Una ola de cooperativas de consumo se alza en Europa central y oriental como forma de ofrecer alimentos saludables y productos locales y construir otro tipo de convivencia.
Hay miles de cooperativas de productores y consumidores en los países que tuvieron regímenes comunistas, y la mayoría existen desde 1989. Además, gozan de protección legal e incluso reciben fondos de la Unión Europea.
Pero en los últimos años apareció una nueva generación de estas asociaciones, la mayoría creadas por personas de clase media interesadas en alimentos saludables y en integrar una comunidad para compartir intereses.
"Las cooperativas siempre aparecen cuando se necesitan", señaló Torsten Lorenz, historiador y estudioso del movimiento cooperativo europeo en la Universidad Charles, con sede en Praga.
"La cooperativa inglesa de los Pioneros de Rochdale, considerada el punto de partida del movimiento, surgió a mediados del siglo XIX cuando la gente que se moría de hambre se dio cuenta de que la cooperación le permitiría sortear el temporal", relató.
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"En la actualidad, quienes las fundan suelen ser jóvenes ambientalistas y gente de izquierda con una visión alternativa de la sociedad", añadió Lorenz.
"Distintos motivos llevan a la gente a unirse a nuestra sociedad", señaló Piotr Trzaskowski, uno de los miembros de la Cooperativa de Alimentos de Varsovia, creada hace dos años en la capital polaca. Lo atractivo es "obtener alimentos saludables, cultivados con principios éticos y que sean más baratos que en los comercios de productos orgánicos, además de apoyar a los agricultores locales".
Sus integrantes organizan jornadas de compras cada dos semanas en un recinto del centro de la ciudad. Unas 60 personas integran la sociedad de consumidores y unas 20 participan en cada encuentro quincenal, según Trzaskowki. La cooperativa compra los productos a dos granjas ecológicas y a un enorme depósito de productos de granja en la ciudad.
"Tenemos un sistema amigable para el consumidor", subrayó.
"Sería bueno avanzar hacia un mecanismo que ponga el acento en apoyar a los agricultores, pero eso requeriría un cambio en nuestra filosofía que no nos planteamos por ahora, y que sería revolucionario en la sociedad polaca, aun para los propios granjeros", añadió.
La Cooperativa de Alimentos de Varsovia parece haber allanado el camino para futuras sociedades de este tipo. Ya hay otra en la misma ciudad y dos más en Lublin y Łódź, además de iniciativas similares en proceso de conformación.
Proyectos parecidos surgen en la región, desde esquemas básicos, como cajas con verduras con una cantidad limitada de productos que el cliente recibe periódicamente y paga por envío, y que ahora funcionan en todos los países desde Rumania hasta Eslovaquia, hasta la más compleja agricultura sostenida por la comunidad (ASC).
Ese modelo socioeconómico implica que los agricultores reciben dinero a principio de la temporada y los consumidores se comprometen a absorber los productos cosechados en ese periodo. Hay tres experiencias de ASC en Hungría, cinco en República Checa, la mayoría en Praga, y una nueva prevista para el año que viene en la ciudad checa de Berno.
Jan Valeka, de la organización Biospotrebitel, participó en la creación de la primera ASC en Praga hace cuatro años y actualmente integra otras dos, una conformada por 40 consumidores y una más pequeña, en la que la propia agricultura coordina la distribución de alimentos para 10 personas.
Valeka explicó que, si bien le gustaría utilizar la palabra cooperativa para las experiencias que organiza, no puede hacerlo.
Es que las cooperativas de República Checa, aun en el sector agrícola, "son enormes y no cumplen del todo con criterios sociales y ambientales de sustentabilidad".
Además, generan escepticismo, pues fueron utilizadas por el Partido Comunista, y las primeras creadas tras la caída del régimen también fueron objeto de denuncias por corrupción.
"Me interesa sobre todo promover vías de cultivo sustentables que sean inocuas para el ambiente", indicó Valeka. "La ASC ofrece nuevas formas para que la gente se involucre en la agricultura, los consumidores se relacionen con los granjeros y entren en contacto con los cambios de estación", explicó.
"Las personas que se unen a una experiencia de ASC están hartas de la comida de los supermercados", prosiguió. "Queremos conocer a los agricultores y entender la producción de alimentos. Nos no nos interesa tanto la comida con etiqueta orgánica, sino más bien la producción local", remarcó.
Durante el año, Valeka y sus compañeros van a las granjas en los días de "coseche usted mismo" para comprender mejor el proceso productivo y ayudar a los agricultores.
En Bulgaria también hay gente tratando de instaurar el modelo de ASC, todavía en sus comienzos.
Según Sava Chankov, integrante de Hrankoop, creada hace un año en Sofía, a los propios agricultores les cuesta confiar en los consumidores como requiere este sistema. También hay otra cooperativa similar en Plovdiv.
Chankov coincidió con otros activistas en que las cooperativas de consumidores son, por ahora, iniciativas de la clase media europea central y oriental porque los productos son más caros que en los supermercados.
"A la mayoría de los búlgaros no les preocupa la calidad de lo que comen, sino su precio", explicó. "Creo que las cooperativas avanzarán en Bulgaria, pero solo hasta cierto punto debido a la falta de interés de la población en cuestiones alimentarias", arguyó.
"Para mí es muy importante contar con alimentos saludables y poder reunirme y realizar actividades con personas con las que comparto intereses", señaló Chankov.
Muchos búlgaros que participan en proyectos colectivos tienen familias en el campo que les dan verduras o tienen su propia huerta.
"En comparación con tres años atrás, hay más iniciativas y más personas interesadas y con ganas de comenzar una experiencia de ASC en sus propios distritos", señaló Valeka. "Aun la gente que no la practica, acepta la idea", apuntó.
Hay un interés creciente en Polonia por las cooperativas porque resultan atractivas y son una forma de activismo con un fuerte impacto en la vida cotidiana, indicó Trzaskowski.
Incluso "nuestra cooperativa es una fuerza política, no solo porque somos consumidores organizados, sino porque actuamos en otras áreas, como la educación en políticas alimentarias", añadió.