Pedro Passos Coelho asumió este martes como primer ministro de Portugal sin contar con alternativas estratégicas propias. Deberá forzosamente gobernar bajo las condiciones impuestas por el Fondo Monetario Internacional (FMI), con el beneplácito de la Unión Europea, para el rescate financiero del país.
En su primer discurso como gobernante, Passos Coelho garantizó que desea establecer "un nuevo pacto de confianza" con los portugueses porque, dijo, "vivimos tiempos difíciles y más tormentas nos aguardan", en clara referencia al rescate financiero de 110.000 millones de dólares de créditos obtenidos en el FMI y en la Unión Europea (UE).
En otro pasaje de su discurso aludió, aunque sin nombrarle, a su antecesor, el socialista José Sócrates, al prometer enfrentar los problemas con realismo "sin recurrir a falsas promesas ni vislumbrar asombrosos mundos virtuales."
El ejecutivo de la coalición formada por el Partido Socialdemócrata (PSD) y el Centro Democrático Social (CDS), ambos miembros de la familia conservadora de los partidos populares europeos, juró este martes ante el presidente de Portugal, Aníbal Cavaco Silva, para gobernar Portugal durante el período legislativo que comenzó el lunes.
A partir de ahora, Passos Coelho comienza a presidir el gobierno de la legislatura de cuatro años con menor número de ministros y con el más bajo promedio de edad en su integración de todos los tiempos en Portugal.
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El PSD quedó a cargo de cuatro ministerios, el CDS de tres, mientras que tecnócratas independientes, de organismos internacionales e instituciones financieras ocuparán las carteras de Finanzas y de Economía y las de Seguridad Social y Salud, en los cuales se realizarán cortes sustanciales.
El flamante gobernante tiene ahora un plazo de 10 días para someter su programa a la aprobación del parlamento. Sin embargo, no se esperan novedades debido la cómoda mayoría con que cuenta en el hemiciclo y a una izquierda extremamente debilitada.
Los dos partidos conservadores resucitaron la unión de la derecha llevada a cabo en 2002 por el ex primer ministro José Manuel Durão Barroso, actual presidente de la Comisión Europea, el brazo ejecutivo de la UE. En las elecciones del 5 de junio, el PSD obtuvo 38,6 por ciento de los votos, lo cual le alcanzó para contar con 108 diputados, mientras el CDS logró 11,7 por ciento para reunir 24 legisladores, una cómoda mayoría de 132 asientos en un total de 230 que componen el hemiciclo unicameral de São Bento.
En la oposición se ubican el Partido Socialista (PS), con 28 por ciento, lo que se traduce en 74 diputados, el Partido Comunista Portugués (PCP) logró 7,9 por ciento de los votos y 16 legisladores y el Bloque de Izquierda (BE, de su nombre en portugués, Bloco de Esquerda) 5,2 por ciento, con ocho parlamentarios.
No obstante esta confortable situación en la Cámara de Diputados, Portugal no podrá apartarse de lo pactado para recibir los 110.000 millones de dólares en varias cuotas divididas en los próximos años, deberá cumplir escrupulosamente todo lo prometido a la troika formada por el FMI, la UE y el Banco Central Europeo (BCE).
El compromiso asumido obliga a tomar medidas de extrema dureza, desde promover el aumento de la productividad a través de la llamada "flexibilidad laboral", o sea la liberalización de los despidos, hasta el aumento de impuestos, congelación o la reducción de salarios, jubilaciones y de las ayudas de inserción social.
También deberá poner punto final a la medicina subvencionada en los hospitales públicos y bajar los aportes de las empresas a la seguridad social.
Portugal fue gobernado en los últimos 16 años en especial por el PS, fundado en 1973, en la clandestinidad a la que obligaba la dictadura corporativista de Marcello Caetano, por el ex presidente Mario Soares (1985-1995), convirtiéndose en el mayor partido del país tras el golpe militar izquierdista que repuso la democracia en 1974.
La derecha clásica, desde que en 1995 perdió el gobierno de una década, ha gobernado Portugal solo entre 2002 y 2004 durante el ejecutivo presidido por Durão Barroso y luego por Pedro Santana Lopes. Con esa sola excepción, el país ha estado en manos socialistas.
Sin embargo, según dijo a IPS el analista Augusto Videla, "el PS de Soares poco tiene que ver con el de (Antonio) Guterres", primer ministro de 1995 a 2002 y actual jefe de la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados
"Y menos aun con el de Sócrates" (2005-2011), adherentes a la llamada "tercera vía de Tony Blair", primer ministro de Gran Bretaña de 1997 a 2007, proclive a "lo que designó socialismo moderno, con fuertes trazos de neoliberalismo económico".
Pero el mayor descalabro electoral último lo sufrió el BE, que perdió la mitad de sus 16 diputados, lo cual podría representar el fin de la quimera de una izquierda fuerte y alternativa al PCP, refugio de ex trotskistas, pero también de ex comunistas y ex maoístas, así como de socialistas descontentos con el rumbo del partido liderado por Sócrates.
En los últimos dos años, con la suma del PCP y el BE, la izquierda marxista parlamentaria lusa alcanzó un quinto de los votos, una experiencia única en una Europa de aplastante mayoría conservadora, a la que ahora se une Portugal.
El analista Daniel de Oliveira interpreta el magro desempeño del BE a la "política zigzagueante" que llevó en los últimos tiempos, tanto que en marzo presentó una moción de censura al gobierno de Sócrates, pese a que dos meses antes había apoyado la candidatura presidencial del socialista Manuel Alegre.
Al final, el PCP mantuvo su votación y el BE la bajó "porque las personas se manifestaron descontentas con esos cambios de rumbo y, en tal caso, prefieren el original a la copia", sentenció Oliveira.
En la oposición marxista, se consolidó el PCP, partido al que en todas las campañas electorales las empresas de encuestas le extienden un certificado de óbito, pero que al final duplicó los resultados que le son vaticinados y mantiene intacta su fuerte implantación sindical.
En una Europa, "donde la derecha está en el poder hasta a través de algunos partidos socialistas, tan solo Eslovenia y Chipre, que suman poco más de dos millones de habitantes en un total de 500 millones de pobladores de la UE, tienen gobiernos genuinamente de izquierda o, al menos, de capitalismo con rostro humano", subrayó Videla.
Según el analista, "ante el fantasma de una Grecia que puso en práctica las recetas del FMI, pero que pese a eso en cualquier momento se declara en bancarrota, el futuro augura luchas sindicales y del llamado movimiento de los indignados, cuyo destino es difícil de prever".