Emblema de la alimentación mexicana, el maíz puede aportar opciones agrícolas de adaptación y mitigación de las secuelas del cambio climático, sin necesidad de semillas genéticamente modificadas, según expertos.
México posee al menos 59 razas y 209 variedades del grano, cuya variante blanca es la que se consume habitualmente, mientras que la amarilla se destina a usos agroindustriales.
Hay cuatro posibles centros de punto de partida del grano, según el estudio de 2009 "Origen y diversificación del maíz, una revisión analítica", elaborado por especialistas de las estatales universidades Nacional Autónoma de México (UNAM), Autónoma de la Ciudad de México y el Colegio de Postgraduados.
"El cambio climático tendrá un impacto diferenciado, porque las variedades están adaptadas a condiciones muy específicas. Mientras a unas las va a favorecer, a otras las va a perjudicar", planteó a IPS la investigadora Carolina Ureta, del Instituto de Biología de la UNAM.
"Podemos enfocar la atención en aquellas que crecen en condiciones adversas y ver qué posibilidades hay de mejoramiento genético", apuntó.
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Ureta desarrolla desde 2009 el trabajo que tituló "Efectos del cambio climático sobre distribución de maíz mexicano y sus parientes silvestres", que finalizará en 2012 y con el cual coronará su doctorado en Ciencias Biológicas. La investigación aparecerá próximamente en la revista estadounidense Global Change Biology.
Sus resultados anticipan una reducción de 15 por ciento para 2030 y 30 por ciento para 2050 en la distribución territorial del grano y en la cual el norte mexicano será el más afectado por la escasa disponibilidad de agua.
El maíz es un cultivo simbólico en la región de Mesoamérica, que se extiende desde el centro de México hasta América Central, por su fuerte vinculación con las culturas prehispánicas.
En México hay unos 3,2 millones de productores maiceros, más de dos millones de los cuales lo utilizan para consumo familiar, según datos gubernamentales.
Los labriegos cosechan especialmente maíz blanco para la ingesta doméstica, mientras que importan grano amarillo para alimentar a los animales. La previsión gubernamental de producción se ubica en 23 millones de toneladas para este año, con compras del exterior por nueve millones.
"El potencial para enfrentar el cambio climático está en criar semillas in situ, como se ha hecho en la agricultura tradicional ecológica", resaltó ante IPS la coordinadora de la campaña de Agricultura Sustentable y Transgénicos de Greenpeace México, Aleira Lara.
De hecho, los sistemas agrícolas tradicionales son el foco de una investigación de tres científicos de la no gubernamental Biodiversidad Internacional, la Organización para la Alimentación y la Agricultura y el Centro Integral de Mejoramiento de Maíz y Trigo en México, publicada en agosto en la revista estadounidense Procedimientos de la Academia Nacional de Ciencias.
"Los resultados sugieren que los sistemas tradicionales pueden proveer de especies nativas aptas para condiciones agro-ecológicas bajo un cambio climático previsto", concluyeron Mauricio Bellón, David Hodson y Jon Hellin en su documento titulado "Evaluando la vulnerabilidad al cambio climático de los sistemas de semillas de maíz tradicionales en México".
En él, los especialistas estudiaron la estructura y el alcance especial de sistemas de semillas de 400 hogares en 20 comunidades de cinco estados del este mexicano, a altitudes entre 10 y 2.980 metros sobre el nivel del mar.
Ante un panorama agrícola y climático complejo, Urueta y Lara ven en la introducción de granos genéticamente modificados una amenaza para las especies nativas.
"Tenemos la diversidad suficiente para poder crear medidas adaptativas que no necesiten de transgénicos", sugirió Urueta, integrante de la Unión de Científicos Comprometidos. "Se han explorado muy pocas razas en lo genético, por lo que los transgénicos pueden llegar a contaminar los genotipos que no se han explotado. Por eso, deberíamos preparar nuestra propia tecnología para cubrir nuestras propias necesidades", apuntó.
La Secretaría (ministerio) de Agricultura (Sagarpa) decidió en marzo avalar la siembra de maíz amarillo genéticamente modificado resistente al herbicida glifosato, dentro de un programa piloto, llevado adelante por la transnacional estadounidense Monsanto sobre una superficie de menos de una hectárea en el nororiental estado de Tamaulipas.
Desde 2009, el gobierno recibió 110 solicitudes para plantar ese cultivo en etapa experimental y 11 para el programa piloto. Respecto de las primeras, Sagarpa concedió 67 permisos para una extensión de casi 70 hectáreas en estados del norte del país.
Organizaciones ambientalistas acusan al gobierno del conservador Felipe Calderón de quebrantar la Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados, vigente desde 2005, y que establece la definición de los centros de origen de las semillas previamente a cualquier autorización para los transgénicos.
Por eso, quieren que el gobierno resucite la moratoria a ese tipo de cultivos, impuesta inicialmente en 1999 y derogada en marzo de 2009.
La organización ambientalista Greenpeace denunció la presencia de maíz transgénico en seis estados de los 32 en que se divide México, además de la importación de semillas genéticamente modificadas.
"En 2009 pedimos medidas cautelares ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para poder suspender las siembras transgénicas y ante la dilación en la aplicación de la justicia en un tema que es de seguridad nacional", señaló Lara.
El Centro Internacional de mejoramiento de Maíz y Trigo (Cimmyt), fundado por el estadounidense Norman Borlaug (1914-2009), el padre de la revolución verde que llenó de fertilizantes químicos los campos de todo el mundo, ya concluyó en que los posibles efectos de la incorporación de un transgen se extenderían al ambiente, al bienestar de los agricultores e implicaría aspectos comerciales, como licencias y la distribución.
"Las variedades nativas muestran en México una destacada diversidad y adaptabilidad climática desde ambientes áridos a húmedos y desde temperaturas templadas a cálidas, lo cual aumenta la posibilidad de que el país posea germoplasma de maíz adecuado para ambientes previstos", cita la investigación de Bellón, Hodson y Hellin, quienes trabaja para el Cimmyt.
Ese centro maneja un banco de germoplasma de por lo menos 25.000 semillas, mientras que el Instituto Nacionales de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias administra uno de 11.000. Pero esas simientes podrían no responder adecuadamente a las futuras condiciones climáticas.
El 29 de septiembre se celebrará el Día Nacional del Maíz, instituido por la Campaña Sin Maíz No Hay País, emprendida por un colectivo de organizaciones no gubernamentales para defender el grano criollo ante las semillas genéticamente modificadas.