Brasil puede liderar una nueva agenda global de desarrollo sustentable y convertirse en una potencia ambiental, sostiene Carlos Nobre, uno de los principales especialistas mundiales en cambio climático.
Además de una serie de condiciones naturales del país, la sociedad brasileña tiene conciencia de que ese futuro es posible, estima Nobre, secretario de Políticas y Programas de Investigación y Desarrollo del Ministerio de Ciencia y Tecnología y profesor de posgrados del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales.
Brasil tiene potencial para explorar un nuevo modelo de desarrollo tropical, utilizando plenamente la energía renovable y la economía del conocimiento natural, dijo a Tierramérica este ingeniero y doctor en meteorología que ha investigado el clima de la Amazonia y es uno de los galardonados con el premio Nobel de la Paz que recibió en 2007 el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático.
Nobre habló con Tierramérica en exclusiva durante el XIV Congreso Mundial del Agua de la International Water Resources Association (IWRA), que se realizó del 25 al 29 de septiembre en Porto de Galinhas, en el nordestino estado brasileño de Pernambuco.
TIERRAMÉRICA: ¿Qué evaluación hace casi 20 años después de la Cumbre de la Tierra, celebrada en Río de Janeiro?
CARLOS NOBRE: La convención sobre cambio climático (adoptada en 1992) no logró crear el ímpetu para un movimiento global de reducción de emisiones.
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El esfuerzo debe ser, por equidad y justicia, primero de los países que históricamente más emitieron y, en segundo lugar, de los países en desarrollo, que tendrán también que adecuarse a reducir los gases de efecto invernadero, si queremos realmente entrar en una trayectoria menos peligrosa.
La temperatura global aumentaría entre tres y cinco grados a fines de este siglo. Eso es mucho. Ya subió 0,8 grados en 200 años. Esa trayectoria es bastante pesimista.
TIERRAMÉRICA: Entonces no se avanzó en ese aspecto desde 1992.
CN: En 2010 se registró el mayor volumen de emisiones de la historia de la civilización humana: casi 45 por ciento más que las emisiones de 1990 en dióxido de carbono y otros gases invernadero. No hay forma de mirar esos números sin preocuparse.
Cambiar el clima en 200 años, lo que lleva 20.000 o 30.000 años según los ciclos naturales de la Tierra, es una mudanza muy abrupta para la manera en que la naturaleza se ajusta a los ciclos naturales.
Y la primera víctima directa es la biodiversidad, que es muy variable. El ritmo natural de emergencia de una especie se cuenta en cientos de miles de años, pero la extinción es muy rápida, basta una perturbación.
Los biólogos estiman que si ese escenario pesimista persiste hasta el final del siglo sin control, estará amenazada la existencia de 40 por ciento de todas las especies. Esto es un gran cataclismo para la vida del planeta Tierra.
TIERRAMÉRICA: ¿Cómo puede afectar el cambio climático los recursos hídricos?
CN: El clima es más variable, y los sistemas de producción de los que dependemos para vivir se perturban. Por ejemplo: hoy hay un gran número de desastres naturales y la capacidad de resiliencia está disminuyendo.
Ese es el aspecto que importa cuando hablamos de la falta de agua: las proyecciones de las mudanzas climáticas en el siglo afectan las regiones semiáridas, donde está la pobreza del mundo.
En 100 años, el nivel del mar puede subir entre 50 centímetros y 1,4 metros. Eso inundará muchas áreas costeras bajas donde viven centenas de miles de personas que tendrán que ser reubicadas.
En general, con grandes aumentos de temperatura y con extremos meteorológicos, la agricultura global sufre porque las olas de calor aumentan, así como las sequías, que se hacen imprevisibles. El problema es que la agricultura ya usa tres cuartos de los recursos hídricos disponibles, está en su límite.
TIERRAMÉRICA: ¿Cómo se coloca Brasil en este contexto de crisis climática?
CN: Existe sin duda una crisis y para Brasil no es diferente. No sólo es étnicamente una mezcla de culturas, sino también una mezcla climática y ecológica y sufre todos los problemas globales. El cuadro de regiones semiáridas es agudo en el Nordeste de Brasil, que es el semiárido más poblado del mundo, con 20 millones de personas.
Los desastres naturales están aumentando mucho en Brasil, con inundaciones, deslizamientos, olas de calor, contaminación y un ambiente cada vez más inhóspito para la calidad de vida.
La mayor vulnerabilidad ecológica está en la Amazonia y en el Cerrado, donde hay un riesgo enorme de extinción de especies a gran escala, jamás vista por la humanidad.
Estamos hablando de una posibilidad de variación en la Amazonia no vista en decenas de millones de años, una mudanza de la floresta que podría tornarse en una sabana empobrecida. Si el clima cambia mucho en 200 años, perderemos gran parte de la selva amazónica.
TIERRAMÉRICA: Ésas son previsiones muy catastróficas. ¿Cómo puede Brasil liderar un movimiento de desarrollo más sostenible?
CN: Brasil es un país muy rico en recursos naturales, más que India y China. La demografía brasileña es muy favorable, y hay una aspiración de desarrollo sustentable. La población (hoy de 192 millones de personas) debe estabilizarse en los próximos 15 años y no pasar de 215 millones.
Brasil puede, al contrario de China e India, planificar un desarrollo mucho más equilibrado y un futuro sustentable, pues tiene una cantidad de recursos naturales que tal vez ningún otro país en el mundo tenga.
Hoy ya usa 46 por ciento de fuentes renovables de energía y puede llegar a 2050 con cerca de 80 por ciento de su matriz renovable. Todo esto permite trazar un futuro como uno de los países más limpios.
TIERRAMÉRICA: ¿Usted cree realmente que Brasil, una de las naciones emergentes, quiera transformarse en una potencia ecológica?
CN: Hoy existe una conciencia en la sociedad brasileña de que ese futuro es posible. Brasil no quiere ser una potencia hegemónica militar, pero tiene un potencial de explorar un nuevo modelo de desarrollo tropical y de ser una potencia ambiental utilizando plenamente la energía renovable en un plazo de 20 a 30 años.
La economía de Brasil no puede separarse de la economía del conocimiento natural. El gran diferencial es una economía del conocimiento natural. El país puede ser un líder mundial de esa nueva visión con la aplicación del conocimiento, y esa es la imagen que debe dar en la cumbre de Río+20 (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible).
Queremos ser el país más limpio del mundo en los sectores energéticos, en la producción y en el modelo de agricultura sustentable.
* La autora es colaboradora de IPS. Este artículo fue publicado originalmente el 1 de octubre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.