ARGENTINA: La escuela a la caza de derechos

La transferencia condicionada de ingresos del Estado a niños y niñas de familias de escasos recursos en Argentina está logrando «un impacto muy positivo», afirma entusiasmada Graciela Dulcich, directora de una escuela primaria ubicada en un barrio pobre.

"Una vez que los chicos están inscriptos en la escuela, la responsabilidad es nuestra, y, si faltan más de tres días, tenemos que remover cielo y tierra para ver qué pasa y hacer que vuelvan", explicó Dulcich a IPS.

Esta educadora trabaja desde hace 35 años en centros educacionales estatales de barrios pobres de la oriental provincia de Buenos Aires. Es el caso también de la Escuela Número 34, a su cargo actualmente, ubicada en San Isidro, un distrito que está al norte de la capital argentina, en su zona metropolitana, con fuertes contrastes socio-económicos.

A fines de 2009, el gobierno centroizquierdista de Cristina Fernández impuso por decreto la Asignación Universal por Hijo (AUH), que hoy entrega 220 pesos mensuales (unos 53 dólares) por cada menor de 18 años, hasta cinco por familia, cuyos padres estén desempleados o se desempeñen en la economía informal.

En el caso de los menores discapacitados, la asignación mensual se multiplica por cuatro.
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Luego de su creación, el beneficio también fue otorgado a los hijos e hijas de las empleadas domésticas, a mujeres embarazadas y a "monotributistas sociales", una categoría que representa a trabajadores de cooperativas con ingresos bajos.

La transferencia, que ya llega a más de 3,6 millones de niños, niñas y adolescentes, no exige contraprestación laboral a los adultos, pero sí que los menores asistan a la escuela y que estén al día con el calendario de vacunación y controles sanitarios.

Distintos estudios privados muestran que la AUH provocó una drástica reducción de la indigencia, con cálculos que van de 55 a 70 por ciento, y una caída, aunque menos fuerte, de la pobreza y de los niveles de desigualdad en este país con casi 39 millones de habitantes.

Pero al margen de ese impacto en la familia que cuenta con este ingreso como una ayuda adicional a la que consigue trabajando, la AUH se siente mucho en la escuela, sobre todo en la enseñanza primaria, según comentan los protagonistas.

El incentivo provocó una matriculación masiva y, según Dulcich, "una vez que la escuela captó a los chicos, ya los recuperó, es decir que aunque vengan dos semanas sí una no, ya forman parte del sistema y tienen un seguimiento".

"Nosotros hacemos de todo para que vengan", cuenta la directora. Desde aplaudir cada día a los que vencieron la pereza, hasta llamar o ir a buscar a la casa a los que faltan. Cada mes, el Ministerio de Educación pide explicaciones sobre este particular.

"Si en la planilla mensual yo informo al ministerio que hay desertores o muchos repetidores, me tiran de las orejas, me piden informes. Nosotros tenemos esa presión. Por eso, hay que hacer todo lo posible para que asistan", remarcó.

A nivel de primaria, la escuela puede derivar al niño a psicólogos, psico-pedagogos o asistentes sociales. Pero también ayuda a orientar en temas médicos y odontológicos o para dar un consejo a los padres frente a los distintos problemas.

La directora observa que con las familias "ausentistas", es decir "que no tienen cultura de cumplir con la escuela", hay que hacer un mayor seguimiento. Muchas viven de recolectar de papel y cartón en las calles –los llamados cartoneros en Argentina—, tareas que hacen con los niños.

"Pero para las madres que nunca se dieron por vencidas, esas que para conseguir un trabajo nos piden si pueden dar la dirección y el teléfono de la escuela como referencia, la asignación es muy valorada", afirmó.

Esas mujeres, destacó, "mandan ahora a los hijos con todos los útiles y nos vienen a reclamar si al chico se le perdió el lápiz rojo, una actitud que antes era impensable. Las familias se sienten ahora menos marginales e incluso pagan la cooperadora", afirmó.

La cooperadora es una institución tradicional de las escuelas públicas creada por los padres que mandan a sus hijos a la institución para recolectar dinero extra para hacer arreglos y comprar materiales cuando el presupuesto oficial no alcanza. En cambio, en la escuela secundaria, el correlato entre la AUH y la permanencia es más difícil de lograr. Si bien contribuye a disminuir la pobreza e indigencia y eso favorece el clima de aprendizaje, los desafíos son más complejos.

Según reveló a IPS Jessica Malegarie, de la Fundación Cimientos, que trabaja con adolescentes, la AUH "ayuda pero no resuelve" los problemas en el secundario. Allí los índices de repetición y deserción siguen siendo elevados, alertó.

La Fundación otorga una ayuda de 185 pesos mensuales (45 dólares) a 3.050 jóvenes de todo el país para acompañarlos en su escolaridad. Esa asistencia, privada, no es incompatible con la AUH, que la reciben más de la mitad de sus becados.

No obstante, la estructura de la enseñanza secundaria, con profesores para cada materia que van de un centro a otro con el consecuente menor seguimiento de cada alumno, dificulta la permanencia, explicó Malegarie. Por eso la deserción en este estamento educativo duplica y triplica la de primaria.

Malegarie, directora de programas de la Fundación, consideró que la AUH "fue muy positiva, porque bajó el índice de pobreza e indigencia y, además, puso en la agenda pública el tema de la educación al exigir la asistencia a la escuela".

La medida provocó un incremento de la matrícula escolar, reconoció esta experta, pero para la permanencia de los adolescentes "hay que lograr un compromiso del joven, de la familia y de la escuela que lo debe acompañar", puntualizó.

En ese sentido, consideró que la secundaria "fue pensada para otro alumnado, con características socio-económicas y culturales diferentes" a las actuales. Por eso se requieren programas de tutoría y más presencia de los educadores en la misma escuela.

IPS conoció el caso de una mujer que afronta justamente ese dilema. Su hijo de 15 años quiere dejar la escuela secundaria y ella, que es empleada doméstica, teme dejar de recibir el monto mensual de la AUH, pero no logra convencerlo.

"Le dije que si no sigue estudiando va a tener que ir a trabajar, pero no hay caso", lamentó la mujer, que prefirió mantenerse en el anonimato. La mujer no sabe a quién acudir para revertir lo que hoy parece inevitable.

Por la AUH, los padres cobran cada mes 80 por ciento de la transferencia. El 20 por ciento restante se retiene hasta marzo, cuando el adulto responsable presenta los certificados de asistencia escolar y vacunación y se les entrega el monto acumulado.

"Ese control", apuntó Dulcich, "es una vez por año, pero a nosotros nos supervisan cada mes para ver qué pasa con el niño que está inscripto". "Por eso, para mí, sin lugar a dudas esto es muy positivo no sólo a futuro, sino para el presente", añadió.

"Una vez que la familia descubre la escuela, que le resuelve una cantidad de problemas y le brinda contención, ya no se va. Porque no es como antes, ahora la escuela cumple muchas funciones sociales", aseguró la directora.

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