Mientras la Virgen de la Caridad del Cobre, santa patrona de Cuba, terminaba su exitoso peregrinaje por la isla para festejar los cuatro siglos de su aparición física y espiritual, el fin del año 2011 transcurrió para el máximo nivel de dirigencia política del país entre importantes reuniones. Diputados a la Asamblea Nacional, ministros y regentes partidistas (que muchas veces son los mismos) corrieron de un cónclave a otro en los días previos a la Navidad, ya con la vista puesta en la próxima convocatoria que los agrupará en el mes de enero, la llamada Conferencia del Partido donde, se dice, se refrendarán políticas generales del proceso de "actualización del modelo económico cubano" y se revisarán cuestiones internas del funcionamiento del partido único que es, como se sabe, también quien dirige Estado y gobierno en la siempre polémica y observada isla del Caribe.
Durante los cenáculos ya efectuados (Tercer Pleno del Comité Central del Partido Comunista, Reunión Ampliada del Consejo de Ministros y segunda convocatoria anual de la Asamblea Nacional), un par de asuntos, íntimamente relacionados, parecieron centrar la atención y las preocupaciones de los dirigentes cubanos, imbuidos en el actual proceso de cambios emprendidos en el país: la lucha por la eficiencia en la economía y la guerra contra una, al parecer, muy extendida corrupción administrativa.
La insistencia en trabajar en esos dos territorios cuyas fronteras suelen ser tan cercanas como vulnerables, ha sido y es impulsada por el presidente Raúl Castro como urgencias no ya para una estrategia de cambios, sino para la propia subsistencia del sistema político establecido en la isla. En su discurso ante la Asamblea Nacional incluso llegó a calificar a la corrupción como el principal enemigo del proceso cubano, más peligroso, a su juicio, que las actividades de los adversarios de siempre y los grupos de oposición, dentro y fuera del país. No es de extrañar, entonces, que la necesidad de control económico, la lucha contra las negligencias y la reactivación de las estructuras productivas haya sido un leit-motiv en cada una de las intervenciones del gobernante, quien parece patentizar su estilo de gobierno con la propuesta de hacer de la economía su principal lucha política.
En los últimos meses una serie de medidas han alentado esta línea y, sobre todo, han ido eliminando trabas del entramado social cubano que facilitan algunas de las actividades cotidianas de las personas: desde la ampliación y liberación de los procesos de compra y venta de vehículos y casas hasta la creación de un sistema de créditos bancarios para la fabricación de viviendas por los ciudadanos, la rebaja de precios de los todavía muy costosos materiales de construcción y el aliento e impulso a la repartición de las llamadas tierras ociosas, entregadas en usufructo a quienes deseen trabajarlas, unos productores privados para los cuales habrá más territorio bajo su control y posibilidades de construir viviendas en las nuevas fincas, algo que no estuvo contemplado en el inicio del proceso de entrega.
De modo paralelo a la urgente reforma económica, el gobierno cubano ha hecho otras movidas propiamente políticas que sacan alguna presión al ambiente (más ante la proximidad de la visita del Papa a la isla), como la anunciada medida de indultar a casi tres mil presos, cubanos y extranjeros, convictos de diferentes delitos, en muchos casos por razones humanitarias y de salud. Sin embargo, la más esperada de las modificaciones políticas, la anunciada flexibilización de la restrictiva ley migratoria, no se ha concretado todavía, aunque el propio presidente Raúl Castro insiste en su próxima pero paulatina liberalización.
Lo más curioso es que las preocupaciones de la estructura dirigente cubana parecen estar, al menos en su esencia, muy en consonancia con las zozobras de la gente que gasta en el país los días de su vida: porque la economía, el dinero y la corrupción son tres de sus más acuciantes preocupaciones, habida cuenta de su cotidiana y abarcadora presencia.
Los días navideños, con sus celebraciones más o menos recuperadas por los cubanos, también han puesto en máxima tensión las estrechas y críticas economías familiares. La sostenida tendencia al incremento – o cuando menos el estancamiento – de los precios de los productos agropecuarios o el salto hacia arriba de las tarifas de muchos servicios, va a un ritmo más acelerado que los aumentos salariales o las posibilidades de encontrar remedio en el trabajo por cuenta propia. Por ello, en una proporción cada vez más preocupante las personas se encuentran ante la realidad de que sus salarios resultan siempre más que insuficientes para satisfacer sus necesidades. Incluso, hay grupo sociales y etarios para los cuales ya se habla de una necesaria subvención individualizada, pues la situación de ancianos y personas sin posibilidades de obtener ganancias extrasalariales (ya sea por remesas enviadas del extranjero, ya por la posibilidad de realizar alguna labor productiva extra) se ha ido tornando cada vez más crítica.
Aunque el gobierno repite que se tomará el proceso de cambios con calma y cautela para evitar nuevos errores, la realidad de muchos ciudadanos reclama mayor celeridad en la búsqueda de soluciones para sus coyunturas individuales y familiares. Muchas de esas personas arrastran sobre sus espaldas las carencias ingentes en que vivió el país durante la primera parte de la década de 1990 y, todavía hoy, ven como un lujo la posibilidad no ya de activar un celular o irse de vacaciones a un hotel, sino la de comprarse un par de zapatos y alimentarse suficientemente. Y si bien es cierto que los apresuramientos pueden inducir a equivocaciones, también lo es ?incluso lo es más- que veinte años vividos en la carencia y la absoluta tensión económica, pesan mucho más de lo que cantaba el viejo tango: porque veinte años es demasiado? Sobre todo en un país donde la polarización entre los que tienen algo y los que tienen menos se va haciendo más evidente día a día. Para esos que tienen menos recursos, la economía, con independencia de la política, se está convirtiendo en algo tan tangible como la abrumadora diferencia entre la pobreza compartida y el tétrico avance de la miseria. Y muchas veces apenas les queda la alternativa de orar, a la espera de un milagro de la virgen. (FIN/COPYRIGHT IPS)
(*) Leonardo Padura Fuentes, escritor y periodista cubano. Sus novelas han sido traducidas a una decena de idiomas y su más reciente obra, La neblina del ayer, ha ganado el Premio Hammett a la mejor novela policial en español del 2005.