital del estado de Monagas, fue cerrado, se reparó a marchas forzadas la tubería de un viejo acueducto desde otro río cercano, el Amana, y PDVSA contrató decenas de camiones cisternas con agua para calmar la sed la ciudad.
"Tenemos más de una semana sin agua, la escuela fue cerrada, no podemos cocinar y los camiones cisterna no se dan abasto. Apenas si hemos podido llenar unos poco tobos (baldes)", dijo a IPS por teléfono, Evelyn Marrero, habitante de la barriada El Porvenir.
"Lo que hemos hecho con los tobos es atravesarlos en la vía para protestar porque el gobierno y PDVSA son los responsables de esta situación y no pueden matarnos de sed", dijo por su parte Milagros Cardona, del sector San Simón, donde grupos de vecinos se manifiestan incendiando en las calles neumáticos (llantas) y otros desechos.
Muchas escuelas han cerrado, los hospitales se abastecen con cisternas y existe temor porque puedan multiplicarse los problemas de manejo de alimentos y salud.
García afirmó que "lo que podremos ver si la situación se mantiene muchos días es un fuerte estallido social en Maturín -de clima tórrido y más de 30 grados centígrados de temperatura al mediodía- porque casi 70 por ciento de sus habitantes dependen del acueducto del Guarapiche y no hay respuesta adecuada a la contingencia".
La carencia de agua, de hecho, afecta a buena parte del estado, con una población de algo más de un millón de habitantes, porque ese río es la fuente principal de agua para el consumo humano en Monagas, y no solo de la capital y sus poblaciones aledañas.
La directora del ente gubernamental Aguas de Monagas, reconoció que "no había preparación suficiente para una emergencia como esta", y agregó: "Aunque el agua que traemos del río Amana alivia la situación, tendremos escasez por al menos 10 o 12 días más".
El gobernador de Monagas, José Gregorio Briceño, declaró la región en emergencia tras recibir informes de que la planta potabilizadora del Guarapiche recibía aguas con 180 partes por millón de contaminantes, versus estándares internacionales que admiten apenas 0,5 partes por millón.
Informes recogidos por la ambientalista Fundación Agua Clara indican que "el reventón se produjo por exceso de presión en un oleoducto que colecta el crudo del área de Furrial", la provincia petrolera más rica de Venezuela, a unos 400 kilómetros al este de Caracas, según dijo a IPS su directora, María Eugenia Gil.
"La contaminación no es solo del río, con su impacto en la flora y la fauna, sino del aire con los olores de azufre y los cancerígenos anillos de benceno. Más la inflamabilidad del crudo liviano y el hecho de que PDVSA haya contratado personal no necesariamente experto para lanzarlo a las tareas de recolección", agregó Gil.
Nerio Romero, de la Asociación para la Conservación del Lago de Maracaibo, el emporio petrolífero del noroeste, y quien trabajó durante 30 años en la industria, observó que "el crudo baja por el río a una velocidad de cinco kilómetros por hora y el gran problema es el petróleo que se adhiere a las orillas".
"Al enfriarse, el petróleo forma una especie de grama que se adhiere a la arena e impide el paso de la luz solar, necesaria para la fotosíntesis de las plantas de las que a su vez se alimentan los animales del área afectada", abundó Romero.
Hitcher declaró que "este tipo de accidentes pueden ocurrir en un país que tiene la inmensa ventaja de tener una gran riqueza petrolera cursando (sic) con un ecosistema de altísimo nivel de biodiversidad", en alusión a que Venezuela es un gran productor de petróleo y uno de los 12 países megadiversos del planeta.
Fuentes de la industria señalaron que los reventones y derrames son moneda común en las operaciones pero pocos llegan a 100 barriles o más.
Curiosamente, Venezuela nació como gran productor de petróleo con un reventón, el del pozo Barroso 2, en la costa del lago de Maracaibo, que estalló el 14 de diciembre de 1922 y arrojó a la atmósfera un chorro de crudo de 40 metros de alto y, durante una semana, derramó 100.000 barriles cada día.