Expertos de Argentina, que en 2001 se declaró en «default» (insolvencia) y ahora disfruta de una larga bonanza, sostienen que ya pasó para Grecia el tiempo del ajuste fiscal y los recortes de gastos y que urge una reestructuración de su abultada deuda.
Los economistas locales consultados por IPS aseguraron que Grecia no tiene un problema de liquidez, que se pueda resolver con más préstamos, sino de solvencia y por eso es necesario actuar rápido y con apoyo internacional para refinanciar su pasivo.
"Cuando una deuda es impagable ya no hay plan de austeridad que valga", señaló a IPS el economista jefe de la consultora Orlando Ferreres y Asociados, Fausto Spotorno. "El ajuste serviría en España, que está en una etapa previa", poniendo así de ejemplo a otro de los 27 países miembros de la Unión Europea (UE) y que también tiene como moneda común el euro.
En cambio para Grecia, el experto ve que la reestructuración de deuda es ya un recurso "irremediable" y, para que sea menos traumático y más eficiente que lo que fue en Argentina, recomendó hacerlo sin demora y con respaldo de los acreedores.
Lo mismo explicó a IPS el economista Ramiro Castiñeira, de la consultora Econométrica. "Grecia está en quiebra, no es que tenga problemas de liquidez. Buscar corregir ahora desequilibrios fiscales no sirve más que para ganar tiempo en beneficio de los acreedores", apuntó.
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Tanto Castiñeira como Spotorno reconocieron que, con las dilaciones de la UE, lo que se intenta es "salvar a los bancos y no a los griegos". Los rescates no apuntan a reactivar la economía sino a financiar la salida de capitales, alertaron.
También el economista Roberto Lavagna expresó que "la pérdida de competitividad sistémica de una economía no se arregla con más préstamos".
Grecia debe avanzar en una reestructuración de sus compromisos financieros, "sin quita y con métodos menos costosos y más eficientes" de los que improvisó Argentina en su momento, aconsejó Lavagna, responsable de la primera reestructuración de deuda de su país como ministro de Economía del gobierno del centroizquierdista Néstor Kirchner (2003-2007), fallecido en octubre.
Al comparar los dos casos, Lavagna señaló que lo que se asemeja son las recetas propuestas para salir de la encrucijada. "El FMI (Fondo Monetario Internacional), Alemania y el Banco Central Europeo confunden crisis de solvencia con crisis de liquidez", advirtió en una columna periodística titulada "Argentina 2001. Grecia 2011".
El gobierno de Argentina declaró el cese de pagos de la deuda en diciembre de 2001, luego de tres años de recesión, incremento constante del desempleo y de la consecuente pobreza y con un cada vez mayor déficit fiscal, que trató de amortiguarse con la toma de más obligaciones financieras.
Los rescates del FMI, a través de créditos en espera y desembolsos directos cada vez más grandes, no solucionaron nada. En ese marco, el gobierno centrista de entonces de Fernando de la Rúa trabó la salida de depósitos de los bancos, que eran desbordados por la desconfianza generalizada y creciente de los ahorristas.
La crisis económico-financiera derivó en estallido social y De la Rúa renunció y abandonó la sede de gobierno en un helicóptero, cuando sólo había cumplido la mitad de sus cuatro años de mandato, tras ordenar una feroz represión policial que dejó 38 personas muertas.
Ese mismo mes, su sucesor institucional, el derechista Alberto Rodríguez Saá, declaró en su interinato de una semana el cese de pago de la deuda y pocos días más tarde ordenó la devaluación de la moneda local (peso), que por 10 años había estado regida por una ley de convertibilidad que fijaba en un dólar cada unidad.
Con la suspensión de pagos y la depreciación del peso que mejoró la competitividad de sus productos de exportación, Argentina comenzó un proceso que la haría salir rápidamente del fondo en que había caído.
El colapso, por ejemplo, hizo que en 2002 el producto interno bruto (PIB), ya en retroceso los tres años anteriores, cayera 11 por ciento y la pobreza afectara a más de 50 por ciento de los 38 millones de argentinos de entonces.
Pero ese 2002 fue el último año crítico. Luego las exportaciones comenzaron a incrementarse y el crecimiento económico fue de ocho por ciento anual en promedio hasta 2009, cuando la crisis global nacida el año anterior en Estados Unidos afectó ese indicador hasta marcar un aumento de PIB ese año de menos de uno por ciento.
A partir de 2010 volvió la bonanza para seguir en el camino alcista y para este año se proyecta un crecimiento de 8,3 por ciento, el segundo más alto de la región después de Panamá, según el último informe divulgado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe.
Para reestructurar su deuda, Argentina tardó cuatro años. La primera reprogramación fue encarada por el gobierno de Kirchner en 2005, cuando se propuso canjear 81.800 millones de los 181.000 millones de dólares en títulos del Tesoro que tenía en ese entonces.
Los tenedores de estos bonos no cobraban desde 2001. Había 178 series emitidas en 14 monedas diferentes que estaban en manos de instituciones y personas repartidas por todo el mundo, muchas de ellos ahorristas de pequeña escala atraídos por las altas tasas de interés que la crisis había generado.
Se propuso reemplazar esos títulos impagos por otros tres tipos de papeles a mayor plazo, en algunos hasta a 42 años, y en otros con quita de 66 por ciento del valor nominal. La aceptación de esa iniciativa fue de 76 por ciento del total, es decir que se canjearon 62.200 millones de dólares.
Ese mismo 2005, Kirchner pagó todo lo que debía su país al FMI utilizando reservas de divisas que ya estaban en franca recuperación, debido a una política expresa en ese sentido favorecida por el ciclo de alza de los precios internacionales de granos, carnes y alimentos.
La hoy viuda de Kirchner, su sucesora, la actual presidenta Cristina Fernández, reabrió en 2010 el canje para los tenedores de bonos por un total de 20.000 millones de dólares que no habían aceptado entrar en la primera ronda. En esa operación ingresaron 12.600 millones.
Ahora solo resta la refinanciación de pasivos con el Club de París, el grupo de países industrializados prestamistas del mundo en desarrollo, que está en proceso de discusión sobre el monto de los intereses adeudados y los plazos.
"Argentina tardó demasiado entre la declaración del default y la reestructuración y además lo hizo a las trompadas, sin apoyo del FMI", dijo Spotorno. De hecho, 10 años después no pudo aún volver a los mercados voluntarios de deuda soberana.
En este sentido, los economistas consideran que fue menos traumática la experiencia de Uruguay, cuya economía también colapsó por efecto de la crisis argentina y culpas propias. El pequeño país vecino reestructuró su pasivo de 11.000 millones de dólares en 2003, sin quita nominal, con refinanciación de plazos y apoyo del FMI.
Pero también admiten que el problema es de escala. El volumen de la deuda de Grecia como porcentaje de su producto y el nivel de su déficit fiscal son indicadores que hacen a la situación de ese país mucho más difícil de manejar en comparación con Argentina y Uruguay.
Para ilustrar solo basta una comparación. La deuda argentina representaba, al momento del colapso, 60 por ciento de su PIB, mientras que para Grecia el valor de los pasivos ya supera 150 por ciento del PIB.
Los expertos también analizaron la salida argentina del régimen de convertibilidad y la devaluación. Abandonar ese corsé le sirvió para la más rápida reactivación económica mediante un aumento de exportaciones y entrada de divisas.
"En Grecia no se puede devaluar (por pertenecer a la zona euro). Salir de esa moneda para volver al dracma local podría tener costos enormes, o sea que hay que ser mucho más eficientes en la reestructuración de la deuda", aconsejó Spotorno.