El asesinato de la jueza brasileña Patrícia Acioli, que investigaba mafias parapoliciales y grupos de exterminio, refleja una nueva fase del crimen organizado, que ocupa el espacio dejado por una impunidad de 90 por ciento de los homicidios en el estado de Río de Janeiro.
Una cruz solitaria en una playa de la ciudad de Niteroi, a unos 30 kilómetros de Río de Janeiro, explica una parte de la tragedia.
Muy pocos se detienen a observar o rendir homenaje ante la cruz, colocada por el movimiento pacifista Río de Paz para recordar a la magistrada que el 12 de agosto fue acribillada con 21 balazos frente a su casa en esa ciudad.
Muchos corren por la playa, como todas las mañanas, otros se sacan fotos ante el paisaje del océano Atlántico. Solo un anciano a paso lento, aprovecha el descanso y lee los papelitos que colocaron sobre la cruz familiares, amigos y colegas, pidiendo el castigo de los culpables.
"En cualquier parte del mundo, esto estaría cubierto de flores", dijo a IPS el presidente de Río de Paz, Antônio Carlos Costa, que visitaba la cruz donde su organización pretende movilizar a la población sobre la gravedad de lo ocurrido.
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"Esta vez el crimen organizado cometió la osadía de llegar a una figura central del estado democrático de derecho. Fue un intento de silenciar nuestro Poder Judicial. Eso nos parece muy grave desde todo punto de vista", opinó.
La violencia y la impunidad no son ajenas a esa ciudad situada frente a la capital carioca, del otro lado de la Bahía de la Guanabara, ni al estado de Río de Janeiro que en 2016 será sede de los Juegos Olímpicos.
Informes del Instituto de Seguridad Pública del gobierno estadual registran 31.000 muertes violentas entre 2007 y julio de este año, una categoría que abarca desde homicidios culposos, lesión corporal seguida de muerte, hasta "autos de resistencia", nombre dado a las muertes de supuestos delincuentes en presuntos enfrentamientos con la policía.
Según Amnistía Internacional, el llamado gatillo fácil mata, en promedio, a unas 1.000 personas por año solo en Río de Janeiro.
Del otro lado, la impunidad: 90 por ciento de los homicidios no son castigados en Río de Janeiro, subrayó Costa.
Pero el asesinato de la jueza preocupa más porque representa el inicio en Brasil de un "nuevo fenómeno del crimen", una "mexicanización", dijo Costa en alusión a la violencia de la guerra de la droga en ese país latinoamericano.
"Ayer fue un juez, un diputado, después puede ser el columnista de un gran periódico o un activista social. Este crimen fue muy grave por lo que representó para las instituciones del estado democrático, pero lamentablemente la sociedad civil no lo percibe así", insistió.
Las autoridades sí parecen estar reaccionando ante un caso que también consideran emblemático.
Tras inaugurar un nuevo sistema de seguridad en el tribunal donde trabajaba Acioli, en la ciudad de São Gonçalo vecina a Niteroi, el fiscal general del Estado, Claudio Lopes, sostuvo que la justicia y el Poder Ejecutivo están decididos "a identificar a los criminales lo más rápido posible".
"Que no les parezca a los bandidos, a esos asesinos, que la muerte de la jueza quedará en la impunidad, sino todo lo contrario", dijo Lopes a IPS.
"Es un caso típico de venganza, de intimidación a una jueza muy corajuda", dijo en conferencia de prensa el gobernador del estado, Sérgio Cabral.
Acioli, de 47 años y conocida por seguir una "línea dura" en sus sentencias, tenía muchos enemigos entre narcotraficantes, policías corruptos, integrantes de las mafias del juego y del transporte ilegal, y de grupos parapoliciales que pasaban por su juzgado.
Las hipótesis del crimen son varias, pero hay consenso sobre su causa. "Esa mujer tenía autonomía y coraje. Castigó a algunos de los peores bandidos de Río de Janeiro. Combatió el crimen organizado y los grupos de extermino. No hay sombra de duda de que su muerte tiene relación con su compromiso con la justicia", enfatizó Costa.
El presidente de la Orden de Abogados de Brasil Sección São Gonçalo, José Luís Muniz, dijo a IPS que "es un atentado al Poder Judicial, con el intento de intimidarlo y hacerlo retroceder en la investigación y punición de las diversas mafias que tenemos por ahí".
En los últimos días, las investigaciones se concentraron en los batallones policiales de esta región. La policía civil, que cumple el papel de investigar, analiza una lista de 91 policías militares vinculados a procesos de homicidio que seguía el tribunal de Acioli, 50 de ellos por casos de autos de resistencia.
Asimismo, los proyectiles empleados en el ataque, del que participaron dos automóviles y dos motocicletas, serían de armas que usa la policía militar, según informaciones de prensa filtradas pese al sigilo de la investigación.
Para Costa, la única manera de detener la "mexicanización" es comenzar por la reforma de la policía, en la que "el crimen organizado tiene sus tentáculos", y atacar asimismo otros "tentáculos" en los poderes ejecutivo y legislativo.
"Estamos frente a una tarea que requerirá una verdadera movilización de la población", enfatizó.
Según la Defensoría Nacional de Justicia, hay por lo menos 87 jueces amenazados en este país de 192 millones de habitantes. Acioli también había recibido amenazas de muerte y pidió custodia policial que, por causas todavía no aclaradas, le fue retirada.
La brasileña Gabriela Knaul, relatora especial de las Naciones Unidas sobre la Independencia de Jueces y Abogados, reclamó respuestas en este aspecto.
El asesinato de Acioli "es la prueba de un problema grave y persistente en relación con la protección de los jueces en Brasil", destacó Knaul al recordar que muchos de los magistrados amenazados están en listas negras de los escuadrones de la muerte.
Esas listas también incluyen activistas de derechos humanos, diputados y todo quien haya osado desarticularlos.
"En la medida en que ataco a una jueza, doy un mensaje a los demás magistrados, fiscales y testigos que son una parte fundamental de un proceso de que 'tengan cuidado, porque si tengo la osadía de matar a un juez, puedo hacer lo mismo con ustedes'", apuntó Muniz.
"¿Quién silenció la voz de la justicia?", interrogan dos carteles junto a la cruz solitaria, apenas acompañada de un solitario ramo de rosas blancas en la concurrida playa de Niteroi.