Con la flamante Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), Cuba fortalece su inserción regional, mientras la vuelta a una relación normal con Estados Unidos es cada vez más lejana y podrían reaparecer las tensiones con España tras el regreso de la derecha al gobierno de ese país.
El presidente de Cuba, Raúl Castro, remarcó este miércoles 7 esa prioridad de la diplomacia cubana al viajar a Trinidad Tobago para participar en la IV Cumbre de la Comunidad Caribeña y su país (Caricom-Cuba), un mecanismo de intercambio político y cooperación creado oficialmente el 8 de diciembre del 2002 en un encuentro en La Habana.
Cuba mantiene actualmente relaciones diplomáticas con todos los países integrantes de la Caricom, que son Antigua y Barbuda, Bahamas, Barbados, Belice, Dominica, Granada, Guyana, Haití, Montserrat, San Cristóbal y Nevis, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, Suriname y Trinidad y Tobago.
Al anunciar el nuevo viaje de Castro, el segundo en menos de una semana, el diario oficial Granma describió estos encuentros como un escenario de reflexión y toma de decisiones al máximo nivel para la profundización y fortalecimiento de las relaciones de cooperación y solidaridad.
"En momentos en que la región avanza hacia nuevas y superiores formas de integración, la Caricom, asentada en las relaciones de amistad y respeto entre sus miembros, acumula una experiencia organizativa y de trabajo que puede ser aprovechada en el proceso de consolidación y fortalecimiento" de la naciente Celac (http://www.celac.gob.ve/index.php?lang=es), consideró.
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Para el gobernante cubano, la principal ventaja de la Celac está en su independencia de Estados Unidos, además de que consolida "el concepto de una región unida y soberana, comprometida con un destino común", según resaltó en la cumbre que creó este bloque del viernes 2 y el sábado 3 en Venezuela (https://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=99714).
Sin embargo, expertos alertan que, si la naciente organización pretende entrar en conflicto con el vecino del norte y sustituir a la Organización de los Estados Americanos (OEA), le espera el fracaso, pues se opondrían varias naciones de la región. Las fuentes mencionan en esta actitud al gobierno chileno de Sebastián Piñera, quien asumió la presidencia temporal del Celac hasta 2012.
En todo caso, Castro no parece ajeno a tales diferencias.
"No tenemos un ideario plenamente homogéneo, ni coincidimos en todas las posiciones políticas. Esa es parte de la realidad y con ella debemos trabajar en un clima de respeto y cooperación", dijo el mandatario cubano en su discurso en Caracas, difundido íntegramente por medios de prensa de esta isla.
La Celac agrupa a 33 naciones de América Latina y el Caribe, donde viven más de 580 millones de habitantes. La región posee importantes recursos naturales y buenos índices de crecimiento, pero exhibe graves desigualdades en la distribución de la riqueza y cerrará este año con 174 millones de pobres.
En junio de 2009, la OEA aprobó por consenso derogar la resolución de 1962 que mantiene a Cuba suspendida del foro continental, pero el gobierno de Castro rechazó regresar y anunció su opción de fortalecer, expandir y armonizar los mecanismos de integración representativos de la región, incluyendo todo el Caribe insular.
Castro viajó a Caracas tras entrevistarse en La Habana con Michael Kinnamon, secretario general del Consejo de Iglesias de Cristo en Estados Unidos, una organización que según el líder religioso agrupa a unos 50 millones de personas en la potencia norteña. Otras fuentes consultadas por IPS añadieron que la entidad tiene influencia sobre el gobernante Partido Demócrata.
En conferencia de prensa poco antes de emprender el regreso, Kinnamon dijo que las autoridades cubanas estaban dispuestas a trabajar por la normalización de relaciones con Washington, sobre la base del mutuo respeto.
"El grave problema es cómo llegar a ese proceso", dijo el religioso, quien recordó que por el período electoral en su país no pueden esperarse grandes cambios de política.
En su visita del 28 de noviembre al 2 de diciembre a La Habana, Kinnamon conversó con familiares de los cinco agentes cubanos presos en Estados Unidos y con Alan Gross, un ciudadano también de ese país condenado a 15 años de prisión en Cuba, acusado de implementar planes subversivos contra este país.
Ambos casos dificultan actualmente cualquier avance hacia el acercamiento entre las dos naciones separadas por un conflicto político ideológico de cinco décadas. Washington exige la excarcelación sin condiciones de Gross, y La Habana, que considera injustas las sentencias dictadas contra los cinco compatriotas, pide para ellos el indulto del presidente Barack Obama.
"Una solución humanitaria tanto para la situación de Gross como de los cinco abriría con toda seguridad las puertas hacia el proceso de normalización de relaciones. Solo hace falta que alguien decida dar el primer paso", comentó a IPS el presidente del Consejo de Iglesias de Cuba, Marcial Hernández.
René González, quien cumplió su condena pero la justicia estadounidense le adicionó tres años de libertad vigilada que le impiden regresar a Cuba, Antonio Guerrero, Ramón Labañino, Fernando González y Gerardo Hernández alegaron en el juicio que sus acciones estaban dirigidas a evitar actividades terroristas de grupos violentos del exilio cubano en Miami.
En una declaración conjunta, ambas instituciones religiosas se comprometieron a trabajar por una solución para esos casos y el cese del embargo, rechazado este año por vigésima ocasión en la Organización de las Naciones Unidas (ONU). "Medio siglo de animosidad entre nuestros dos países debe terminar", afirmaron.
En tanto, el resultado a favor del derechista Partido Popular en las elecciones anticipadas de España hace prever cambios en las relaciones de ese país con esta isla.
Los vínculos entre Madrid y La Habana estaban en un gran momento tras el período de acercamiento propiciado por el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, cuyo saliente gobierno restableció el diálogo y la cooperación con esta nación caribeña.
Descontenta con esa postura, la disidencia interna aspira a que el futuro presidente del gobierno de España, Mariano Rajoy, preste más atención y sobre todo apoyo a los grupos opositores, lo cual podría ser motivo de fricciones con la administración de Castro.
Sin embargo, algunos estudiosos conjeturan que tanto Rajoy como Castro tienen por ahora otras prioridades y no vaticinan relaciones tormentosas.