Irán corteja a los opositores del presidente de Siria, Bashar al Assad, en busca de asegurarse una alianza crucial ante la eventual caída del régimen amigo.
Hasta ahora, funcionarios iraníes se han reunido por lo menos dos veces con el Comité de Coordinación Nacional por el Cambio Democrático. Esta alianza de grupos opositores con sede en Damasco es contraria a una intervención extranjera en ese país y promueve reformas para resolver la crisis política que ya tiene nueve meses.
Según Randa Slim, especialista en Siria y en los movimientos democráticos árabes de la New America Foundation y del Middle East Institute de Estados Unidos, Irán también ha contactado a integrantes del Consejo Nacional Sirio, el principal grupo opositor en el exilio, a través del líder islámico tunecino Rachid al Ghannouchi.
"Por ahora el Consejo ha rechazado los intentos iraníes", dijo Slim a IPS.
El alzamiento contra el régimen de Assad en el contexto de la Primavera Árabe constituye una crisis grave para Teherán, pues Siria ha sido su único aliado entre los países árabes desde la Revolución Islámica de 1979.
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Siria es también el conducto a través del cual Irán abastece a su principal socio árabe, el grupo chiita libanés Hezbollah, un miembro clave del llamado "eje de la resistencia", que se opone a las negociaciones de paz entre palestinos e israelíes y condona el uso de la fuerza contra Israel.
Mona Yacoubian, un experta en Líbano y Siria del Stimson Centre de Washington, sostuvo en un foro celebrado el miércoles 14 que Damasco juega "un importante papel de puente no solo geográfico, sino ideológico".
Mientras, el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás), partido palestino sunita con sede en Damasco, ha preferido tomar distancia de Assad para evitar ser visto prestando apoyo a un régimen que está reprimiendo brutalmente a sus hermanos musulmanes.
Sin Hamás ni Assad, el frente de resistencia podría reducirse a dos entidades chiitas, Irán y Hezbollah, y las dos podrían perder su cobertura panislámica como campeonas de los derechos árabes.
En el intento de salvar su relación con Siria, Irán juega a varias puntas, contactando a la oposición, criticando a Assad y suministrando simultáneamente a su régimen dinero, armas y experiencia en vigilar computadoras y teléfonos celulares.
Un funcionario iraní, que habló con IPS a condición de mantenerse anónimo, dijo que su país estaba también alentando a peregrinos chiitas de Irán e Iraq a visitar Damasco, sede de un importante sitio sagrado de esa rama del Islam, para compensar la precipitada caída del turismo europeo.
Mientras, crecen las dudas sobre la posibilidad de que el régimen de Assad sobreviva a un conflicto cada vez más sangriento y sectario.
La cifra de muertos supera los 5.000, según la Organización de las Naciones Unidas, y se multiplican los incidentes de masacres de sunitas en manos de los alauitas, un grupo originado en el chiismo, y viceversa.
Si bien no ha habido grandes defecciones de altos oficiales militares sirios, la mayoría miembros de la minoría alauita, los soldados están desertando y sumándose al llamado Ejército Siria Libre, asentado en la frontera con Turquía.
El jueves 15, la organización Human Rights Watch (HRW) sostuvo que exsoldados sirios identificaron a 74 comandantes y oficiales que dieron órdenes de disparar a manifestantes desarmados y ordenaron, autorizaron o aceptaron torturas y arrestos ilegales.
HRW reclamó al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que impusiera sanciones a los implicados y llevara el caso sirio a la Corte Penal Internacional.
Se ha hablado de preservar el régimen convenciendo a Assad y a su familia que marchen al exilio. Pero incluso así, un gobierno posterior a Assad pondría distancia entre Damasco y Teherán.
Burhan Ghalioun, un profesor residente en París que dirige el opositor Consejo Nacional Sirio, dijo al diario The Wall Street Journal que "no habría una relación especial con Irán" si su organización llegara el poder.
Y, en una entrevista con la CNN el 6 de diciembre, Ghalioun apuntó: "Espero que los iraníes entiendan la importancia de no comprometer las relaciones con Siria defendiendo un gobierno cuyo propio pueblo rechaza y que se ha vuelto un régimen de tortura de su propia gente".
Los sirios, que apoyaron a Hezbollah en el pasado, "están sorprendidos de que Hezbollah no les haya devuelto el favor respaldando la lucha del pueblo sirio por la libertad", añadió.
Murhaf Jouejati, otro miembro del Consejo que vive en Washington, dijo a IPS que un gobierno que suceda a Assad "debería volver a las posturas árabes mayoritarias" favorables a una solución negociada de las disputas de Israel con los palestinos, Líbano y Siria y sostener mejores relaciones con Estados Unidos.
Jouejati acusó a Irán de intentar "dar legitimidad al Comité de Coordinación Nacional por el Cambio Democrático y de apoyarlo a nombre del gobierno sirio". Pero esto fracasará porque el Comité no ha logrado atraer a la voluntad de los manifestantes, agregó.
Estas maniobras de Irán se dan en un contexto de creciente aislamiento para la república islámica, que afronta nuevas sanciones económicas internacionales por persistir en su programa nuclear, considerado un desarrollo armamentístico estratégico por Washington, aunque Teherán afirme que tiene solo fines energéticos.
El presidente estadounidense Barack Obama se apresta a sancionar una ley que prohibiría a los bancos estadounidenses hacer negocios con instituciones financieras extranjeras que tengan acuerdos o intercambios con el Banco Central de Irán.
La permanencia de Assad en el gobierno de Siria no duraría mucho más, según algunos, pues las sanciones económicas impuestas por la comunidad internacional minarán aun más el apoyo del sector privado y de la gente de a pie.
Frederic Hof, un estudioso de Siria que está asesorando al Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos, calificó al régimen de Assad como un "condenado a muerte", en una audiencia del Congreso legislativo el miércoles 14.
Pero nadie se atreve a pronosticar cuánto podría durar.
Es posible que la situación empeore incluso más, mientras Irán y otros actores interesados en el proceso sirio como Arabia Saudita y Turquía juegan sus cartas apoyando a diferentes facciones armadas y grupos sectarios.
"En definitiva, es una cuestión de hegemonía regional", advirtió Aram Nerguizian, experto en ejércitos del Levante. Siria, agregó, se va a convertir en la "arena de una competencia indirecta", alimentando un conflicto similar a las guerras civiles que convulsionaron Iraq y Líbano.