SRI LANKA: La difícil economía de posguerra

Aunque ahora los productos básicos le resultan más baratos que hace dos años, cuando finalizó la guerra en Sri Lanka, la vida sigue siendo dura para Kandiah Selvadurai.

A comienzos de 2009, un kilogramo de arroz era tan escaso que Selvadurai pagaba por él 25 dólares o más.

Eso ocurrió cuando él y decenas de miles de otros civiles, casi todos de la minoría tamil, fueron obligados a vivir en un estrecho segmento de tierra sobre la costa norte, mientras la sangrienta guerra civil de Sri Lanka ingresaba en su fase final.

Los separatistas Tigres tamiles, que pelearon por la autonomía del norte y este de Sri Lanka, se declararon derrotados por las fuerzas regulares del gobierno el 17 de mayo de 2009.

El conflicto había comenzado en 1983, tras una serie de ataques de la comunidad cingalesa, mayoritaria en este país, contra la tamil, predominante en esa zona.
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Selvadurai regresó a Allankulam, una aldea ubicada en lo profundo del Vanni, la región del norte de Sri Lanka donde el conflicto tuvo su punto más álgido.

Ahora un kilogramo de arroz cuesta 50 centavos de dólar, aún menos que en otras partes del país. Pero cuando se le pidió que describiera la vida después de la guerra, todo lo que dijo fue: "Difícil. La vida todavía es muy difícil".

Pero Selvadurai no puede evitar recordar épocas peores, cuando los alimentos, las medicinas y todo lo demás era escaso en el Vanni, donde los Tigres libraron sus últimas batallas contra las fuerzas del gobierno.

Entonces, un paquete de tabaco de la variedad local Bedi costaba unos 33 dólares, dijo.

Durante la guerra, Selvadurai vio volar en pedazos a hombres, mujeres, niñas y niños mientras estaban atrincherados en búnkers cavados a toda prisa.

No quiere hablar en detalle de esos días fatídicos. Su esposa resultó herida y nunca se recuperará completamente, dijo a IPS. Le alegra que por lo menos sus dos hijas vivan en Colombo, a unos 330 kilómetros de Allankulam.

Tras escapar de la guerra, y mientras los Tigres estaban a punto de ser derrotados, Selvadurai permaneció unos seis meses en campamentos del gobierno para los desplazados. Volvió a su casa, o a lo que quedaba de ella, a mediados de 2009.

En Allankulam hay 187 familias registradas, todas las cuales viven en construcciones temporarias o semipermanentes que les sirven de casas. La mayoría de las viviendas tienen paredes de barro y techos elaborados con delgadas chapas.

Un acontecimiento importante desde el fin de la guerra fue la mejora de un largo sector de la autopista A9, que va de norte a sur del país, dividiendo al Vanni. La carretera fue trazada nuevamente y hay planes de ampliarla a seis sendas.

La ruta hacia Allankulam, por otro lado, ni siquiera tiene una nueva capa de alquitrán y acumula pozos en un tramo de alrededor de 20 kilómetros.

Para los aldeanos, la bicicleta es el principal medio de transporte. Los servicios de transporte público prácticamente no existen. Miles de bicicletas usadas, que dejaron atrás los civiles que huyeron de la lucha, se distribuyeron entre los pobladores de la zona.

Estos sobreviven en base a trabajos ocasionales, cría de animales y cultivo de arroz y verduras. No hay trabajos permanentes y los únicos que ofrecen un ingreso estable son los que ocupan los pocos empleados del gobierno, principalmente maestros.

En vez de esperar oportunidades laborales, las mujeres se reúnen en grupos para formar colectivos dedicados a la cría de pollos o a administrar pequeños cultivos.

Ganan 2,50 dólares al día, dijo Thnagarasa Sivakolandy, quien junto con otras cinco mujeres está al frente de un pequeño predio agrícola. Según funcionarios de organizaciones donantes, alrededor de 60 por ciento de las familias beneficiarias en Allankulam tienen a mujeres como jefas de hogar.

Al no haber nuevas inversiones privadas, los aldeanos buscan cada vez a las organizaciones comunitarias para generar ingresos. "Si hay empresas privadas dispuestas a venir aquí, los aldeanos pueden ganar mucho más", dijo Nagmani Rathnaraja, subdirector del Re-awakening Project, una iniciativa conjunta del gobierno de Sri Lanka y el Banco Mundial para ayudar a desarrollar el Vanni.

Pero solamente pocas empresas importantes han dado ese paso. Hay una que compra leche, mientras que un gigante del tabaco señaló que ayudará en el cultivo de ese producto.

Rathnaraja dijo a IPS que las agencias gubernamentales y de desarrollo que asisten a la región deberían tener especial cuidado en acelerar la generación de ingresos. "El desarrollo de infraestructura se lleva a cabo, pero necesitamos asegurarnos de que la población tenga ingresos", señaló.

El desarrollo llegó a la región, pero de un modo aparentemente selectivo. La ruta A9 y las localidades que se extienden a lo largo de la misma son las más beneficiadas. Nuevos comercios, casas y otros edificios se construyen sobre la autopista, pero nada de eso ocurre en Allankulam, donde los aldeanos tienen que viajar varios kilómetros, principalmente en bicicleta, hasta la farmacia más cercana.

En Mallavi, la ciudad más cercana, está la clínica. Parece un oasis en medio de la árida carretera, con su hilera de comercios, bancos, oficinas del gobierno e incluso un bar.

Algunos de quienes volvieron se beneficiaron de la situación. Kandan Namanadas ahorró el dinero que ganó participando en programas laborales organizados por el gobierno y el Banco Mundial.

Luego sumó otros 225 dólares que había ahorrado antes y abrió una pequeña tienda en Allankulam. Gana unos 20 dólares diarios, dijo.

Ahora quiere comprar un pequeño refrigerador y un generador. "Para eso necesito postularme a un préstamo. Pero no tengo propiedades que ofrecer como garantía", señaló.

Quienes como Selvadurai sobrevivieron a lo peor de la guerra, ahora esperan poder disfrutar los dividendos de la paz como el resto del país. Para que eso ocurra, es necesario un esfuerzo extra para distribuir mejor los recursos, piensa.

"Alguien debería asumir el esfuerzo y traer empleos y desarrollo aquí. De otro modo tendremos buenas carreteras, pero ningún dinero", dijo.

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