Moratoria, insolvencia, irresponsabilidad fiscal, crisis de la deuda y otras expresiones afines componen un vocabulario que identificaba, en los años 80 y 90, a países en desarrollo o del Sur. En una década el mundo parece al revés.
Los deudores "irresponsables" están ahora en el Norte, mientras que los países sudamericanos, víctimas de la "década perdida" del 80 y de las subsecuentes crisis financieras, tratan actualmente de protegerse del contagio proveniente de Europa y de Estados Unidos.
Los ministros de Economía de la región se reúnen este viernes 5 en Lima y volverán a hacerlo el viernes 12 en Buenos Aires, donde se sumarán los presidentes de bancos centrales, para discutir la concertación de políticas en el marco de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) para hacer frente a los efectos de las crisis que se derraman desde el mundo industrializado.
Se habla de "blindaje", de mitigar impactos en conjunto, ya que el desplazamiento de las crisis es geográfico, no económico ni simétrico. El mundo en desarrollo no dispone de poder financiero ni del Fondo Monetario Internacional para imponer ajustes o "ayudarlos", como ocurrió cuando eran los pobres los insolventes.
La problemática financiero-económica ahora es universal, muy distinta de las recesiones o incluso regresiones sufridas por algunos países contagiados por las crisis que afectaron severamente a México, al sudeste asiático, Brasil, Argentina o a Turquía en los años 90 y comienzos de esta década.
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La recesión o, al menos, desaceleración de las economías se espera por todas partes debido al estancamiento europeo, que tiende a agravarse, y al recorte presupuestario decidido por el Congreso legislativo de Estados Unidos, como condición del opositor Partido Republicano para aceptar la ampliación del límite de endeudamiento del gobierno y evitar así la suspensión pagos (default).
Algunos expertos se manifiestan inquietos. Brasil, una de las economías emergentes, no debería sufrir mucho a corto plazo por el "paquete" de recortes estadounidense, que "políticamente es un desastre", pero las perspectivas futuras "son malas", advirtió Fernando Cardim, profesor retirado de la Universidad Federal de Río de Janeiro.
El largo plazo es hoy "imprevisible", pero la tendencia apunta a lo peor, ya que "la derecha estadounidense puede exigir cada vez más", por ejemplo un mayor recorte fiscal recesivo, y la crisis europea tiende a profundizarse y expandirse más allá de España, Grecia y Portugal, agregó en conversación con IPS en el intervalo de un encuentro de economistas keynesianos en Brasil.
Fuertes en defensa
En el caso de Brasil, los efectos comerciales de una merma en la demanda de Estados Unidos serían menos dañinos que en el pasado, cuando era el principal comprador al concentrar un cuarto del total.
Pero todo cambió en los últimos tiempos. El año pasado, el gigante sudamericano sólo envió a Estados Unidos 9,5 por ciento de sus exportaciones, mientras que 15,2 por ciento fueron a China.
Además Brasil diversificó su comercio exterior y el intercambio con Estados Unidos pasó de superávit en 2006 había llegado a 9.900 millones de dólares— a un déficit de 7.700 millones de dólares, al importar el año pasado 27.030 millones de dólares de ese país norteamericano.
Las pérdidas con el mercado estadounidense son también cualitativas, porque Brasil le vende mayoritariamente bienes manufacturados, mientras que a China le envía casi exclusivamente productos primarios, como mineral de hierro, soja y petróleo.
Esa tendencia de exportaciones cada día más concentradas en recursos naturales y agropecuarios, que acompañan la llamada "desindustrialización", es el principal problema brasileño, que se puede agravar con las debilidades económicas de Estados Unidos y de la Unión Europea.
Además del superávit comercial general que obtiene gracias al buen precio de los productos básicos, Brasil atrae más flujos financieros, lo cual hace que se intensifique la apreciación de su moneda, el real, y, por ende, el proceso de reducción del peso de la industria nacional en su economía, con pérdida de exportaciones y aumento de sus compras de bienes manufacturados.
Por eso el gobierno de Dilma Rousseff se vio obligado a reducir impuestos y cargas laborales para aliviar a la industria que más emplea mano de obra, como la textil y la de calzados. En cuanto a al sector de producción de automotores, otra área pujante, sigue recibiendo inversiones, en especial en innovaciones tecnológicas.
También el gobierno trata de contener la entrada de capitales especulativos, con la puesta en marcha de medidas puntuales que, empero, no pudieron hasta ahora contener la apreciación del real. Cada dólar pasó de costar 2,34 reales a fines de 2005 a 1,57 esta semana.
Cardim opinó que serán necesarias medidas más amplias de control de ese flujo de los también llamados capitales "golondrinas". Es que una eventual fuga repentina de ese dinero podría "generar pánico e inflación", una experiencia ya conocida en el pasado en este país.
Respecto de una acción coordinada de los países sudamericanos, Cardim se manifiesta escéptico porque, dijo, los intereses son muy diversos. Quizás fuese más efectivo concertar respuestas con otras economías emergentes, como India y Sudáfrica, añadió, países que junto con Brasil conforman el foro IBSA.
En Argentina, también el impacto del ajuste fiscal estadounidense se manifestaría de modo indirecto, puesto que llevaría a un menor crecimiento económico mundial con la consecuente caída de la demanda comercial global, según Enrique Aschieri, de la Sociedad Internacional para el Desarrollo.
La vulnerabilidad de su país es hoy reducida, después de mostrar un constante superávit comercial en los últimos ocho años, destacó el experto a IPS. Estados Unidos es hoy solo el cuarto destino de las ventas externas argentinas, superado por Brasil, China y Chile, en ese orden.
"Aunque la crisis nos puede afectar a partir de que exportemos menos, como ocurrió en 2009, tenemos todavía un gran margen para crecer hacia adentro", en el mercado interno, sostuvo.
Aschieri precisó que el problema de pago de Estados Unidos, que puso el mundo ante una incertidumbre sin precedentes, "es un tema político" interno, como quedó demostrado con el acuerdo de los dos grandes partidos que permitió elevar el techo del endeudamiento.
Tan cerca del mal
Quien sí afronta problemas difíciles de resolver a raíz de la situación en Estados Unidos es la otra gran economía latinoamericana, la mexicana, que aparece muy expuesta al estar atada al Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que conforman ambos países y Canadá desde 1994.
México, que ya sufrió de modo directo la crisis de su vecino del norte en 2008, fue invitado a la reunión especial en Lima de la Unasur, pese a no formar parte del bloque.
Es que ese país ya sufre la debilidad de la recuperación económica estadounidense y europea, especialmente "en el intercambio comercial y la manufactura nacional con demanda en Estados Unidos, como la producción automovilística y agrícola y la maquila industrial (zona franca)", señaló a IPS el analista Edgar Amador.
El gobierno del conservador Felipe Calderón afirma que la clave para enfrentar la coyuntura radica en impulsar el mercado interno. Además cuenta con reservas internacionales por 132.000 millones de dólares y, según datos del Fondo Monetario Internacional, en lo que va del año se constituyó en el principal comprador de oro del mundo.
"Es desconcertante" observar lo que ha pasado con México, que "no pudo mantener un ritmo rápido de crecimiento" después de liberalizar su comercio y elevar "notablemente las exportaciones de manufacturas", indicó el economista Carlos Ibarra, de la privada Universidad de las Américas, en el sureño estado de Puebla.
Ibarra cree que es viable armonizar políticas regionales para ablandar los vientos del Norte, pero sus efectos serían marginales, especialmente para países como México, "por la enorme dependencia de Estados Unidos".
* Con aportes de Marcela Valente (Buenos Aires) y Emilio Godoy (México).