CHINA: Solo las empresas ocupan Shanghai

En tanto centro financiero y pináculo de la riqueza nacional de China, la oriental ciudad de Shanghai pudo haber sido escenario principal de un movimiento nacional de «indignados» similar a los de Nueva York y Londres.

Sin embargo, permanece como símbolo del potencial de este país de Asia para convertirse en nueva superpotencia económica mundial. A menudo se compara a sus oficinistas con una "tribu de hormigas" que trabajan extensos horarios, crean obedientemente más valor para la economía china y les importa poco la justicia social.

Cuando se le preguntó si en Shanghai podría surgir un movimiento como el neoyorquino Ocupa Wall Street o como el que protesta en el distrito financiero de la capital británica, el agente financiero Zhao Hui se mostró perplejo.

"¿Por qué? Los banqueros no son las personas más odiadas en China. Los funcionarios corruptos y los magnates de las empresas públicas son quienes tienen más dinero y deberían temer la ira de la población", respondió.

Yang Jianlong, profesor en la Universidad Normal de Shanghai y dedicado a estudiar la cultura de "puerto comercial" de la ciudad, dijo que esta se encuentra sumida en una tradición mercantil emprendedora y que no se alineará detrás de un movimiento popular como Ocupa Wall Street.
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"La población de Shanghai no se inclina mucho ante la autoridad, pero su mentalidad de hacer dinero es demasiado fuerte", declaró a IPS.

"Protestarían contra un proyecto comercial que consideren que dañe el ambiente, pero es improbable que la ciudad se convierta en un centro de activismo político", añadió.

En cambio, los movimientos de protesta de Nueva York y Londres hallaron una mayor resonancia entre los residentes de provincias chinas como la oriental Henan, históricamente consideradas semilleros de rebeliones campesinas.

Los habitantes de esas zonas han orquestado protestas simbólicas de corta vida en apoyo a sus "hermanos ideológicos de Occidente" en la lucha contra el capitalismo.

Por su parte, los intelectuales chinos tienen diferentes opiniones sobre las oleadas de movimientos populares surgidos en los últimos meses en Estados Unidos, Europa y otras partes del mundo.

Los movimientos de indignados han recibido el apoyo de los izquierdistas chinos más ortodoxos, para quienes el gobierno de Mao Zedong (1949-1976) concretó mejor el ideal socialista que la codiciosa China actual, surgida en los últimos 30 años con las reformas de mercado iniciadas por Deng Xiaoping.

Pero los más liberales muestran cautela. Muchos aún recuerdan con pesar las campañas radicales de la Revolución Cultural (1966-1976), y temen que los movimientos populares actuales deriven en situaciones similares.

Mao utilizó al grupo de estudiantes radicales conocido como "Guardias rojos" para acallar a la oposición y consolidar el poder del Partido Comunista sobre los intelectuales.

Los analistas chinos se resisten ahora a pronunciar un veredicto sobre los movimientos populares, pero algunos advierten que poderosos grupos de intereses pueden estar jugándoles en contra.

En un extenso artículo sobre la Primavera Árabe publicado este mes en el China Times, el experto en Medio Oriente Ma Xiaolin criticó las "limitaciones y el carácter superficial" de los movimientos árabes, que los volvieron presa fácil para que las fuerzas occidentales los manipulen.

El resultado final –el triunfo de los partidos islámicos sin excepciones- puede no haber sido planeado por las potencias actuales, pero es muy lógico, sostuvo.

"Es así como un movimiento sin color orientado a dar poder a la población y a buscar la justicia social se volvió una revolución con color", concluyó Ma.

A China, que ingresó a la Organización Mundial del Comercio hace 10 años y que pasó una década dolorosa adaptándose al libre comercio y aprendiendo las reglas de la globalización, el creciente impulso de los movimientos populares le genera cierto temor.

Xu Xiaonian, profesor de la China Europe International Business School, criticó el apoyo del presidente estadounidense Barack Obama a los movimientos populares, calificándolos como una "estrategema preelectoral".

"Este es un gesto torpe de un político que busca complacer a los votantes", dijo Xu en un discurso.

"Este tipo de respuesta no puede resolver los problemas reales de la actualidad", añadió.

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