«¡Bienvenido a nuestro parlamento del estado palestino!», saluda Nidal Bazbaz a un amigo que pasa en medio de una asamblea callejera en la que se han reunido jóvenes y viejos en Jerusalén oriental.
Los presentes están sentados en sillas de plástico ordenadas en filas enfrentadas en un callejón de la amurallada Ciudad Vieja.
Fuman narguile y beben café árabe, impasibles ante dos policías israelíes en ropa de combate, mientras siguen de cerca lo que ocurre en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que someterá a votación el reconocimiento de Palestina como estado independiente.
A corta distancia, Marwan Sha'aban vende camisetas con leyendas como "ONU-Palestina", "Yo amo Palestina", "Liberen Palestina", y también "Yo amo Israel".
"Se venden todas", dice sonriendo.
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"Lo que importa es mi familia", agrega este padre de una niña pequeña que vive en Silwan, epicentro de fricciones con colonos judíos que fueron a ocupar el centro de ese barrio vecino a la Ciudad Vieja de Jerusalén.
Los fumadores están ocupados comentando los acontecimientos del día, que siguen por el canal Al-Quds TV.
La pantalla partida al medio muestra de un lado a miles de manifestantes que se reunieron en la plaza Al-Manara de Ramalah, sede de la Autoridad Nacional Palestina en Cisjordania a unos cuantos kilómetros de aquí, y del otro a un corresponsal que reporta desde la puerta de Damasco, a tan sólo una pedrada de distancia de este "parlamento".
"Lo vemos por nosotros mismos: todo está en calma en Jerusalén", arenga a este periodista Bazbaz, de más de 60 años. "Ustedes reportan lo que todos ya sabemos: no está pasando nada y no pasará nada aquí, como siempre".
Entre dos bocanadas de su aromático tabaco con esencia de manzana, Bazbaz le recuerda a la audiencia: "¿Acaso Abu Mazen (Mahmoud Abbas) no dijo que deberíamos esperar tiempos muy difíciles luego de que presente nuestro reclamo de estado soberano en la ONU?".
La audiencia asiente, inmersa en sus pensamientos sobre la amenaza de sanciones de Israel y Estados Unidos.
Bazbaz vive en Ras Al-Amoud, otro barrio con notoria presencia de colonos judíos. Él lo ha visto todo. Nos son las imágenes de la televisión las que flotan como humo frente a sus ojos, sino los recuerdos de la historia palestina.
Cuando era niño se produjo la votación en la Asamblea General sobre la partición de Palestina (1947). Seis meses después, la creación del estado de Israel (1948). Luego, la dispersión de su familia ("los hermanos de mi padre huyeron a Jordania y nosotros nos quedamos aquí") y la ocupación jordana de Jerusalén (1949-1967).
Siendo joven vivió la guerra de 1967, el inicio de la ocupación israelí, la lucha armada, la resistencia. "Me encarcelaron un año sin juicio solamente por simpatizar con el Frente Popular para la Liberación de Palestina", dice.
Cuando ya era padre de familia, se materializaron las dos revueltas o intifadas (1987-1993 y 2000-2005) contra la ocupación israelí y "un proceso de paz que no nos llevó a ninguna parte", señala.
La memoria trabaja por asociación. El 13 de septiembre le recuerda el día en que el líder palestino Yasser Arafat y el entonces primer ministro israelí Yitzhak Rabin se dieron la mano y firmaron el acuerdo de Oslo frente al presidente estadounidense Bill Clinton.
Eso fue hace 18 años. "El proceso de paz es una mujer madura que ya no puede parir", opina.
Esta tarde se divierten. Pero albergan pocas esperanzas de que Palestina consiga un asiento real en la ONU. "Eso no ocurrirá mientras yo viva. (El presidente estadounidense Barack) Obama usará su poder de veto en el Consejo de Seguridad y allí se terminará la historia", resume Bazbaz.
Naef Hirbawi, un vecino, acota: "Recuerdo cuando, en 1974, Abu Ammar (Arafat) fue ovacionado de pie en la ONU, y los títulos de los periódicos anunciaban: ¡Palestina vive!".
Otro "legislador" señala una gigantesca silla azul que, según ve por televisión, se exhibe en la plaza Al-Manara de Ramalah y que simboliza un futuro asiento en el foro mundial.
Un mozo cambia al canal Al Jazeera y entonces todos escuchan a Obama.
Como si le hablara directamente al informal parlamento aquí reunido, Obama no menciona ni las fronteras de 1967 ni los asentamientos.
"No hay atajos hacia la paz, no hay atajos hacia la independencia. ¿Parece que no tenemos paciencia?", suelta Hirbawi frente al televisor, parafraseando al presidente de Estados Unidos.
Obama pronuncia palabras clave: "libertad", "dignidad", "la paz es difícil" (tres veces). Los presentes lo interrumpen sin piedad. "La paz es difícil con (el primer ministro israelí, Benjamin) Netanyahu", corrige al unísono una pareja de espectadores.
"Él habla de los seis millones de judíos (asesinados en el Holocausto). ¿Qué tiene que ver eso con nosotros?", pregunta Hirbawi.
"Nosotros nos convertimos hace tiempo en los judíos de la historia. Nuestro sufrimiento nos ha vuelto un símbolo. Pero ahora ya no se puede convertir el dolor en un estado", dice, aludiendo a la creación de Israel luego de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
Ala Aweideh escucha y mira en silencio. Se para y se dispone a volver a su barrio, Silwan. "En el mejor de los casos volveremos de la ONU con un reconocimiento, no con un estado. Pero no tenemos nada que perder", expresa.
"Abbas se lo está jugando todo, y nosotros lo apoyamos", dice con tranquilidad, mientras deambula por los callejones ya oscuros.
"Lograremos una buena calificación por nuestro buen comportamiento. Pero cuando el sábado vuelva a Ramalah desde Jordania, los soldados israelíes estarán allí para darle la bienvenida en el puesto de control", agrega.