Brasil, por décadas emisor de migrantes a Estados Unidos y Europa, enfrenta ahora su propio desafío humanitario: aplicar la solidaridad internacional que pregona como política a los haitianos llegados en masa en busca de sobrevivencia.
El alerta saltó con una serie de reportajes periodísticos publicados la primera semana del año, que denunciaron la actividad de intermediarios ilegales, los llamados "coyotes", para introducir a haitianos en Brasil, a través de su frontera amazónica con Bolivia y Perú.
Cada haitiano pagaría entre 2.500 y 5.000 dólares para costear una ruta que incluiría un pasaje de avión a Ecuador, Colombia o Perú, y un posterior y arduo camino por tierra a Brasil, según los testimonios.
La secular diáspora haitiana aumentó tras el terremoto que el 12 de enero de 2010 asoló a uno de los países más pobres del mundo.
Atraídos por el auge de Brasil, ahora la sexta economía mundial, y las grandes obras de infraestructura para acoger la Copa Mundial de Fútbol en 2014 y los Juegos Olímpicos en 2016, unos 5.000 haitianos escogieron al país como destino desde entonces, según el Instituto de Migraciones y Derechos Humanos.
"Brasil entró en el mapa de la diáspora haitiana", resumió a IPS el sociólogo Rubem Cesar Fernandes, director de la organización Viva Río, que desarrolla proyectos sociales, económicos y culturales en la nación caribeña.
Existe una diversificación de los destinos históricos de los emigrantes haitianos: Canadá, Estados Unidos, Francia, Antillas Francesas y República Dominicana. Pero la atracción por Brasil suma motivos propios, dijo Fernandes.
El país encabeza desde 2004 la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití y está cada vez más presente en el territorio caribeño. "Brasil ya es parte de la conciencia colectiva de Haití", analizó al referirse a vínculos de tipo afectivo y simbólico, como el origen africano, la música y el fútbol.
Además, las primeras señales de Brasil al recibir inmigrantes haitianos fueron "simpáticas y acogedoras" y "no represivas", consideró.
"Llegué en 1992 cuando en Haití todavía no sentíamos la presencia de Brasil", acotó a IPS el haitiano André Yves Cribb, ingeniero agrónomo que trabaja en la estatal Empresa Brasileña de Agropecuaria, en proyectos de cooperación de desarrollo para su país.
"Brasil comenzó a estar más activa en la escena internacional y en su diplomacia. Además, su crecimiento llama la atención de quién busca como sobrevivir", dijo antes de agregar otros factores más subjetivos como la identificación haitiana con el pueblo brasileño.
La organización humanitaria católica Cáritas destaca que la mayoría de los inmigrantes se concentra en las ciudades fronterizas de Tabatinga y Brasiléia, donde esperan la regularización de su situación, con la concesión de una visa humanitaria para poder trabajar, dado que Brasilia no les considera refugiados.
"Brasil está entendiendo la situación. No hay maltratos y están dando visas humanitarias y de trabajo", opinó Cribb.
El problema es que durante esa espera, que puede durar hasta seis meses, esos pequeños municipios no tienen condiciones ni infraestructuras para recibir tantos inmigrantes.
Por ejemplo, la Conferencia Nacional de los Obispos informó que en Brasiléia, en el noroccidental estado de Acre, hay 1.250 haitianos, equivalentes a 10 por ciento de su población.
Hasta el 23 de diciembre, 4.015 haitianos habían pedido refugio. La solicitud de 3.396 es aún analizada por el Comité Nacional para los Refugiados y resto estaba ya en proceso.
Los inmigrantes "duermen en la plaza o amontonados hasta 10 en cuartos para tres o cuatro", relató un sacerdote católico de la localidad.
"Hay un proceso de explotación de los coyotes en las rutas migratorias que es evidente", explicó a IPS José Magalhaes, asesor nacional para gestión de riesgos y emergencias de Cáritas, que colabora en la inserción de los llegados. Los gobiernos de los estados amazónicos afectados no dan abasto en materia de vivienda, alimentación y salud, agregó.
Muchas de las haitianas ingresadas están embarazadas, destacó. La ley brasileña facilita la permanencia y nacionalización de los hijos de extranjeros nacidos en su territorio.
Al comenzar 2012 la situación se agravó por el ingreso ilegal de medio millar de haitianos.
Esta oleada llevó al gobierno a definir su posición y adoptar medidas, despejando su aparente división entre otorgar visas humanitarias y temer que al hacerlo impulsaría un "efecto llamada" de masivos arribos futuros.
La presidenta Dilma Rousseff autorizó el martes 10 la regularización de la situación de los haitianos que ya están en el país.
Al mismo tiempo, dispuso medidas restrictivas para frenar ingresos irregulares de inmigrantes. A partir de ahora solo serán concedidas visas en la embajada brasileña Haití, con un cupo de 100 por mes.
"El gobierno brasileño no será indiferente a la situación de vulnerabilidad económica de los haitianos. Pero quién no tiene visa no podrá entrar a Brasil", aseguró el ministro de Justicia, Eduardo Cardozo.
Además, el gobierno reforzará sus fronteras con Bolivia y Perú y negociará medidas especiales con esos países y Ecuador.
"Tenemos que atacar esa ruta ilícita de inmigración y de acción de los coyotes", justificó el ministro sobre las medidas que localmente ya son interpretadas por muchos como una barrera de hecho a los inmigrantes haitianos.
El haitiano Joseph Handerson, alumno del Programa de Postgrado de Antropología Social del Museo Nacional de la Universidad Federal de Río de Janeiro, cuestionó las medidas.
"Los que están llegando están en la misma situación de los ya que ya llegaron y fueron legalizados. ¿Por qué esa diferencia?, se preguntó antes de plantear que Brasil debería "repensar sus posturas y políticas humanitarias".
En igual sentido se pronunció Magalhaes, al recordar que Brasil construyó su historia con inmigrantes de América Latina, Europa y África. "En Cáritas vemos que evidentemente se trata de una situación humanitaria y de solidaridad internacional de primer orden", agregó.
Magalhaes entiende que se trata de "procesos que no son fáciles", pero a título personal destacó que Brasil "tiene que tener una coherencia política" y entender que el país ingresó a la ruta de la diáspora haitiana por su nueva condición de potencia financiera y la oferta laboral por las justas deportivas.
"Debería no cerrarse sino facilitarse la permanencia de esos inmigrantes", opinó al recordar la tradición humanitaria de Brasil que alberga 4.359 refugiados, de ellos 2.813 africanos.
Cribb ve un doble sentido benéfico en la llegada de inmigrantes haitianos, muchos ya contratados en obras de represas hidráulicas.
Entiende que ante "el auge económico como país emergente que vive Brasil", los nuevos inmigrantes muchos ellos con formación técnica o universitaria en áreas como ingeniería— contribuirían a esa pujanza y se beneficiaría en paralelo de su inserción en una economía dinámica.
Handerson explicó a IPS que 80 por ciento de los haitianos llegados pasaron a vivir la ciudad de Manaus, capital del noroccidental estado de Amazonas, 10 por ciento fueron para Guyana Francesa y el resto a otros estados brasileños como São Paulo, Roraima y Minas Gerais.
Desde el punto de vista socioeconómico, 80 por ciento de los que viven en Manaus, tienen empleo y desempeñan actividades como albañil, pintor, carpintero, metalúrgico, o camarero. Las mujeres trabajan sobre todo como servicio doméstico, cocineras o manicuristas.
En el caso de Tabatinga, en el mismo estado, con 1.300 haitianos, las condiciones son diferentes porque la oferta laboral es menor y los alojamientos insuficientes.
Según el estudio, la gran mayoría tiene estudios secundarios incompletos, pero también hay quienes completaron estudios superiores. Casi todos los que viven en Manaus son trilingües francés, creole y español— y reciben salarios en torno a los 400 dólares.