Pese al aumento de las inversiones en obras de saneamiento, la calidad del agua de los ríos cercanos a grandes centros urbanos de Brasil es mala o pésima. ¿La razón? El modelo de desarrollo escogido por este país sudamericano, dicen algunos.
El Relatório de Cojuntura dos Recursos Hídricos no Brasil Informe 2011, presentado el 19 de julio, dejó contento al gobierno. En materia de disponibilidad y calidad, 90,6 por ciento de las fuentes de agua dulce presentan resultado "buenos" en el ámbito nacional dijo su coordinador Ney Maranhão, de la Agencia Nacional de Aguas (ANA).
Pero, desde otros ángulos, el resultado no resiste tanto optimismo, opinaron en entrevista con Tierramérica representantes de organizaciones ambientales y sociales vinculadas al agua.
Hubo esfuerzos e inversiones, sí. Pero todavía insuficientes, opinó Edson Aparecido da Silva, coordinador del Frente Nacional por el Saneamiento Ambiental.
El informe señala que en el período contemplado, 2008-2009, la proporción de agua de "buena calidad" aumentó de 70 a 71 por ciento, mientras que la de calidad "pésima" se mantuvo en dos por ciento.
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Sin embargo, la calidad "mala" de ríos, lagos y reservas de agua, aumentó de seis a siete por ciento, y la "regular" de 12 a 16 por ciento. En contraposición, el agua de calidad óptima cayó de 10 a cuatro por ciento. ¿Un vaso de agua pura y cristalina? Solo en cuatro por ciento de esas fuentes hídricas.
La situación es peor en los ríos próximos a las regiones metropolitanas, donde la contaminación es atribuida principalmente al lanzamiento de aguas servidas.
Cien de estos ríos están en situación de terapia intensiva.
El agua de calidad mala o pésima se encuentra en grandes urbes y capitales estaduales como São Paulo, Curitiba, Belo Horizonte, Porto Alegre y Río de Janeiro, en la zona sur y sudeste, Salvador, en el noreste, y en ciudades medianas como Campinas (en el sureño estado de São Paulo), y Juiz de Fora (en el oriental Minas Gerais).
Un diagnóstico de más de 1.700 puntos monitoreados revela que varias cuencas están comprometidas debido al gran lanzamiento de "aguas cloacales urbanas domésticas", resume el informe.
Para Silva, la principal causa de la contaminación de las aguas subterráneas y superficiales es la falta de tratamiento de cloacas y residuos industriales.
El Sistema Nacional de Información sobre Saneamiento indica que apenas 35 por ciento de los desagües nacionales reciben tratamiento. "O sea que, de toda el agua de desagüe, más de 60 por ciento es arrojada in natura, sin tratamiento", dijo Silva a Tierramérica.
El gobierno destaca que entre 2005 y 2009 hubo un aumento de las inversiones para el tratamiento de aguas servidas, principalmente por medio del Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC) en materia de saneamiento.
"Las políticas de saneamiento están dando resultados en la mejora de la calidad de agua, pero aún tenemos muchas inversiones que realizar", admitió la ministra de Medio Ambiente, Izabella Teixeira en un encuentro con la prensa extranjera.
El volumen de recursos para obras de saneamiento en ese período unos 8.354 millones de dólares es algo menos de 60 por ciento de los montos necesarios para solucionar el problema, especificó la ministra.
Silva reconoció que es un esfuerzo "significativo". "Brasil retomó las inversiones y la planificación en el sector, pero es insuficiente para recuperar el tiempo perdido", opinó. Pero el gobierno tendría que abordar el saneamiento como una cuestión de salud pública.
"Es sabido que donde hay agua en calidad y cantidad adecuadas, recolección y tratamiento de residuos y cloacas adecuadas, los índices de internación por enfermedades vinculadas al agua caen mucho", recordó.
Para solucionar el problema hay que aumentar las inversiones, pero también volver a planificar obras y administración de recursos entre operadores públicos y privados, provinciales y municipales.
Para Rogério Hohn, coordinador nacional del Movimiento de los Afectados por las Represas, dice que el informe gubernamental es la "constatación" de lo que hace mucho tiempo advierten organizaciones como la suya.
"La concepción de crecimiento económico es lo que causa consecuencias al ambiente y por lo tanto al agua", dijo Hohn a Tierramérica.
Son parte de ese modelo las grandes centrales hidroeléctricas entre otras obras de infraestructura de enorme magnitud localizadas precisamente en las principales cuencas hídricas, argumentó.
También mencionó el consumo de productos agroquímicos. Brasil es el "mayor consumidor de agrotóxicos del mundo. Cada ciudadano brasileño consume en promedio 5,2 litros de agrotóxicos", sostuvo.
El empleo de esos productos fertilizantes y pesticidas, en especial por el agronegocio, contamina los alimentos y el agua en el campo que los produce y en la ciudad que los consume, indicó.
Lo que asustó al sacerdote católico Nelito Dornelas, asesor de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil en el Foro Brasileño de Cambio Climático, del relatorio es que el gobierno "se contente con esa realidad que confirma oficialmente lo que nosotros estábamos diciendo".
Dornelas destacó que Brasil detenta 12 por ciento de las aguas potables del mundo y que, de ellas, 80 por ciento están en su selva amazónica, donde también comienzan a percibirse los efectos de la contaminación hídrica de regiones industrializadas que parecen distantes, como las del sur y sureste.
"Toda la lluvia que cae en el sureste por ejemplo se forma en la Amazonia, y nuestro temor es que ya está cayendo también lluvia tóxica", comentó a Tierramérica.
En Mato Grosso (centro-oeste de país), "la lluvia contaminada ya comienza a perjudicar la salud de la gente", aseveró Dornelas.
Para el sacerdote, la que "de hecho contamina el agua es la matriz de producción que Brasil escogió, que no es pura ni correcta".
En ese sentido mencionó la contaminación del Acuífero Guaraní, una de las mayores reservas subterránea de agua del mundo, cuyos 850.000 kilómetros cuadrados abarcan el centro-sur de Brasil, el noreste argentino, así como partes de Uruguay y Paraguay.
Un estudio divulgado en abril por el Instituto de Pesquisas Tecnológicas del estado de São Paulo y otros organismos estaduales advirtió que vertederos irregulares de basura y los agrotóxicos usados en los cultivos de caña azucarera amenazan al Acuífero.
Precisamente porque "está ubicado en el paraíso del agronegocio, que es la región sudeste donde se arroja una enorme cantidad de agrotóxicos", alegó Dornelas.
Para revertir la contaminación se necesita cambiar el modelo de desarrollo, pero sobre todo "el paradigma", indicó.
Para ello se remitió a los "siete pecados capitales de los tiempos modernos", definidos por el líder nacionalista y pacifista indio Mahatma Gandhi (1869-1948): "Riqueza sin trabajo, placer sin escrúpulos, comercio sin ética, ciencia sin humanidad, conocimiento sin sabiduría, política sin idealismo, religión sin sacrificio".
* La autora es corresponsal de IPS. Este artículo fue publicado originalmente el 30 de julio por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.